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29 de abril de 2022, 4:00 AM
29 de abril de 2022, 4:00 AM

Qué costumbre mediocre y malintencionada, atacar a la prensa, esta es una apelación desesperada, mi desconcertada impresión, mi atrevida interpretación de lo que pasa con la prensa hoy. Y no es por los periodistas de grabadora y micrófono, no es por los medios, no es por la información, ¡no!; es por los políticos, es por las publicaciones de Twitter, pero es, sobre todo, y quién creyera esta paradoja, por reporteros curtidos, por maestros del periodismo y por líderes de opinión. Cada día veo cómo ellos atacan esta bella y noble profesión y se convierten en jueces de oficio.

Los políticos, que muchas veces para exculparse de sus propios pecados apuntan a que es la prensa la que orquesta campañas de desprestigio. Los políticos le temen al ejercicio de contrapoder de los medios y en ese miedo caótico quieren contraatacar, no importa cómo. Lo hacen los parlamentarios oficialistas, los concejales de todo el país y hasta las autoridades elegidas por el pueblo que sin ningún cálculo o respeto por quienes ejercen  con rigor el oficio, apuntan y etiquetan a medios y a periodistas como neonazis, extrema derecha radical, empleados del fascismo o en su defecto electrizantes títulos de opresores, violentos y colocan una lápida para que el público enardecido se sume y crean que la prensa es una presa fácil de roer.

Las acciones erráticas de esa campaña con la prensa pasan por la evasión a las preguntas, no dan entrevistas para explicar el resultado de sus acciones muchas veces de dudosa ética o de abierto prebendalismo. Para refugiarse en sus cápsulas blindadas. ¿Que hacen? atacan, se acusa de hostigamientos y persecución y la mayor desfachatez que estamos escuchando es que existen periodistas racistas, homofóbicos y otras sandeces.

De esa misma situación se han escuchado declaraciones de que los periodistas son sus enemigos y expresan que no se les tiene miedo. Pero para empeorar esta situación, se nota a las claras que existe una silenciosa guerra entre los mismos periodistas. No hace mucho tiempo el periodismo tenía un bello y hasta poético sentido de compañerismo. Entre los reporteros no se veían como enemigos, aunque fueran competencia, si bien cada uno le daba un enfoque distinto a la información -de eso se trata la libertad de expresión- nadie presumía mala fe del otro ni se autoproclamaba dueño moralmente de la verdad. Al contrario, prevalecía la empatía, el entender el ejercicio periodístico más allá de la interpretación individual de la realidad.

Si por un lado los actores políticos atacan a la prensa y por otro los mismos periodistas pugnan espacios entre ellos, no hay duda entonces de que debe haber un giro de timón iniciando en las casas superiores de estudio, donde además de la curricula que se enseña, se empeñe y se capacite más que nunca, en anteponer la verdad antes de cualquier interés o temor que tenga el futuro periodista. Todos saben que para los medios de comunicación una mala noticia es una buena noticia. Eso debe terminar, fundamentalmente cuando los escenarios del país son cada vez mas politizados, requiere de periodistas preocupados únicamente con la verdad, con la sensatez y fundamentalmente, con el buen tino de ofrecer notas a voceros que desinformen a la población, a voceros que representen no solo a una ideología, sino que fundamentalmente las aspiraciones de la sociedad, quienes vemos con estupor como, la libre expresión está tan mal usada y estropeada.

Los jefes de redacción, los jefes de prensa y los periodistas de calle tienen que estar atentos, la verdad de los hechos antes que la verdad de un interés sectario o de un interés antipatriota. Los ataques siempre vendrán, lo triste es que esos ataques muchas veces tuercen la veracidad y la honestidad de la información.

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