Opinión

Santa Cruz: pasado, presente y futuro

27 de septiembre de 2020, 5:00 AM
27 de septiembre de 2020, 5:00 AM

Muchas de las características que destacan de Santa Cruz son hoy muy conocidas: que es el principal productor de alimentos en Bolivia, el departamento más extenso y poblado, el mayor polo de atracción por sus oportunidades de trabajo y crecimiento, la plaza política más disputada en los últimos procesos electorales y mucho más. 

Un conocimiento que, sin embargo, aun a inicios de este siglo XXI sigue llegando sin el merecido reconocimiento de méritos, en el sentido positivo, por los logros alcanzados tras siglos de lucha contra las adversidades de todo tipo y que, en su gran mayoría, han sido de beneficio nacional.

Todavía persisten las miradas prejuiciosas sobre Santa Cruz y su gente. Incluso, muchas de esas miradas lanzadas desde suelo cruceño. Basta hacer en este momento un repaso ligero apenas al escenario político electoral para comprobar que así es. Pero por supuesto que este no es el único ejemplo. 

Lamentablemente, nuestra historia está plagada de esos ejemplos, en los que el denominador común es, sin lugar a dudas, la ignorancia alimentada desde unas élites políticas, económicas e intelectuales ancladas en el centro del poder, a las que les ha costado mucho -y aún les cuesta- mirar a Santa Cruz con ojos de país.

Una realidad a la que hemos vuelto otra vez la mirada en este septiembre, con el pretexto de celebrar el mes aniversario del departamento cruceño. 

Un ciclo de conversaciones en el que el eje central ha sido Santa Cruz nos ha permitido recuperar en gran medida hitos de la historia cruceña que fueron determinantes no solo para que venciera el abandono y ostracismo al que había sido abandonado desde sus inicios como Gobernación. También han sido trascendentales para el desarrollo social, económico y político de Bolivia, como lo son los procesos que nacieron en Santa Cruz y contribuyeron al avance democrático en todo el territorio nacional. Por citar algunos recientes: la recuperación de la democracia municipal y departamental, la descentralización y las aún débiles autonomías.

En todos y cada uno de ellos Santa Cruz fue acusado de separatista, antipatria, cuando no de racista o terrorista. Agresiones que no pocas veces pasaron de la verborrea violenta a los ataques y agresiones físicas, con invasiones de ejércitos regulares e irregulares, sin que cada una de esas violaciones hubiera sido denunciada y punida por el Estado, o al menos resarcidos los daños y reparada la verdad histórica en los textos oficiales. Todavía hoy esa reparación está pendiente, y esto ya no apenas por desidia de quienes se turnan en el poder central y dictan leyes y normas, sino también por la ausencia de compromisos de muchos cruceños con su propia historia.

Es aquí donde deseo detenerme y compartir una demanda surgida precisamente de ese ciclo de conversaciones al que aludí antes. Poco o nada cambiará si desde Santa Cruz no surge una iniciativa coherente, práctica y sostenida en el tiempo para revertir eso que hoy parece ser un lamentable e injusto sino. Una iniciativa que pasa necesariamente por una apuesta educativa integral, para Santa Cruz y para Bolivia, en la que esté presente nuestra historia. No se trata de esperar una reforma educativa que haga justicia con la historia cruceña o la de tantas otras regiones del país, tan olvidadas como la nuestra, en la historia oficial de Bolivia. Se trata de iniciativas locales, que no dependen de otra voluntad que no sea la de las propias élites locales.

Cito, para comenzar, el ejercicio pleno de las competencias autonómicas que tienen -aun sean por hoy limitadas o recortadas- el gobierno departamental y los gobiernos locales, a los que incluso, y absurdamente, les cuesta ejecutar tareas básicas como son la difusión y el respeto de los símbolos departamentales, por citar lo menos complicado. Pero incluyo también a las élites intelectuales y empresariales, a las que todavía les cuesta apostar en conjunto por la inclusión de carreras de Historia, Antropología, Arqueología y otras ciencias sociales en las numerosas universidades privadas que funcionan en Santa Cruz.

Eso, solo por citar algunas de las prioridades pendientes de atención. Mientras esto siga pendiente, el relato nacional u oficial sobre Santa Cruz continuará careciendo de verdad histórica, además de justicia.



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