Opinión

¿Qué pasará con el mundo después del Covid-19?

19 de mayo de 2020, 5:00 AM
19 de mayo de 2020, 5:00 AM

En el año 430 A.C. Tucídides, el historiados griego sostenía que la epidemia que asoló Atenas "fue tan arrolladora que los hombres, sin saber lo que sucedería con ellos, se volvieron indiferentes a los mandatos de la religión y de la ley". Hoy se ha hecho común escuchar que la vida cambiará después del coronavirus: ¿qué cambiará? ¿Experimentaremos una sociedad sin mandatos, sin principios, sin instituciones? ¿Nuestros valores se cambiaran por una visión más fría de la vida y de la historia? Habría que empezar reconociendo que seguiremos trabajando para ganarnos el sustento diario. Unos tendrán que hacerlo en condiciones más precarias, otros seguirán la misma rutina de siempre, los menos, reducirán o abandonaran el trabajo, pero el mundo seguirá girando con la misma velocidad anterior a la pandemia. Para unos será el momento de empezar, para otros un punto de inflexión, para lo más, el momento de repensar su paso por la vida. 

Es más probable que el cambio se ejecute en la percepción y la forma en que cada uno de nosotros valore el mundo que nos rodea. Cando Tucídides sostenía que el efecto de la epidemia que se llevó un tercio de la población griega “evaporó la fe en las instituciones y los valores sagrados” se refería a un momento de la historia en que todo tiene que rediseñarse. Algo similar habremos de experimentar nosotros; las cosas que hasta no hace mucho fungían como simples accesorios de la vida moderna; las cercanías, el abrazo, la convivencia, el valor de una relación, la amistad, el compañerismo y otros valores sacrificados por el individualismo hedonista de nuestros tiempos, reaparecerán con nuevos bríos y serán ahora más importantes y vitales. De alguna manera la epidemia desmaterializará la vorágine del mercado y el fetiche de las mercancías. 

En el recuento de los efectos pandémicos, Josiah Ober y Federica Carugati sostienen que la Peste Negra que pulverizó la vieja Europa en 1346 fortaleció el espíritu de solidaridad ciudadana al punto que el sentido de la democracia quedó más claro. En gran medida “el espíritu” de occidente encontró en el drama de la Peste el sentido de la modernidad. Los hombres comprendieron que era mejor sobrevivir en un mundo en que todos compartieran algo, ese algo resulto el espíritu democrático y la preeminencia del “nosotros”. Como dice Luisa Carradini, por referencia a la Peste; "la democracia demostró ser más fuerte que la enfermedad. En vez de derrumbarse, su sistema evolucionó y se fortaleció“. Los hombres comprendieron que la clave de la sobrevivencia pasa por el respeto a los derechos, y que los derechos de unos terminan donde empiezan los derechos de los otros, el resultado fue el desarrollo de comunidades más solidarias y una valoración superior de la existencia humana más allá de las ideologías, las creencias o lo mitos. De alguna manera estas terribles experiencias humanizan la política (o la radicalizan). 

En los periodos que siguen a las pandemias, se pone en juego un peligroso equilibrio entre la democracia y las formas más represivas de control social. En esos momentos las sociedades experimentan cambios fundamentales en la base económica, por lo general alteran el sistema de redistribución de la riqueza social en una economía forzada a ampliar todos sus límites como mecanismo de reconstrucción; unos ganan y otros pierden. Estas difíciles transiciones a la “normalidad” suelen ser caldo de cultivo para la libertad o para el despotismo. Finalmente es bueno recordar que todas la pandemias dejan huellas poco duraderas, debe ser que los humanos estamos hechos para reciclar nuestros más angustiosos episodios y nuestros más profundos dolores.


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