2 de octubre de 2022, 4:00 AM
2 de octubre de 2022, 4:00 AM

Me permitiré seguir opinando sobre asuntos que atañen a esta capital cruceña de nuestros amores más encendidos, una de cuyas identidades las losetas, al alcalde le ha venido en gana arrancar de sopetón, o sea de inmediato y sin pensar si está bien o mal, si conviene o no. No abundare más al respecto, así me lo exime la voz de ingenieros, juristas y de otros profesionales, todos ellos de lo más idóneos, asimismo de la ciudadanía que se ha pronunciado en las calles, todos los cuales ya dictaron sentencia: no se debe cambiar las losetas en obsequio de la tradición y la historia, y por cuestiones técnicas, de infraestructura, en fin, de economía. Lo único que se requiere en determinadas arterias de la urbe es nivelar las losetas que, en sus orígenes, fueron mal asentadas.

Lo que necesita Santa Cruz, con suma urgencia, es elaborar un orden de prioridades que, en materia urbana, en primerísimo lugar contemple la solución de problemas que nos afligen desde hace décadas, solución que por supuesto, no se logrará con salves y avemarías sino con dinero contante y sonante. Ahí está el transporte público y privado cada vez más caótico, cada vez más insufrible, cada vez más enfermizo, al punto de pensar que es un milagro que aún estemos cuerdos y sin tocar las puertas del cielo, cuando no ardiendo en los pagos de mandinga. 

Ahí está el avasallamiento de calles, avenidas, plazas y cualquier espacio público, de parte de los comerciantes informales; un incordio que el burgomaestre no se atreve a tocar porque, al fin y al cabo, le dio los votos -- oyendo sus sonajas populistas--, que le permitieron instalarse en la pega, y seguro que querrá repetir la dosis en las próximas elecciones. Pero, ¿hasta cuándo vamos a resistir este otro tormento que nos tiene con el resuello corto? Aquí viene a mi memoria la frase del Dr. Pedro Maillard en sus enjundiosos artículos --con alto contenido cruceñista--, que escribía los domingos en EL DEBER: Oí camba, ¿estás dormido?

¿Qué se puede decir de los canales de desagüe pluvial que siguen al descubierto y despidiendo olores nauseabundos porque no poca gente desaprensiva hace de ellos vertederos, fuera de que están convertidos en guaridas de antisociales y en refugio de drogadictos? Taparlos es una cirugía mayor que urge practicar porque en ello va la seguridad, el aseo y el ornato, sin los cuales será difícil, por no decir imposible, sacar a relucir los bolsones de la otra “amable ciudad vieja”, peor brotar pecho cuando cantamos “Bajo el cielo más puro de América”.

Estos y otros asuntos cruciales en absoluto han merecido al menos una parcial solución de parte de la actual administración municipal en casi dos años de gestión; ni siguiera el que mencioné en mi artículo del pasado 16 de septiembre: rehabilitar las vías del primer anillo que desde hace años permanecen con su capacidad de circulación de motorizados reducida a la mitad, por el frustrado proyecto del Bus de transporte rápido (BRT).

He ahí unas prioridades -más otras que aquí no caben-, que se anteponen con holgura a la peregrina ocurrencia de mandar al traste el enlosetado de Santa Cruz.

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