¿Se está preparando un giro ideológico cultural en Bolivia?
Los alimentos y bienes de consumo han subido de precio en Bolivia. Cualquier ama de casa, obrero, oficinista, constructor, etc., lo sabe. Es un hecho objetivo, no un relato. Sin embargo, intuyo la probabilidad de que la mayoría de ellos ignoren la necesidad de un cambio ideológico-cultural y, todavía algo peor, no tengan decidida su opción partidaria en 2025 con la expectativa de cambiar la situación económica. Hay mucho ruido y poco sonido en el escenario preelectoral.
El diagnóstico de los expertos en economía es decadentista, escéptico, pero el gobierno nacional hace todo lo necesario para liberarse de culpa y culpar a los otros, a sus enemigos ideológicos. Sube todo: los precios, la inflación, el dólar, pero no se atrae inversión privada nacional y extranjera. Además, la alta dependencia en las materias primas nos ha condicionado. Pero, en palabras del presidente Luis Arce, la culpa es de los cambitas que juegan sucio. Su reacción política es prohibir, controlar y aumentar el número de empresas estatales. Estatismo puro y duro.
El dogmatismo del gobierno nacional está llevando a Bolivia por un camino oscuro y peligroso económica, política y socialmente. Sin duda, es una oportunidad para dar un giro ideológico cultural, pero no se está aprovechando.
¿Qué implica un giro ideológico-cultural? Lo entiendo, de acuerdo con Seijo & Gómez (2024), como un “proceso de difundir y anclar un conjunto particular de ideas, actitudes y valores culturales en una sociedad, lo que eventualmente conduce a un cambio político más profundo”. Es decir, un método que transmite valores y principios alternativos a los actualmente vigentes correspondientes con la lógica política ideológica plurinacional, una metapolítica. Cambiar la forma de pensar a nivel social para que las nuevas decisiones políticas a nivel gubernamental sean legítimas.
En el marco de la tradicional división izquierda/derecha, se puede distinguir analíticamente que desde la izquierda se cree que la desigualdad económica es construida socialmente, pero desde el pensamiento de derecha la desigualdad es natural. En ambas, el debate gira en torno a los privilegiados y desposeídos (dimensión socioeconómica). Sin embargo, es también necesario distinguir su dimensión sociocultural de la división: lo que se integra y lo que se excluye (Rovira, 2024). Distinción necesaria para desarrollar una estrategia ideológica cultural (metapolítica).
Considerando el diagnóstico de los expertos en economía boliviana, urge tomar decisiones políticas en el próximo gobierno, diferentes a las del actual; pero aquí viene el detalle: ¿se está preparando a la gente mediante una nueva estrategia ideológica cultural o metapolítica para legitimar las nuevas decisiones políticas en la gestión 2025-230? La respuesta es no.
Los diferentes precandidatos alternativos a las facciones evistas y arcistas están trabajando superficialmente, no estructuralmente. A pesar que existen propuestas de achicamiento del Estado, menos empresas públicas, más incentivo a los empresarios privados y protección de la propiedad privada, críticas que señalan el agotamiento del Modelo Económico Social Comunitario Productivo, una reforma de las reglas de juego de las políticas de minería e hidrocarburos, incentivo a los agroindustriales, atraer la inversión extranjera (dólares) y quitar la subvención a los hidrocarburos, entre otras medidas de la dimensión socioeconómica, ninguno está trabajando sistemática a través de una estrategia ideológica cultural. No están tomando en cuenta el día después de la elección.
El día después de la elección implica que, ante un supuesto nuevo gobierno nacional, es necesario que la gente dé legitimidad a las nuevas políticas (de shock) y puedan atravesar los primeros cien días de gobierno con relativa calma. Es más, considerando la posibilidad de un parlamento sin mayoría favorable al ejecutivo, el nuevo presidente debe tener una alta capacidad negociadora con moros y cristianos. Es difícil, pero no imposible.
El problema es que, si bien plantean una estrategia para la dimensión socioeconómica, no hacen lo mismo con la dimensión sociocultural (nuevos valores y actitudes integradoras). Tienen un claro deseo de victoria, pero no están preparando tácticamente el terreno ideológico, las nuevas creencias. Es un error que deben corregir si quieren gobernar con estabilidad política, que tanta falta hace.