Pese a la adversidad, el crecimiento de las ventas externas del sector fue del 56%. No obstante, por cada dólar que se exporta en prendas de vestir hay ocho dólares de ropa que se importa desde otros países

11 de abril de 2023, 13:00 PM
11 de abril de 2023, 13:00 PM


El contrabando y la masiva importación de ropa no han logrado doblegar a un grupo de empresas bolivianas productoras de prendas de vestir, que en 2022 incrementaron sus exportaciones un 56%. La calidad, la tecnología, la innovación, la segmentación de mercado y el trabajo duro permiten a estos emprendimientos no solo sobrevivir en el mercado, sino crecer y llegar a otros países.

“Es un trabajo arduo”, cuenta la chuquisaqueña Sonia Avilés, quien se dedica a la exportación de prendas de alta costura desde el 2000. “Nosotros producimos moda étnica que se vende en toda Bolivia y en el exterior”, indica la gerente propietaria y diseñadora de Sonia Avilés Moda Boliviana. 

De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) procesados por el Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE), el valor de las ventas externas de estos productos aumentó de $us 15,56 millones en 2021 a $us 24,3 millones el año pasado, la mayor cifra desde 2014, cuando se vendieron $us 28,63 millones.

El principal comprador de estas prendas de vestir fue México (49,2%); al que le siguen Estados Unidos (30,3%); Brasil (6,1%) y otros países (14,5%).

El departamento que más exporta es Chuquisaca (71%), seguido de Santa Cruz (21,6%), La Paz (6,8%) y otros (0,3%).

Para Avilés, la clave del éxito es la innovación, proceso en el que ha fusionado las tendencias internacionales de la moda con bordados artesanales de mujeres que viven en pueblos de gran riqueza cultural de Potosí y Chuquisaca. Así, ha llegado a Estados Unidos, España y otros países de Europa. 

“Hay que estar siempre a la vanguardia, siguiendo la moda actual, y no olvidar lo nuestro, la riqueza textil de Bolivia”, subraya.

“Una de las claves es entender cuál es tu calidad y en función de esa calidad buscar el target adecuado. Eso es muy importante, porque no existe ninguna empresa que apunte a todos los segmentos de mercado y eso es algo que no muchos entienden”, sostiene Álex Zegarra, socio fundador y director comercial de Pure Cotton, textilera con amplia experiencia en negocios internacionales.

“Esa ha sido una de las claves de Pure Cotton para mantenerse vigente, porque desde muy chicos hemos entendido muy bien cuál es nuestro cliente, cuál es el tipo de consumidor que tenemos que cuidar y al que tenemos que llegar. Querer llegar a todo el mundo se complica, porque no todos tienen el mismo presupuesto, no todos buscan el mismo precio y la misma prenda”, afirma Zegarra.

Avilés tiene también su mercado claro. “No es un producto que se hace al por mayor. Trabajamos con el concepto de alta costura”.

“Yo creo que la gente se ha cansado un poco de la moda en los grandes malls, que casi uniforma a todas las personas. Entonces, si uno presenta modelos diferentes con nuevas propuestas, eso llama la atención. Puede costar un poquito más, porque es trabajo artesanal, pero llama la atención y es un plus para nuestro trabajo”, indica la diseñadora.

Desafíos

Y esto es muy importante no solo para el mercado externo, sino también para el interno, donde el año pasado se importaron ocho dólares en ropa por cada dólar que se exportó de ese producto.

Los reportes del INE y del IBCE indican que las ventas externas de prendas de vestir sumaron $us 24,3 millones, en tanto que las compras externas acumularon $us 188,65 millones.

El valor importado en 2022 es el más alto en los últimos 20 años, en tanto que el exportado es el mayor en los últimos ocho años, pero aún está lejos del récord de $us 36,2 millones de 2010.

Y ese es solo uno de los obstáculos que en general deben superar las empresas del sector. “El problema es el contrabando, que mata la industria nacional”, dice Agustín Mamani, secretario de Fortalecimiento Institucional de la Confederación de la Micro y Pequeña Empresa (Conamype).

El Viceministerio de Lucha Contra el Contrabando “hace sus esfuerzos”, pero no cuenta con el personal suficiente para controlar las fronteras, considera.

El dirigente detalla que los artesanos y pequeñas empresas nacionales no solo se ven forzadas a enfrentarse con el contrabando de ropa usada y con la producción que llega de China y de otros mercados de Asia, sino también con la ropa de Brasil y Argentina, que aumentaron su presencia en el mercado boliviano luego de la pandemia y tras la devaluación de las monedas de esos países. Todo a precios muy baratos.

Según Mamani, esta ingente cantidad de mercadería ilegal se vende sin problemas en el país, debido a que un 10% de ésta ingresa de forma legal, de forma tal que los comerciantes cuentan con esa documentación para respaldar el 100% de su mercadería.

“Ingresaba cualquier cantidad de ropa peruana, pero eso se ha paralizado (por los conflictos), pero continúa entrando de Argentina y de Brasil”, sostiene.

Otra preocupación para las micro y pequeñas empresas es la competencia del Servicio Nacional Textil (Senatex) –lo que era la estatal Enatex–, que no exporta y acapara buena parte de las compras de ropa del Estado, indica el dirigente de Conamype. “Con Enatex, además de la competencia normal del mercado, tenemos que competir con el Gobierno”, coincide Zegarra.

Con todo esto, “la exportación está a años luz para los artesanos y micro y pequeños empresarios”, Además, “no contamos con el capital suficiente para cubrir esas demandas”, concluye Mamani.

Estrategias

Pese a este contexto, el mercado interno sigue siendo un pilar importante para las operaciones de empresas que sí se dedican a la exortación de prendas de vestir.

Pure Cotton, por ejemplo, apoya su crecimiento en cuatro pilares: la venta directa al público, la confección de uniformes para grandes empresas, la venta de atuendos escolares y la exportación. “Esa es una muy buena jugada que hemos hecho a lo largo del tiempo, para no depender de un solo tipo de ingreso (...). Ese equilibrio nos permite permanecer en el mercado”, afirma Zegarra.

Para respaldar esta estrategia, aumentaron su competividad con ayuda de una planta construida específicamente para ese tipo de producción; de máquinas de última generación de costura, corte y estampado; de un software de patronaje, que minimiza la pérdida de tela; y, por supuesto, de la “habilidad innata” en la confección que tiene el trabajador boliviano. 

Todo eso “se ve reflejado en cada una de las prendas” y en los precios con los que compiten en otros mercados. “En la calidad que nosotros manejamos, competimos con monstruos como Perú y todo Centroamérica. Si nos vamos a escalas más grandes, ahí está todo el Asia y prácticamente no hay manera de competir contra su precios bajos. Entonces sí, la eficiencia ayuda mucho a ser competitivos”, cuenta Zegarra.

Avilés sostiene que la capacitación permanente es también crucial para que una empresa productora de prendas de vestir se mantenga y crezca, así como la maquinaria y un acceso al crédito en condiciones adecuadas a las necesidades del sector, como tasas de interés más bajas para la compra de materia prima.

“El máximo problema que tenemos los pequeños y medianos empresarios para exportar es el capital. Existen facilidades solo para la compra de maquinaria y no así para el material y el pago la mano de obra, que es lo más importante al momento de un pedido de volumen medio o alto para la exportación”, afirma.

Zegarra considera que existe un discurso político de apoyo a lo hecho en Bolivia que, como en otros sectores, no se aplica a la producción textil. Ello se evidencia con la competencia directa del mismo Gobierno, a través del Senatex, y la falta de políticas de protección a la industria de prendas de vestir.

“El ingreso de la ropa usada y la libre importación de productos baratísimos fomenta a industrias de otros países, no a la nuestra (...). Lastimosamente, como Bolivia, no tenemos un tratado de libre comercio, ni aranceles preferenciales, ni muchas cosas que nos ayudarían a competir mejor en el mercado internacional. Nosotros tenemos que pelearla con nuestros medios, para estar presentes en un mercado tan competitivo como es el textil a nivel mundial”, sostuvo Zegarra.

La ropa usada es considerada mercancía prohibida de importación desde 2008, pero la normativa vigente y los controles de las autoridades no han detenido su ingreso a los mercados del país.

Entre enero y febrero de este año, se comisó 43 toneladas de esta mercadería ilegal solo en Oruro. Según datos de la Aduana Nacional, el valor de la ropa usada decomisada hasta el 21 de marzo sumó Bs 2 millones.

“El mercado nacional siempre va a ser importante y una de nuestras prioridades”, subraya el ejecutivo de Pure Cotton, que este año reabrirá sus tiendas en Santa Cruz, cerradas por la pandemia y apunta a a la creación de una marca propia en Estados Unidos.

“Somos creyentes de que aquí hay mucho que se puede lograr. Obviamente, sería mucho más fácil si tuviésemos algún tipo de apoyo, pero no lo hay. Tenemos muchas trabas para seguir trabajando, invirtiendo y creciendo dentro del mismo país”. Pero la actual situación, “no va a hacer que demos un paso al costado. Seguiremos creando, imaginando e innovando la manera de hacer empresa”, afirma Zegarra.

La competencia de Senatex es “desleal”, no necesitan presentarse a licitaciones

El Servicio Nacional Textil (Senatex) representa “una competencia muy desleal” para las empresas productoras de prendas de vestir del país, debido a que ganan los contratos sin presentarse a licitaciones, denunció Agustín Mamani, secretario de Fortalecimiento Institucional de la
Confederación Nacional de la Micro y Pequeña Empresa (Conamype).

“Ellos no necesitan presentarse a licitaciones, como lo hacemos nosotros. Solamente por ser Senatex se han agarrado todas las prendas de la Policía y de las Fuerzas Armadas. Han monopolizado las ropas para los
conscriptos”, sostiene Mamani.

En mayo de 2016, el Gobierno aprobó el Decreto Supremo 2765, que dispone el cierre definitivo de la Empresa Pública Nacional Textil (Enatex), que quebró pese a recibir el apoyo estatal, ocasionando millonarias
pérdidas al país, según denunciaron legisladores de la oposición. Para salvar parte de los empleos de la empresa estatal, se creó el Senatex.

“Hay una resolución ministerial que prácticamente obliga a todos los ministerios, a todas las entidades dependientes del gobierno central, a hacer confeccionar sus prendas en
esa empresa textil”, indica.

El dirigente considera también que la subasta gubernamental para la adjudicación de bienes y servicios “es lo peor que puede existir”, porque “es una forma de esclavizar a la producción nacional”.

“El que menos precio pone a su producto es el que se adjudica” el contrato. 

Vale decir prácticamente que, si uno quiere llevarse un pan a la boca, está obligado a menospreciar su mano de obra. Si una prenda cuesta 10 pesos voy a tener que darla en 9 u 8 pesos, porque no me queda otra alternativa, tengo que trabajar”, dice.

El representante de Conamype lamentó que empresas del sector estén en dificultades y que algunos talleres se estén cerrando por la situación adversa que presenta el mercado para la producción hecha en Bolivia.