Opinión

Se aplazó

19 de noviembre de 2020, 5:00 AM
19 de noviembre de 2020, 5:00 AM

Con agilidad, premura y absoluta eficiencia la maquinaria “político-judicial” no esperó ni siquiera que asuma el cargo de presidente del Estado y aún en la anterior gestión, iniciaron de manera prolija la liberación de cargo y culpa de todos los que estaban imputados por diversas causas penales fruto del demostrado y certificado fraude de las elecciones del año 2019, que llevó a la renuncia a la Presidencia de Evo Morales y de su estructura de sucesión constitucional presidencial. La situación de pánico que vivieron, los hizo olvidar el fondo y las formas del manejo del poder, huyeron deschavetados con miedo y dejaron un país jubiloso que no cabía en su orgullo, debido a que esa renuncia se debía a los 21 días de manifestaciones sociales; sirvió para unir al país en contra del autoritarismo y en favor de la democracia, las leyes y la Constitución Política del Estado.

En este escenario de “jubilo-caos”, la sucesión presidencial se activó y de manera legal asumió la Presidencia del Estado una de las vicepresidentes del Senado, una política que alistaba sus maletas para volver a su región, ya que no había sido considerada por su partido para asumir ningún cargo electivo en las elecciones realizadas.

La presidenta recibió un país con un caudillo en el exilio y con dos mandatos que surgían del pedido de la ciudadanía, el primero convocar a nuevas elecciones (sin fraude) y pacificar el país, el mismo que durante los primeros 15 días de su Gobierno sufrimos las pataletas de un desesperado y renunciado presidente que ordenaba a sus desorientados seguidores, vía telefónica, se inicie una guerra civil y se bloquee el ingreso de alimentos y carburantes a las ciudades. Pero luego el país se pacificó y la presidenta pudo respirar tranquilamente, armó su gabinete y procedió a gobernar manteniendo esos principios.

Pero la presidenta se disipó y todos perdimos. Hay que decirlo claramente, el Gobierno de Jeanine Áñez Chávez fue un error histórico, por su bisoño manejo político, deficiente en su gestión y muy débil en lo moral.

En lo político, teniendo a un partido que bochornosamente hizo fraude en las elecciones, lo que correspondía era que impulse e instruya se agilicen las investigaciones y se aplique la ley. ¿Por qué no lo hizo? Pese a las denuncias y pruebas que se presentaron en diferentes casos, no pudo hacer nada ante el Ministerio Público, a la cabeza de Juan Lanchipa, un hombre muy cercano al expresidente, que mandaba y trancaba cualquier investigación jurídica y penal en contra de los acusados. Pese a eso, la mandataria, presa de un “alocado” ímpetu de poder y olvidándose que era un gobierno transitorio, decidió lanzarse como candidata a la Presidencia, convirtiendo todo lo que hacía en un acto proselitista. Con eso, se acabó su gestión presidencial, debilito su posición política y demostró gran desapego a los intereses de la patria. En el camino no tuvo otra que renunciar a su aspiración.

En lo administrativo, con una pandemia de por medio, demostró que ni su equipo ni su misma autoridad podían enfrentar los problemas sociales y económicos que enfrentaba el país y para coronar esta situación se descubrieron actos de corrupción en la compra de material médico, se rodeó de familiares en la administración y salieron a la luz actos abusivos de uso de bienes del Estado para fines particulares. Una vergüenza.

En resumen, además de codiciosos e ineptos, fueron incapaces de cumplir el mandato que tenían: convocar a elecciones y alentar para que exista alternancia en la dirección del país en los próximos cinco años.



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