5 de mayo de 2023, 4:00 AM
5 de mayo de 2023, 4:00 AM


Cuando el presidente del Estado salió a declarar que la economía boliviana está bien y que todo marcha sobre ruedas, esta vez muchos no le han creído. El discurso del presidente que presume arrogancia y que intenta calmar las aguas turbulentas de la realidad económica boliviana, demuestra dos cosas: por un lado, un desconocimiento total de la problemática de los factores económicos de la producción nacional y por otro lado, usa nuevamente una retórica de mentir y ocultar la realidad que viven los trabajadores, los campesinos, los profesionales y los millones de desempleados o subempleados que hay en el país.

Parecería una burla, pero no lo es. Los bolivianos que estamos sufriendo desempleo y pobreza, hasta podríamos creerle, pero tampoco surtió ese efecto. Y las razones todos las conocemos.

El decrecimiento de la actividad económica, la contracción del mercado, la crisis de la demanda agregada y la caída del poder adquisitivo de la moneda nacional, debido al crecimiento de los precios, que comienza a derivar en una inflación de oferta, se agravan aún más porque, como diría Lord Keynes, “los instintos animales” del público son de muy fácil reacción: la inversión interna y externa se desploma, el ahorro desaparece y la especulación, así como el ocultamiento de los productos de la canasta familiar esperando que los precios crezcan, no hacen otra cosa que inflamar más esos instintos y entramos de cara en un turbión que se lleva todo lo que encuentra en su camino.

Lo más grave de las declaraciones es que el presidente demuestra que no existe un plan de contingencia, no existe un plan económico de contención a la crisis y las alarmas que ya estaban encendidas la semana pasada, hoy se convierten en sirenas parecidas a las que suenan en Kiev ante el anuncio de bombardeos rusos.

Sería muy positivo que, si el presidente no puede, por lo menos el ministro de Economía, el presidente del Banco Central o alguna autoridad con solvencia técnica calmen las aguas aplicando medidas, como la reducción de la tasa de interés bancaria, la liberación de aranceles para las importaciones de bienes de capital, la reducción del IVA, la eliminación del Impuesto a las Transacciones, la liberación de las exportaciones y usar la plata de los préstamos que por ahí consigan para generar empleos productivos en obras que reactiven la economía. Pero nada, en economía las cosas no se resuelven con discursos tontos, se resuelven con medidas reales y que tengan impacto para reactivar la demanda agregada.

De nada sirve vender “las joyas de la abuela”, si es que se seguirá por la misma senda del desajuste estructural, aumentando el déficit público y desactivando el aparato productivo. La escasez de combustible, que se ha añadido al problema global, es el tiro de gracia que nuestra economía está recibiendo.

Se debería a partir de ahora exigir que a todo político para asumir un cargo público, así como los deportistas, los choferes de buses y camiones y los pilotos de avión, se le haga un test de alcoholemia y/o toxicológico para constatar si está habilitado para ejercer su función de manera responsable y ética. En caso de que no exista este requisito, seguiremos derribando lo poco de esperanza que tenemos.

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