11 de septiembre de 2020, 5:00 AM
11 de septiembre de 2020, 5:00 AM


Santa Cruz se ha convertido en la prenda más apetecida por los candidatos a la Presidencia de Bolivia. No es para menos, hasta 2019 fue el segundo departamento con más electores del país y el voto de sus ciudadanos permitió definir la suerte en las elecciones pasadas. No hay que olvidar que desde esta tierra surgió el grito para denunciar el fraude electoral y que los cruceños abrieron la senda de la movilización de los 21 días que terminaron con la anulación de los comicios.

Hasta la última elección de octubre del año pasado, Santa Cruz tenía más de 1,8 millones de electores. Es el departamento más poblado a escala nacional y también el lugar que atrae mayor migración del interior y exterior del país. Es en este departamento donde se desarrolla el potencial agropecuario y agroindustrial nacional, entre otras actividades, todo lo cual suma un tercio del Producto Interno Bruto nacional.

En Santa Cruz también está la población más diversa políticamente hablando. Los cruceños (nacidos y no nacidos) no forman parte de ningún bastión partidario. Por esa razón, todos los candidatos miran a estos electores como los más atractivos para asegurar votos y consolidar espacios. Lo que sí es innegociable para los cruceños es el principio de libertad, ligado al de democracia.

En 2019, en Santa Cruz se concentró el llamado voto útil que le dio a Carlos Mesa la posibilidad de llegar a segunda vuelta, antes de que se descubra el fraude electoral con las evidencias presentadas por los peritos de la Organización de Estados Americanos.

El domingo, cuando arrancó la campaña formal rumbo a las elecciones de octubre, fue en Santa Cruz donde los partidos desplegaron su mayor artillería para seducir simpatías. Según las encuestas de CiesMori, en Santa Cruz va primero Luis Fernando Camacho, seguido de Jeanine Áñez, Luis Arce y Carlos Mesa. Son los cuatro candidatos con mayores posibilidades y nada está dicho sobre los resultados finales.

Está claro que el poder político ya está instalado en la ciudadanía cruceña, aunque los líderes circunstanciales no se den cuenta. Es por esa razón que seducir a los cruceños tiene que ver también con la proyección del futuro que se aspira para esta región, siempre postergada por una mentalidad centralista de la que no ha escapado ningún inquilino de la plaza Murillo.

Los códigos de conducción de Bolivia ya no pueden diseñarse lejos de Santa Cruz, porque no se puede permitir que el voto de los cruceños sea utilizado otra vez y que a la hora de gobernar se siga engañando recursos a esta tierra generosa y hospitalaria.

Santa Cruz es la prenda más apetecida para los políticos que aspiran al Gobierno, pero ellos tienen que saber que deben merecer la confianza que puedan recibir de esta tierra. A los cruceños no les interesa que se peleen entre candidatos ni que se enloden denunciándose mutuamente de corrupción. Que salga todo lo que tenga que salir, pero que no se pierda la oportunidad de proyectar a la nación desde esta tierra. Aquí está el futuro de Bolivia. Eso se lo sabe en Santa Cruz y en el resto del país, por eso no se puede tolerar que quienes se resisten a aceptarlo sigan poniendo trabas al desarrollo nacional a partir del motor cruceño.

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