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13 de septiembre de 2024, 4:00 AM
13 de septiembre de 2024, 4:00 AM

Tres meses después de que comenzaron las quemas y tras tres millones de hectáreas incineradas en Santa Cruz, el presidente Luis Arce llegó a este departamento con su gabinete para atender el problema. Su presencia coincidió con la lluvia y con la mitigación de la tragedia, que apagó 20 de los 74 incendios. Hay que decir que es bueno que se ocupe del asunto, pero también hay que observar que su preocupación es tardía porque ya hay mucho dolor detrás de esta tragedia.

Solo en el departamento ya ardieron 3,3 millones de hectáreas, gran parte corresponde a bosques. Millones de animales perecieron calcinados. La contaminación se apoderó de toda Santa Cruz, en la capital y en las provincias. Decenas de familias fueron evacuadas en las poblaciones donde las quemas son descontroladas y el resto vive en la zozobra, porque los incendios escalaron a sexta generación, lo que es igual a un infierno.

Durante este tiempo se ha ocupado el viceministro de Defensa Civil, Juan Carlos Calvimontes, que ha tenido actuaciones controvertidas en el proceso. Muchas veces contradijo a la realidad intentando minimizar el desastre, mientras que otras, explicó que poco valía el esfuerzo por apagar los incendios si se mantiene la acción deliberada de quienes prenden fuego.

Desde el fin de semana la situación se volvió extrema debido a que la contaminación y los focos de calor superaron todos los récords a escala nacional. Por eso, el miércoles el presidente Luis Arce anunció que llegaría con todo su gabinete a Santa Cruz para atender personalmente los incendios. Así lo hizo y su presencia ha sido más simbólica. Se subió a un avión Hércules desde donde descargaron cajas de agua (según dicen que con nueva tecnología) para aplacar las llamas. Al final del día retornó a La Paz, pero dejó a una parte de sus colaboradores para que continúen trabajando en tierra cruceña.

Si se mira el problema en grande se comprenderá que el trabajo para apagar los incendios es la emergencia del momento y algo que hay que hacer, pero también es preciso que el gobernante admita que este desastre ambiental tiene que ver con políticas de fondo que ni el Gobierno de Arce ni el de Evo Morales han querido atender en serio. Hay una política gubernamental orientada a la expansión de la frontera agrícola y se lo está haciendo a fuerza de quemas descontroladas que acaban con el cambio de uso de suelo. En otras palabras, pretenden biocombustibles y cultivos a costa de los bosques en la región.

Que arda el territorio es un tema recurrente y ni así ha sido posible que se suba el presupuesto para la mitigación del daño ambiental. La consecuencia es la que vemos en la actualidad.

El gran incendio de 2019 fue el punto de inflexión para que Evo Morales sea reprobado por la población y el Gobierno está cometiendo el mismo error político. Es por eso que no convence la preocupación de última hora por la expansión del fuego, si esta no va acompañada de medidas de fondo para cambiar el orden de las cosas. El área productiva, las tierras fiscales y las zonas protegidas son constantemente avasalladas y el Gobierno no hizo nada para dejar de incentivar estas prácticas. Recién nomás, en agosto, se aprobó el último decreto incendiario que legalizaba la toma y el chaqueo de miles de hectáreas de bosques en la reserva forestal de Choré, convirtiéndolas en Área de Manejo Integrado; las normas aprobadas por Evo Morales siguen vigentes y los avasalladores continúan haciendo de las suyas de manera impune.

Es por eso que la presencia simbólica necesita ser reforzada con acciones concretas y reales, a fin de que la preocupación gubernamental por los incendios sea creíble.

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