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5 de mayo de 2022, 4:00 AM
5 de mayo de 2022, 4:00 AM

He seguido con atención la discusión sobre el Censo Nacional de Población y Vivienda (CNPV) que se realizará el próximo noviembre. Quiero compartir ciertas inquietudes desde el punto de vista de la medición, resaltando que algunas dimensiones necesitarán herramientas adicionales.

Para el CNPV se debe tener claramente qué se quiere medir y para qué se desea hacerlo, sobre lo cual surgirá la forma o cómo medirlo.

Comienzo por el caso de la religión. Más allá de la simple pregunta sobre religión, hay varios temas adicionales.

Vayamos en secuencia: ¿Es usted católico? SI lo es, ¿es practicante? ¿Cuántas veces al año? ¿Coincide con los principales dogmas de su iglesia? Cuatro preguntas que podrían definir la religiosidad más allá de la pertenencia o la afinidad, pero que es imposible hacerlo en un censo.

De hecho, en el análisis de repercusiones de las creencias religiosas en el crecimiento económico, el académico de la Universidad de Harvard Robert Barro no incluye a qué religión se adscribe una persona, sino las veces que va a sus servicios, la creencia en el cielo, infierno y la vida después de la muerte, que proviene de la Encuesta Mundial de Valores.

En el caso de la autoidentificación con pueblos indígenas sucede lo mismo que con religión. La pregunta clave es qué se entiende, por ejemplo, por guaraní. ¿Es alguien que tiene ascendencia guaraní? ¿Alguien que habla guaraní? ¿Alguien que se identifica con la cultura guaraní? Estas definiciones pueden dar lugar a diferentes políticas públicas.

Los especialistas Xavier Albó y Ramiro Molina en “Gama étnica y lingüística de la población boliviana” (2006) muestran que existen al menos cinco categorías de etnicidad en función a la identificación, al idioma que aprendieron en su niñez, al que hablan actualmente, dando un porcentaje de población indígena entre 36% y 66% de la población mayor a 15 años.

Si se trata de promover políticas públicas para disminuir la brecha indígena será mejor la primera definición (identificación, lengua en la niñez y lengua actual), mientras que si se trata de mostrar las raíces culturales podría ser la segunda. Nuevamente todo depende de qué se quiere medir y para qué.

La pertenencia a un pueblo indígena no es trivial, pues como lo muestra José Llorens (2002) en “Etnicidad y censos” existen al menos tres visiones con similares correspondientes en los censos: la primordialista o de lazos culturales; constructivista o de imaginarios colectivos; y situacional que incluye el simbolismo.

Lo propio pasa con empleo. En los CNPV de 2001 y 2012 la pregunta era “Durante la semana pasada, ¿trabajo?” Es una interrogante vaga porque no responde a cuántas horas se trabajó, si el trabajo es remunerado o si incluye a los trabajos familiares.

Afortunadamente existen herramientas que pueden servir para tener la información con más detalle que sólo una pregunta de identificación cultural, religiosa o laboral: las encuestas. En el país se hacen anualmente la Encuesta de Hogares (EH) y mensualmente la Encuesta Continua de Empleo (ECE), esta última desde 2015.

Gracias a la primera conocemos que: i) 290 mil personas fueron al teatro en 2017; ii) 3% de la población era discriminada por cuestión de la piel en 2018; iii) 130 mil estudiantes eran objeto de acoso (bullying) por su contextura básica en 2019; y, iv) que más de un millón de personas tuvo síntomas de Covid19 en 2020.

Y en virtud de la ECE podemos conocer, entre otros, que el empleo en empresas disminuyó en 100 mil puestos entre 2015 y 2021 o que el ingreso del sector informal es en torno a 10% menor que antes de la pandemia.

Esos datos fueron posibles gracias a las ponderaciones que provienen del CNPV de 2012, sin los cuales la extrapolación sería más difícil y arbitraria.

En síntesis, se puede aprovechar el CNPV con un conjunto reducido pero significativo de preguntas censales, que sirvan para que la Encuesta de Hogares 2022 y la ECE puedan indagar sobre religión, pueblos indígenas y calidad de empleo con el detalle necesario.

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