Opinión

San Ignacio, la capital de la Chiquitania y de la Provincia José Miguel de Velasco

16 de agosto de 2021, 5:00 AM
16 de agosto de 2021, 5:00 AM

Varios pueblos se llamaron San Ignacio, en Santa Cruz, pero el único que mantuvo su nombre fue la Misión de San Ignacio de Loyola, hoy llamada San Ignacio de Velasco, fundada a mediados del siglo XVIII, al norte de San Miguel y rodeada de varias etnias chiquitanas, como los jesuitas llamaban a todos bajo ese gentilicio, ya que más de uno no fue chiquitano, en el sentido estricto del término étnico. Lo primero que hicieron los misioneros jesuitas fue construir la iglesia, que al decir de los historiadores fue la más grande y bella de todas las iglesias construidas en las misiones chiquitanas.

Lamentablemente este monumento a la arquitectura colonial, fue destruido por un incendio voraz en los años 30 del siglo XX, que no permitió ser elevada a la actual declaratoria de Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, por el daño ocasionado por el fuego, declaratoria que fue para las demás iglesias del circuito misional chiquitano.

Un primer elemento que debemos de mostrar en San Ignacio, acorde a lo que cuentan en libros como la historia hablada, es su iglesia, antes del incendio, y después del incendio y como está hoy. Los jesuitas alrededor de la iglesia, construían como acostumbraban colegios y escuelas no solo de aprendizaje común como lenguaje, matemáticas, sino también de diferentes especialidades, como ser músicos, carpinteros, agricultores, ebanistas, costureras, ceramistas y otras especialidades más, dependiendo de los insumos que existían en cada región, como vemos hoy, resabio de esas enseñanzas, la elaboración de los angelitos chiquitanos y otras artesanías finamente labradas como ejemplo de lo antiguo y lo moderno, o los instrumentos musicales , tan bien hechos.

La obra de la Compañía de Jesús perdura hasta hoy, como son un ejemplo, los instrumentos musicales labrados en finas maderas y que son apreciados por los entendidos en instrumentos musicales de cuerda como violines o violonchelos, apetecidos por extranjeros, se dice que intentaron hacer violines mejores que los Stradivarius, y quizás alcanzaron su objetivo desconocido por nosotros.

Las guerras mundiales, es posible que hayan influenciado enormemente en aquellos comerciantes ignacianos, que trabajaban hacia el Brasil, para crecer en varios rubros, además del repunte de Puerto Suárez donde se abrieron consulados mayores de naciones europeas, con el asentamiento de muchas familias del Viejo Mundo, que entrando por este puerto hacia Bolivia y especialmente Santa Cruz, hoy tenemos griegos, italianos, árabes de diferentes naciones, alemanes, yugoslavos con familias muy grandes, que son parte de la cruceñidad, el comercio portuario, la mejora de caminos son entre otras razones, para que los pueblos chiquitanos hayan crecido.

Se dice que en el auge de la goma, a principios del siglo XX, San Ignacio tenía una vida económica estable, pero la declinación de este rubro rutilante en un principio y después para Bolivia decadente, por muchas razones, que no comentaremos hoy, o la misma contienda del Chaco, que trajo aparejada escasez de hombres en la zona, la lejanía y falta de buenos caminos, quizás muchas familias ignacianas que hacían comercio con el Brasil a través de Puerto Suárez, y el esperanzador proyecto de la ruta hacia el Atlántico, que fracasó por la soberbia andina, dejaron sus lares para irse a vivir a Santa Cruz.

Así y todo, nuevamente el mejoramiento de los caminos y algunos buenos inmigrantes hicieron florecer la región, la industria maderera bien llevada, cultivos de gran extensión, así como la ganadería que tuvo grandes vicisitudes en diferentes épocas, llegando casi a diezmar todos los hatos ganaderos, así como el turismo, dieron atisbos para reflorecer la comarca chiquitana, hoy día.

Creo que para un mejor conocimiento de la zona se debe construir un gran museo en San Ignacio, por varias razones, por ser el pueblo con mayor cantidad de habitantes, por estar cerca a Brasil, por ser una rica zona agrícola y ganadera, por tener al hermoso Parque Nacional Noel Kempff Mercado, las costumbres indígenas que se mantienen vivas en la región, la revalorización del pasado misional chiquitano, el cultivo de la música barroca, su industria manufacturera de hamacas, bordados, accesorios en cuero, cerámicas, muebles, etc, es un gran estímulo para que se pueda construir en base a lo que existe, un museo que muestre museológicamente lo que fue y es el arte chiquitano, además de la fauna, flora y gea, pero a su vez que sea un museo vivo donde se pueda pasar momentos de gran tranquilidad espiritual escuchando música barroca en conciertos, o deleitarnos con manjares típicamente chiquitanos, a eso apunto con este pequeño artículo, incentivando a los habitantes de ese querido pueblo chiquitano.

Mario Suárez Riglos es Historiador






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