11 de abril de 2021, 5:00 AM
11 de abril de 2021, 5:00 AM


Santa Cruz es el departamento más poblado de Bolivia, según las proyecciones del Instituto Nacional de Estadística para 2021. Los datos indican que tiene 3,36 millones de habitantes; seguido de La Paz, con 3,02 millones de ciudadanos. Finalmente se reconoce que este departamento es el mayor receptor de la migración interna, que sus municipios son los de mayor crecimiento y que da mucho más de lo que recibe del Estado central para atender la demanda de servicios de todos los que lo eligen como su nuevo hogar.

La proyección y su confirmación en el censo nacional de población y vivienda, que debe realizarse el próximo año, marcará un antes y un después no solo en cuanto a distribución de recursos de coparticipación tributaria y de escaños parlamentarios, sino fundamentalmente en peso político de una región que, por ahora, tiene el liderazgo económico, pero a la que se llena de adjetivos para descalificar sus reivindicaciones (como la de autonomía) porque no convienen al poder centralista que teme perder sus privilegios.

Al revisar las cifras se observa que el departamento de Santa Cruz tiene similar cantidad de población que los seis departamentos que no están en el eje central; los municipios que más crecen a escala nacional son los cruceños; esta región aporta un tercio del Producto Interno Bruto nacional y su fuerza laboral es también la mayor del país.

Lo que no le agrada al poder central y a sus satélites es que Santa Cruz enarbola históricamente un pensamiento diferente y renovador en lo político. En su seno se han gestado reivindicaciones que terminaron beneficiando a todo el país: el 11% de regalías, cuando las regiones no recibían nada a pesar de ser productoras de hidrocarburos; descentralización administrativa; elección de prefectos y después gobernadores, así como autonomía departamental, que aún debe completarse porque fue aprobada con mutilaciones de fondo.

El protagonismo político de Santa Cruz es indiscutible y, aunque parezca paradójico, aún es necesario que se lo crea el mismo cruceño. Para ello, es fundamental encontrar objetivos comunes que permitan entablar un diálogo entre todos los habitantes de esta tierra, a fin de que no pierdan el protagonismo en la construcción de su futuro, tomando en cuenta la tentación y ambición de los políticos de invalidar esas aspiraciones y alinear a todos bajo un esquema partidario y sectario.

Esto también demanda que los liderazgos cruceños asuman la responsabilidad que significa ser timonel de la región más grande y más pujante del país.

La proyección del INE confirma lo que ya se sabe y es de esperar que, a partir de esta información, pueda finalmente consolidarse el tan anhelado pacto fiscal, no solamente para que Santa Cruz reciba lo que le corresponde, sino para que haya una distribución equitativa para todos los departamentos; que nadie se beneficie a costa del otro, que se reconozca el potencial de cada región y que se fortalezcan sus oportunidades, en vez de cercenarlas, como hacen políticas estatales de banda de precios, cupos de exportación y tantas otras que siguen boicoteando el desarrollo de esta región.

También es tiempo de que cambie la subrepresentación parlamentaria de Santa Cruz, como manda la ley, y que esto no sea utilizado como instrumento para seguir dividiendo a los bolivianos.

Pero, sobre todo, es tiempo de que este departamento, con sus habitantes nacidos y no nacidos en Santa Cruz, tenga el reconocimiento específico, que se deje ese vil y totalitario afán de descalificación y que se comprenda que miradas diferentes son un aporte que enriquece.



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