25 de noviembre de 2022, 4:00 AM
25 de noviembre de 2022, 4:00 AM


Así como la ciudad de El Alto descubrió, el año 2003, que podía cambiar gobiernos a través de la insurrección popular, Santa Cruz de la Sierra, el 2019, asumió que podía hacerlo a través de los paros cívicos. No es casualidad, ambas son las ciudades con mayor índice de crecimiento demográfico, con clases sociales emergentes, en busca de sus propios destinos.

Ya no sé cuántos días de paro llevamos en Santa Cruz, mis hijos me dicen que más de treinta, por un paro que empezó con una demanda legítima por lograr que el censo se haga el 2023 y que, luego, fue derivando en otros tipos de reivindicaciones ya sin rumbo definido. No hablaré de los daños económicos al departamento y al país porque el Gobierno nacional lo hace cada que habla algún funcionario público, sea de jerarquía o pagado para defender al Gobierno sin importar los argumentos; tampoco lo haré de la pérdida de vidas humanas porque el daño no se puede cuantificar, la muerte de un ser humano no se justifica ni con la más grande de las ideologías ni con proyectos políticos. Voy a hablar de los daños al tejido social y al imaginario nacional que, a estar alturas, ya son irreparables.

Arce nunca pudo entender que era el presidente de los bolivianos y prefirió gobernar para el 55% que le dio la victoria olvidando, a propósito, la igualdad jurídica que rige las relaciones entre miembros de la comunidad nacional, es decir el 45 % no existe y por lo tanto nada de lo que pidan, así sea justo, merece su atención. El Gobierno tiene la obligación de atender las demandas nacionales y lo hace con los que portan la bandera de su partido, en el caso de Santa Cruz pretendió ningunearla desde el principio y optó por el enfrentamiento antes que por el diálogo. 

Para ser ecuánimes diremos que el Comité Interinstitucional no sabe que la política es el arte de lo posible y se cerró en el año 2023, ignorando que lo que se ha conseguido de bajar las fechas la realización del censo mismo y la entrega de datos para la redistribución económica y de escaños fue una victoria del pueblo cruceño para todo el país, pues toda Bolivia se beneficiará de este empeño, como hicimos con la autonomía que todo el país goza.

El Gobierno nacional optó por el enfrentamiento y por incentivar un peligroso discurso de odio racial y regional, llevando el conflicto más allá de la reivindicación del censo, convirtiéndolo en una guerra entre collas y cambas, entre indios y blancos, ente americanos y europeos. La estrategia del Gobierno de cercar Santa Cruz, de enviar pandillas de funcionarios estatales apoyados por la Policía que, incluso, disparan a bebés recién nacidos, “obedeciendo órdenes” para atacar civiles; así como los abusos de algunos grupos que apoyan el paro, despertaron el fantasma del separatismo.

Soy beniano, criado en La Paz, hace treinta años que vivo en Santa Cruz y nunca había escuchado hablar de separatismo con tanta pasión, incluso a personas que jamás pensé apoyarían este extremo, gente del interior que hizo de esta ciudad y de este departamento su patria chica. Estrategia estúpida que ha sido aprovechada por ciertos sectores comiteístas que sueñan con una nueva república independiente, el Gobierno les proveyó los argumentos que precisaban para justificar lo impensable.

En honor a la verdad, debo reconocer, que los más aplicados ministros de esta perversa estrategia gubernamental no fueron collas, fueron cambas; señal de que el poder absoluto corrompe absolutamente y prueba de que el conflicto no es entre collas y cambas, sino entre el Gobierno central (andinocentrismo) y los gobiernos regionales. Es obvio que esos ministros aman el poder y quieren mantenerlo sin importarles el costo social. 

Es lamentable que el legado de un gobierno sea el de haber germinado la semilla del separatismo y envenenado las redes sociales con los discursos de odio; ya no importan las cosas que nos unen como bolivianos, solo interesa lo que nos separa, evidenciar diferencias como si solamente este país las tuviera. Ese es el triste legado de Luis Arce, Evo Morales, Luis Fernando Camacho y compañía que nunca entendieron que ya le habíamos ganado al Gobierno y siguieron con otras peticiones (algunas soberbias); que lo del 2023 ya era lo de menos, porque la lucha real y difícil será la de la redistribución de escaños y del dinero que corresponde a los departamentos y ciudades por habitantes y a las universidades públicas por número de estudiantes.

En el recuento final todos hemos perdido, el país ha perdido la posibilidad de reconciliarse, la nación, la fortaleza de la unidad, el concepto de patria se volvió una demanda de rotondas y lo de bolivianos ya es una entelequia para una sede de gobierno, con un Palacio Quemado por la ambición de quienes lo ocupan, pasajeros, inquilinos de una casa maldita que hace emerger lo peor de los seres humanos que la ocupan. 

Me han dicho masista, fascista, de extrema derecha y de extrema izquierda, no me importa, intento decir lo que creo, sé que no tengo la verdad porque los que creen que la tienen son los más necios y algunos de ellos pese a los siglos, siguen viviendo en la “Caverna de Platón”.

Tags