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Primavera cruceña ¿Hacia dónde va la Santa Cruz política?

17 de febrero de 2020, 3:00 AM
17 de febrero de 2020, 3:00 AM

Santa Cruz, por historia, geografía y sobre todo formas de producción, tiene una tradición política y cultural liberal y conservadora, eso pensamos que es algo que nadie puede negar. Ahí está la peculiar forma de colonización, no basada en la minería, las misiones, la época de la goma, el célebre Memorándum de 1904, la Cámara de Comercio de 1915, la agricultura de exportación y mucho más.

El periodo democrático liberal o de democracia pactada, que duró 20 años, entre 1985 y 2005, tuvo en Santa Cruz uno de sus firmes apoyos y consolidó un capitalismo y una clase dirigente agroindustrial exportadora, comercial y de servicios que construyó su hegemonía en torno al discurso de la producción, del cruceñismo y la confrontación con el centralismo.



Aprovechando el fuerte sentimiento de apego regional del cruceño, esta clase dirigente consolidó esa hegemonía haciendo pasar sus intereses por los intereses de toda la región. Su hegemonía sobre la sociedad cruceña, en términos gramscianos fue casi total, aunque al mismo tiempo participaba en todos los gobiernos centrales con piezas clave de su entorno.



El dominio de la clase dirigente cruceña fue firmemente conducido ideológicamente por el discurso del Comité Cívico, que se concentraba en las contradicciones externas apagando las internas a la región y por el accionar subterráneo de las logias, creadas a inicios de los ‘80.



Por todo lo anterior, la estructura cruceña de poder congeló el discurso político, los conflictos locales de clase, el desarrollo de las ciencias sociales, el ascenso generacional y de clase, no permitiendo el surgimiento de nuevos liderazgos con verdadero poder. Lo que sí entendieron muy bien fue el discurso institucionalista del nobel Douglas North, cooptando todas las instituciones de ámbito local y regional.



El gran problema es que esa clase dirigente, básicamente agroindustrial y comercial se engolosinó con la fase de acumulación de capital y no entendió que al mismo tiempo se estaba convirtiendo en el poder hegemónico. 


En otras palabras, era una clase en sí, pero no era una clase para sí. Es decir, no estaba desarrollando un proyecto hegemónico de clase, de dominación a futuro, como lo hicieron los Medici en la Florencia renacentista, que entendieron que no era suficiente vender telas primero y abrir un banco después: recurrieron a la cultura como pieza fundamental para consolidar su poder, apoyando la cultura en sus expresiones de arte, ciencia y tecnología, derrotando así a la vieja aristocracia. Leonardo, Michelangelo, Machiavello entre otros fueron sus herramientas de consolidación del poder.

Este proceso cruceño, con una clase dirigente sin vocación para ello y sin proyecto, dedicada solo a la acumulación es la modernización trunca, de Jürgen Habermas, es decir que abarca la racionalidad solo para los aspectos económico productivos y no la cultura y el desarrollo humano, estaba tranquila hasta que llega al poder nacional un partido con un discurso radicalmente distinto al suyo. 

Entran en pánico y después de algunas escaramuzas a las que entre otras cosas no estaban acostumbrados, pactan con el poder de la peor manera posible: renunciando como clase dirigente a su propia visión de futuro, a su propio proyecto liberal para la región y el país, para aceptar un rol subalterno, con la famosa frase del gobierno que ellos repiten y aceptan: “ustedes hagan plata, nosotros hacemos política”. Es la declaración más vergonzosa de derrota de clase.

Entendemos su temor a perder sus bienes y su posición, pero el tema no es ese, el tema es que dejaron a una sociedad cruceña inerme, a la que no habían permitido crecer en su capital humano, potencialmente creativo, crítico y productivo.

Pero sucede que en esos 15 años se forman nuevas generaciones, milennials o como se llamen, de jóvenes que entienden dos cosas: a) que con las formas de producción que se aplican, los recursos naturales que han garantizado hasta ahora el desarrollo cruceño están en fase de destrucción y que ya no quedará nada para las nuevas generaciones y b) que el modelo ha olvidado completamente el valor y la importancia de los recursos humanos, generando descuido, desigualdad, injusticia e ignorancia.

Son estas generaciones, que en parte salen del viejo tronco, y en parte son hijos de la inmigración, las que buscan nuevos derroteros mediante plataformas, redes, grupos, lamentablemente en un ambiente adverso y sin poder encontrar los caminos para incidir en la vida política sin tener que someterse a los vetustos aparatos políticos.

Si el “modelo cruceño” y sus actores -léase empresariado cruceño- no entiende estas nuevas pulsiones de la sociedad cruceña, entonces la decadencia está asegurada y de nada servirá seguir insistiendo en ser la locomotora del país o los que alimentan con el 70% de alimentos a los bolivianos. Tendremos producción globalizada y de exportación y una sociedad local atrasada en ideas e innovación, sumida en la precariedad y el abandono.

La historia nos enseña que los cambios se producen siempre cuando una parte de la clase dirigente vislumbra un futuro distinto: lo hicieron los nobles que, con sus escritos generaron la revolución francesa; los criollos educados en Europa en el caso de nuestras guerras de independencia o los sectores productivos excluidos de la minería de Patiño en nuestro país.

Nos preguntamos: ¿cuáles son los sectores socioeconómicos importantes cruceños que se animarían hoy a aceptar un nuevo modelo de desarrollo y una manera distinta de entender la igualdad de oportunidades y la dignidad y necesidades de los sectores menos favorecidos? No saldrán ciertamente de los sectores globalizados del agronegocio, será en todo caso de aquellos sectores de la industria, el comercio y los servicios cuyo destino no depende del mercado global y/o para minorías sino de lo local y nacional, de las necesidades reales de la gente.

¿Algo de esto explicará la actual división política del capitalismo cruceño?