15 de septiembre de 2023, 4:00 AM
15 de septiembre de 2023, 4:00 AM

Este martes fuimos testigos de una muerte deportiva anunciada, no sé qué esperábamos de una representación futbolística que no solo es mediocre, es el resultado de una dirigencia deportiva que despide un mal olor, quienes deben manejar ese deporte tan noble y apasionante como es el fútbol, se encuentran buscando y encontrando todo lo que, aunque esté mal, responda a sus mezquinos intereses, llegando al extremo de que presentándose una actividad delictiva (no sé hasta ahora si está o no demostrada) en la conducción de los organismos técnicos y de arbitraje, permiten a esos malos dirigentes para mejorar su posición futura deportiva para dejar sin efecto el campeonato en su integridad, aunque por ley, los actos delictivos son personalísimos y, en consecuencia, únicamente deben afectar a quienes son sindicados de delincuentes, pero no afectar a justos por pecadores, únicamente porque así mejoran los resultados que les mejore sus intereses futuros a esos malos dirigentes deportivos.

La selección de fútbol boliviana responde a esa estructura de dirigentes mediocres, y cuando la realidad nos confronta al primer mundo futbolístico como es enfrentar al actual campeón del mundo, emerge la mediocridad, la improvisación y es el resultado de lo que desde hace tiempo viene aconteciendo en el fútbol boliviano y nos confirma que el país, en todas sus otras actividades públicas, responde solo a intereses mezquinos y de una pobreza mental que exaspera cualquier análisis.

La Paz, denominada ciudad maravilla, obviamente también debería ser una ciudad cordial y que dé la bienvenida a sus visitantes, ha mostrado una hilacha, que ojalá sea solamente una, al haber criticado hasta llegar a que el alcalde municipal tenga que pedir disculpas por haber dado la bienvenida mediante pancartas al mejor jugador de fútbol del mundo y al equipo campeón mundial de fútbol, pancartas que colgaban en el trayecto del ómnibus que trasladaba a la delegación argentina. Esa intolerancia al exigir que se descuelguen esas pancartas y las críticas a aquellos aficionados que estaban en el público con camisetas de la selección contraria, no es por reacción al baile que nos dieron futbolísticamente en Miraflores, es porque ese sentimiento negativo y de no permitir el libre pensamiento de las autoridades y habitantes, viene desde lo más profundo de esa mentalidad atávica que se tiene en el país desde que se discutía su independencia.

Este torneo no ha terminado el martes para nuestro sufrimiento, aún todavía hay un camino que recorrer, pero de lo que sí podemos estar seguros es que en Miraflores ya no se va a tener un pueblo ilusionado, sin importar el color de la camiseta que lleve, para apoyar incondicionalmente a su selección, ya no, los jugadores ya mostraron lo que son y talvez mejoren algo, pero dar satisfacción a la hinchada ya no, porque sabemos sus límites y el agravante es que los dirigentes deportivos siguen siendo los mismos mezquinos que están preocupados en prohibir que se emita la señal televisiva a otros países y esperando que la Conmebol dé luz verde para consolidar la vergonzosa cancelación de un campeonato de fútbol en su fase final.

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