Opinión

Profundizando la historia

18 de mayo de 2021, 5:00 AM
18 de mayo de 2021, 5:00 AM

Estamos en un proceso de reflexión de las bases sobre las que se construye nuestra estructura política y social para tratar de explicar los momentos que vivimos. Las verdades de breviario, aquellas que se apoyan en enunciados generales para explicar y justificar aciertos y errores y se enuncian como consigna, no siempre se conduelen de los matices de la realidad.

Un ejercicio simple sirva para comprender la complejidad de la reflexión: lo que ocurrió en Bolivia en noviembre de 2019, fue un golpe de Estado o una sucesión constitucional. La argumentación, por un lado, de la violencia ejercida contra las autoridades masistas y la presión de militares y policías, la Iglesia, algunos grupos cívicos y políticos derrotados, y por otro lado, que como consecuencia de la renuncia del expresidente Morales, el vacío de poder que ello produjo, la reconstitución de las directivas camarales con mayoría de 2/3 de parlamentarios del MAS, la aprobación de la ley de ampliación de mandatos y la aceptación de la renuncia por el Parlamento el 21 de enero de 2020, fundamenta lo contrario. Todo esto, en el marco del desconocimiento de los resultados del referéndum del 21 de febrero de 2016, y las denuncias de fraude electoral en 2019.

La verdad histórica de los hechos, tratará de ser definida por el bloque en el poder siempre y cuando logre demostrar que su argumento tiene la razón y lo que se intentó con las renuncias bajo presión, simplemente, fue detener la violencia. El triunfo del MAS en las elecciones del 18 de octubre de 2020, demostrarían la existencia del golpe; sin embargo, esa afirmación no logra destruir el argumento de cómo es que un Parlamento masista con 2/3 del control del voto y con el control de las directivas camarales, aprobó la continuidad constitucional y aceptó las renuncias.

Cualquiera sea la posición que adoptemos, queda en evidencia que estamos frente a una situación polarizada y fraccionada. Esa es la razón por la cual se están escuchando cada vez más fuerte, voces que plantean la reconciliación, la pacificación, el reencuentro para ayudarnos, entre todos, a resolver los problemas angustiantes de la pandemia, la crisis económica y la coordinación con poderes territoriales de diversos signos políticos.

Frente a ese escenario, se hace necesario realizar un esfuerzo para encontrar razones y argumentos que generen empatía y reconciliación. En la lista de posibles propuestas, he encontrado tres acontecimientos, que nos podrían ayudar a fundamentar posiciones de acercamiento por su importancia y consistencia.

La primera se refiere a la gesta de Andrés Ibáñez en 1876 que plantea una forma distinta de alcanzar el progreso de la gente, con mayor justicia social y redistribución del excedente económico generado por el trabajo, y una organización territorial que responda de mejor manera a la periferia, lejana del poder minero.

La segunda es el Memorándum de 1904 de la Sociedad de Estudios Geográficos e Históricos de Santa Cruz, que, en una interpelación al Congreso de la Nación, llama la atención sobre la integración territorial, el desarrollo de capacidades productivas y la necesidad de comprender el mundo con el cual había que relacionarse e interactuar.

Y finalmente, releo las consignas de la Revolución Nacional, que, desde la Guerra del Chaco, pasando por los gobiernos de Busch y Villarroel y las propuestas del Plan Bohan que planteaba el desarrollo y la diversificación económica, desembocan en el 9 de abril de 1952, con una agenda estatal que se debate entre lo inconcluso, la traición y la necesidad de su reencauzamiento a partir de los cambios generados desde el año 2006.

Con matices, las tres situaciones tienen un hilo conductor similar al proponer construir un Estado soberano sobre la base de una sociedad dual y abigarrada, origen de nuestros desencuentros. Y aunque parecemos una sociedad inconforme que reniega y revisa todo el tiempo, su forma de organización, su estructura, sus valores y sus instrumentos de representación, la coyuntura nos obliga a realizar un esfuerzo para superar las trabas que nos impiden encontrar las respuestas.

Tenemos frente a nosotros, la necesidad de desarrollar cohesión social aplicada con resiliencia.



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