Problema. Si bien la tasa de desempleo bajó, muchos profesionales no se han insertado al mercado laboral o ganan un sueldo bajo. El Gobierno asegura que se recuperaron más de un millón de empleos. No obstante, la reactivación económica no llega a todos

12 de diciembre de 2021, 9:28 AM
12 de diciembre de 2021, 9:28 AM

Esta nota tendrá como protagonistas a tres personas que no se conocen entre sí, dos pidieron ser no citadas, quizás por vergüenza o por temor a ser señalados como contrarias al Gobierno. Sus historias se entrelazan como si se tratara de una película de múltiples tramas, como las clásica Amores Perros, o Relatos Salvajes. Pero esto no es ficción, es la realidad. Y acá también se hablará de economía; porque al fin al cabo es una ciencia social que analiza el comportamiento, las decisiones y las acciones de los humanos. Y esta nota se trata de eso, acciones que tomaron estas personas ante un factor que los une sin nunca verse entre sí: la precariedad laboral. Ante esta realidad, el emprendimiento, la resiliencia y la emigración son los caminos tomados por ellos; el último, el más duro de todos.

En su último informe de Rendición Pública de Cuentas Final 2021, presentado el 1 de diciembre, el Ministerio de Economía detalla que entre mayo de 2020 a octubre de este año se generaron 1.151.797 empleos adicionales en el mercado laboral, que pasó de tener 3.541.000 de personas a 4.295.000.

Incluso esa cartera de Estado asegura que en ese mismo periodo la tasa de desempleo cayó del 19,2 al 7,5%. Sin embargo, estas cifras no reflejan la realidad de algunas personas y familias que siguen buscando un trabajo decente, ante la reducción de sus ingresos.

Según una encuesta del Banco Mundial y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) -que analiza la situación de los ingresos de los hogares en América Latina y el Caribe- en Bolivia, Paraguay, Ecuador y Colombia, más del 60% de los hogares “aún no han mostrado signos de recuperación”.

‘Gibalandia’

Es jueves por la noche y Luis Fernando Wells, de 34 años, enciende el carbón y comienza su faena diaria. Aunque la gastronomía nunca fue lo suyo pasó un año y medio aprendiendo el arte de cocinar las gibas y chorizos a la parrilla, ahora asegura que domina bien esta técnica. ‘Gibalandia’, su negocio, está ubicado desde hace ocho meses en el cuarto anillo entre radial 19 y avenida Piraí. Trabajan cuatro personas, incluyendo él. Las cosas poco a poco mejoran para él.

Y lo hacen porque antes estaban peor. Desde 2018, Luis Fernando no encuentra trabajo en su campo profesional. Es ingeniero petrolero, especialista en la producción de hidrocarburos y seguridad industrial, pero la crisis del precio del petróleo fue matando de a poco el espacio laboral para los especialistas del sector y más en un país como Bolivia.

Envió su currículo a cuanta empresa de servicios pudo. La respuesta fue la misma, “no hay proyectos”. Incluso acudió a convocatorias lanzadas por Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) para la contratación de personal, en varias oportunidades quedó entre los cinco mejores, pero nunca logró ganar un puesto en la empresa estatal.

Por eso, en 2019 comenzó a trabajar con un amigo para aprender el arte de hacer carne a la parrilla. Hoy se considera un emprendedor, aunque no pierde la fe de poder demostrar la capacidad profesional como ingeniero petrolero, que adquirió en la universidad.

“Cuando empecé a estudiar petrolera, pensaba en tener una buena billetera, pero la realidad es otra. Uno lo ve todo gris, pero no hay que perder la esperanza. Con las gibas, puedo solventar el alquiler y a mis empleados. Queremos ampliar el negocio, pero no me aloco. Hay que ir de con calma”, dijo.

Resistir

Es jueves y detrás de la línea telefónica, un joven ingeniero civil de 30 años nos cuenta su historia. Es profesional desde 2013, en sus ocho años de carrera siempre tuvo que lidiar en un campo laboral competitivo, pero valía la pena. Si bien en sus primeros años ganaba poco, pero adquiría experiencia. Y no existe mal que dure cien años, después de ‘pagar derecho de piso’ llegó a percibir hasta $us 1.000 mensuales en los proyectos que su jefe, dueño una empresa mediana, conseguía.

En 2019 tuvo mucho trabajo, pese a los conflictos sociales que vivió el país. En 2020, las cosas también pintaban bien. Pero la pandemia paralizó un proyecto importante y la empresa en la que trabajaba despidió a todo el personal. Durante los meses de confinamiento sobrevivió vendiendo tortas, junto con su esposa, y distribuyendo materiales de construcción.

Cuando las restricciones disminuyeron buscó trabajo. Pero el virus afectó los sueldos, cuando mucho le ofrecían hasta Bs 1.800 mensuales por dirigir un proyecto.

“Los sueldos cayeron un montón. Estuve a punto de aceptar, hasta que un amigo me convenció de entrar a Uber y con eso me las arreglé”, narra.

Después de más de un año de pandemia y de varios meses trabajando con Uber, ahora trabaja en un proyecto. Le costó mucho encontrar un espacio laboral en su campo. Ahora gana Bs 4.000, y cada fin de semana hace de Uber para completar el mes.

Pero es optimista, en la empresa donde trabaja apuntan a varios proyectos para 2022 y le aseguraron que las cosas mejorarán. Su opción es aguantar.

El viaje

El jueves 16 de diciembre, un licenciado en administración de empresas de 32 años tomará un vuelo a España. Dice que no es apegado a las cosas, porque lo único que se llevará es su ropa y su celular. Y es que más allá de que le sirva para comunicarse, en el interior del artefacto están capturados retratos de una vida que deja atrás; hay videos, fotos y más fotos de amigos, pero sobre todo de su familia, cumpleaños, navidades, que quedaron guardados en el móvil. Vendió su televisor, su heladera, pero no quiso desprenderse de su viejo celular. Ama a Santa Cruz, pero el desempleo lo venció y para él, migrar lejos es por ahora la mejor opción que tiene.

Este profesional es graduado de una importante universidad privada de Santa Cruz, hace cuatro años culminó sus estudios, pero encontrar un trabajo formal en dónde ejercer su profesión ha sido una quimera. Por eso, emprendió en diversos negocios ligados al comercio, importaba mercadería, en especial ropa y zapatos de mujeres que después comercializaba en la ciudad.

Sus conocimientos le ayudaron a administrar sus ingresos, que bordeaban entre Bs 4.000 y Bs 5.000 mensuales. Aunque admite que a veces ganaba un poco más, pero la pandemia le arrebató la esperanza de crecer.

“Busqué un trabajo que esté ligado a mis estudios, pero en el mercado laboral no te dan la chance, te dan miseria de sueldos por eso decidí quedarme como comerciante. Con la pandemia gasté todos mis ahorros”, dijo.

Durante el periodo de emergencia sanitaria subsistió vendiendo alcohol. Pero en los últimos meses las ventas bajaron. Ahora su situación es de sobrevivencia, paga las cuentas, pero anda con lo justo.

Por eso, la posibilidad emigrar a otro país como España es el único camino que encontró. “Lo que hago ahora es sobrevivir, porque como independiente no tengo seguro médico y si uno de mis hijos se enferma tengo que hacer muchos gastos”, asegura.

Va al ‘Viejo Mundo’ con su esposa y sus dos hijos, una niña de siete años y un pequeño de cuatro. Llegarán el viernes a Madrid y de ahí viajarán a Murcia.

En esa ciudad lo espera un trabajo de chofer. Manejando ganará 2.200 euros (2.488 dólares) mensuales, un sueldo que pocos profesionales ganan en el país.

“Tengo amigos, ingenieros, que están de Uber o de delivery, pese a que están bien preparados. Es frustrante, como profesional joven no encontrar trabajo, ahora los políticos lo han complicado y no hay reactivación económica”, se queja.

Se va triste. Es la primera vez que sale del país. Tiene previsto estar 10 años en España hasta ahorrar lo suficiente como para comprar su propia casa, un sueño que -estando en el país- no puede realizar. “Es la primera vez que me voy del país y voy a extrañar a mi familia, mis padres y mis hermanos. Pero tengo que buscar lo mejor para mis hijos y acá en el país no está. Ya no aguanto más”, se sincera.

Datos

De acuerdo a cifras de la Confederación de Empresarios Privados de Bolivia (CEPB) -a diciembre de 2019- la tasa de desocupación alcanzaba al 4,84%, al mismo mes en 2020 subió al 8,23% y en octubre de este año alcanzaba al 5,22%. Analizando estos datos, el sector empresarial señala que, en términos absolutos, a octubre de 2021 hay 43.000 desocupados más que en diciembre de 2019.

“Es decir, que no hemos logrado recuperar el empleo perdido en 2020”, señala la institución.

La entidad empresarial sostiene que además del desempleo abierto, el problema está en el empleo precario y en el subempleo, que pudieron haberse incrementado, si consideramos que las empresas - que son las generadoras de empleo digno, no han tenido el mismo ritmo de recuperación.

Por ejemplo, según la CEPB sectores como el turismo, gastronomía y hotelería, generadoras de empleo directo sufrieron parálisis catastróficas durante la pandemia.

Según la Confederación, la pandemia agudizó el subempleo; es decir, la condición en la que los trabajadores, a pesar de su capacidad y disponibilidad, trabajan menos de 40 horas semanales.

“Según nuestros datos, a diciembre de 2020, la tasa de subocupación era del 13% y creció por encima del desempleo. Lo que pasa con el transporte público, las ventas ambulantes y otros sectores informales, refleja lo que está sucediendo”.

“Hay menos demanda, el transporte público trabaja menos horas, hay más gente que satura esos espacios y los ingresos se contraen para todos. Esto implica que el problema tiene dos dimensiones: emprendimientos más vulnerables y trabajadores también más expuestos”, señala la entidad.

Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) en el área urbana, de las 385.000 personas que estaban inactivas al primer trimestre de 2021, 124.000 pasaron a estar ocupadas en el comercio (32%), 69.000 a la industria manufacturera (18%), 52.000 personas en alojamientos y comidas (13%), entre las principales actividades.

En un reporte de la agencia ABI, la ministra de Trabajo, Verónica Navia, aseguró que en el primer año de Gobierno se generaron 960.000 fuentes de trabajo.

Una cifra fría, porque la realidad es otra, la gente emprende, aguanta o emigra lejos de un país donde las oportunidades se agotan.