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3 de diciembre de 2023, 4:00 AM
3 de diciembre de 2023, 4:00 AM

Antonio Riveros / EMPRENDEDOR

La victoria de Javier Milei en el balotaje argentino tuvo reacciones de muchos líderes en todo el globo, Elon Musk, el magnate tecnológico y uno de los hombres más ricos del mundo, publicó en X: “Argentina se prepara para la prosperidad”, aludiendo al episodio electoral.

Pocos días después llegaron rumores respecto a una posible inversión de 100 mil millones de dólares por parte de Musk en el país vecino, en una supuesta planta de Tesla y otros proyectos de energía sostenible. Más allá de la veracidad del rumor, esto me lleva a soñar y preguntarme, ¿cómo podríamos atraer una empresa de este calibre a un país como Bolivia?

Musk ha invertido cerca de cinco mil millones de dólares en cada giga fábrica fuera de Estados Unidos, una de ellas en Alemania, la segunda en China y la última en México.

Si Bolivia quisiera soñar con atraer a un inversionista como Elon Musk y su proyecto Tesla Motors para abrir una giga fábrica de autos eléctricos necesitaría no sólo cambiar el panorama geopolítico, modelo económico y políticas públicas que claramente deben hacerse, sino también encarar un milagroso cambio de 180 grados en la percepción de la inversión en nuestra sociedad.

Un factor importante puede ser un concepto ya conocido y practicado de lo que es “la triple hélice”, que habla de la colaboración entre los gobiernos, la academia y las empresas/emprendimientos.

En primer lugar, los gobiernos en todos sus niveles deben establecer políticas públicas que van desde regular, desregular, actualizar normativas, incentivar inversión, disrupción, incentivar impacto positivo socio-ambiental, fomentar la investigación y el desarrollo y algo innegable, brindar certidumbre para la inversión. Todo esto como política de Estado, impermeable a cualquier gobierno de turno como lo hacen muchos estados que hoy impulsan economías creativas.

En segundo lugar, la academia, que es la fábrica de mano de obra calificada para atender las exigencias de una empresa líder en tecnología.

Bajo este rol, el Estado y la academia deben fortalecer sus instituciones educativas en áreas clave como la ingeniería, investigación en ciencias básicas, industria 4.0, crear un “pedigrí” de profesionales abiertos a la innovación y disrupción. ¿Cómo estamos hoy en la preparación de profesionales? ¿Estamos formando profesionales para competir con otros de la talla de Rappi, NotCo, Nubank u otras “empresas unicornios” que son líderes en la región?

En tercer lugar, la empresa y los emprendedores innovadores deben contribuir con su agilidad, innovación y dominio del mercado, como sensores de los dolores de la sociedad, del ecosistema de innovación y del ecosistema tecnológico del país.

Estos tres actores no podrían hacer mucho sin una buena logística, infraestructura, la creación de parques tecnológicos y la mejora de la conectividad digital que son esenciales para respaldar la presencia de empresas de vanguardia. Algo crucial es capitalizar a Bolivia como la primera reserva de litio, con 23 millones de toneladas, donde la idea de una fábrica de baterías de litio es más cercana.

En resumen, la interacción exitosa de estos y otros actores puede generar desde pequeños casos de éxito de empresas de la industria 4.0 hasta la atracción de grandes corporaciones que sientan que pueden llegar a un país geográficamente posicionado para una logística en Sudamérica con certidumbre legal, financiera y con talento potencial para ejecutar ambiciosos proyectos con mirada internacional, ya que ahora el mercado boliviano, por su volumen, no es un atractivo.

Díganme soñador, tecno utópico, pero hay una camada de emprendedores, académicos y parte de la sociedad que quiere ver una Bolivia presente en el ecosistema tecnológico de vanguardia del mundo.



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