Opinión

¿Quién habla de la otra pandemia? La depresión

14 de abril de 2021, 5:00 AM
14 de abril de 2021, 5:00 AM

Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), la depresión es el trastorno mental que más afecta a la población y es, además, una de las principales causas de discapacidad en el mundo. En el planeta afecta a unos 350 millones de personas y alrededor de un millón se suicida cada año por este trastorno mental. En América Latina, cerca del 68% de la población no recibe atención oportuna para su tratamiento, lo que quiere decir que seis de cada diez latinoamericanos están a su suerte frente a esta otra pandemia.

El panorama se agudiza mucho más -aún- con la aparición del covid-19, el confinamiento, la crisis económica, la pérdida de un trabajo, el incremento de la incertidumbre y el temor a perder a un amigo, familiar o la vida de uno mismo, por causa del coronavirus; el incremento de la soledad, la ausencia de abrazos, de apoyos personales y no virtuales agudizan mucho más la problemática. En este actual contexto, la vida es de una indefensión y de una anomalía enloquecedoras.

La depresión es una crisis global y es más común en las mujeres que en los hombres, por toda la carga social, familiar y económica que recae sobre sus hombros y con mayor razón teniendo en cuenta que sus tareas se hasta triplicaron durante el confinamiento.

Los que padecen de depresión, enfrentan un severo sufrimiento social -muchos la ocultan para evitar prejuicios- y en términos económicos implica importantes costos para las familias, por la carencia de subsidios hacia medicamentos para tratar estos trastornos, puesto que los precios de mercado son, en general, elevadísimos y prohibitivos. En la región, se calcula que el porcentaje del presupuesto sanitario destinado a la salud mental en general -con todas sus sicopatías como son las crisis de angustia, los trastornos obsesivos compulsivos, los trastornos bipolares, la sicosis - es inferior al 2%.

Un estudio canadiense basado en 55 investigaciones descubrió que, en la primera ola de la pandemia, el denominado estrés postraumático se habría multiplicado por cinco, los trastornos de ansiedad por cuatro y la depresión por tres.

Si a esto sumamos que, en estos tiempos de covid, se estaría incrementando una marcada subida del absentismo laboral, por trastornos síquicos, esta pandemia está golpeando muy duro a muchas familias que no encuentran ningún apoyo médico. Otro indicador señala que las consultas con sicólogos y especialistas se habría incrementado hasta en un 20% en la región.

En Bolivia no existe una política específica de salud mental ni leyes particulares referentes a salud mental ni se cuenta con un sistema de vigilancia en salud mental y tampoco se cuenta con indicadores de salud mental dentro del Sistema Nacional de Información en Salud. Esta situación es gravísima teniendo en cuenta que esta enfermedad silenciosa genera tanto drama familiar y que no recibe la atención debida.

Para colmo de males, no existen disposiciones legales en Bolivia para proteger a los usuarios de discriminación, para facilitar acceso a vivienda en casos crónicos y graves que lo requieran ni mucho menos alguna clase de pensiones para pacientes sin recursos. Pero, obviamente, nadie habla de esta otra pandemia social.



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