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18 de septiembre de 2023, 4:00 AM
18 de septiembre de 2023, 4:00 AM

La semana pasada el Instituto Boliviano de Comercio Exterior, preocupado por la recurrencia de bloqueos en las carreteras y el perjuicio causado al país, lanzó una consulta pública para conocer la opinión del ciudadano respecto a la aceptación, o no, de tales medidas como reclamo por sus demandas y sobre el daño que estas protestas pueden causar. La respuesta de la gente, a pesar de parecer una “verdad de perogrullo” (muy obvia), no deja de ser contundente en el rechazo de la ciudadanía a estas medidas, aunque es muy probable que mucho de los que respondieron a la encuesta participaron de algún paro o bloqueo, cívico, laboral, vecinal o de  cualquier otra índole.

Solo para cuantificar someramente el daño que nos hemos auto infringido después de soportar más de 120 días intermitentes de bloqueos en las diferentes carreteras del país, comencemos por pre suponer que esos días significan casi un tercio de la producción nacional. Supondremos también entonces que las carreteras bloqueadas afectan esencialmente al traslado de la producción de bienes de consumo, intermedios e industriales que a su vez constituyen dos terceras partes de la producción, la cual a su vez se afectaría al menos en una cuarta parte. Basados en los cálculos de estos supuestos, los paros y bloqueos en las carreteras troncales del país pueden llegar a representar unos diez millones de dólares diarios, en función de la intensidad de tráfico de la vía afectada.

Parafraseando con las circunstancias actuales de falta de agua en las Provincias del Chaco en Santa Cruz, Chuquisaca y Tarija, la sequía extrema que soportan la mayoría de los Municipio de Potosí, al igual que el Departamento de Cochabamba, sumado a los incendios en zonas de extensión agrícola y parques forestales nacionales, además de las mermas de agua en los grandes lagos Titicaca y Poopó, esta sequia es comparable a la ausencia de prevención e ideas para afrontar el problema del calentamiento global. Solo hace falta voluntad para prohibir, bajo sanción penal, la quema en cualquier predio, restringir el uso del agua a la minería, priorizando la vida, activar una política forestal que coadyuve la reforestación y la producción sostenible del bosque, promover el uso racional del recurso hídrico. Nada es más preciado que el agua y el oxígeno, juntos generan vida que no tiene precio.

Frente a la aguda crisis climática, las economías amazónicas recientemente convocadas por el Presidente Lula Da Silva en Brasilia, en la cual participó Bolivia, tuvieron una tibia respuesta a las exigencias de la situación actual. Aun no se percibe una definición conjunta y decidida sobre la esperada tasa cero de deforestación para el 2030, tampoco se tiene acordada restricciones concretas a la exploración y explotación minera e hidrocarburífera en áreas protegidas procurando el menor impacto al medio ambiente. Lo que parece dejar en el cuento las economías verdes y circulares que se repican en los foros internacionales.

Somos un país bendecido con abundantes recursos renovables y no renovables, vasta extensión territorial, población trabajadora y una de la mayor diversidad de climas del planeta con exuberante flora y fauna. Sin embargo arrastramos desde la colonia, unas taras y bloqueo metal que nos impide creer en notros mismos, ver desde nuestra propia mirada, pensar con nuestro pensamiento. Fomentamos y cebamos a nuestros propios caudillos, desde los primeros gobiernos castrenses, pasando por la oligarquía extractivista y acabando en el populismo pseudo socialista. En definitiva nunca consolidamos una verdadera democracia más allá del voto popular, no generamos una crítica social constructiva, jamás pudimos conformar una clase media fuerte y pensante, aun en los 40 años de democracia ininterrumpida.

Entre las recomendaciones sobre la prevención de los bloqueos, resalta la responsabilidad que tienen los gobiernos de desarrollar un dialogo constructivo y permanente sobre las necesidades de las poblaciones y los diferentes sectores sociales y productivos. Este dialogo no puede ser político, por tanto no puede estar basado en la necesidad de cualquiera de los gobiernos de capitalizar un redito político o de mejora de la imagen de los circunstanciales gobernantes, el dialogo debe estar basado en demandas reales y posibilidades concretas de atenderlas, y en la concreción de planes de corto y mediano plazo que resuelvan los problemas de forma estructural. La demanda siempre termina en bloqueo, cuando el generar conflicto es el objetivo, si la demanda es genuina el dialogo no político lo evita.

En la gran mayoría de los bloqueos el 90% de los bloqueadores no saben porque bloquean y muchos de ellos son utilizados con prebendas o por el valor de un jornal más los refrigerios, en todos estos casos la dirigencia responde a un interés político particular, en cuyo caso, la resolución del mismo debe también ser política, a lo que están llamados bajo responsabilidad funcionaria nuestros representantes políticos. En casi todos los casos estos bloqueos persisten y crecen alimentados por la falta de trabajo, de oportunidad y por el bloqueo mental al que seguimos sometidos los bolivianos por los mismos políticos que alimentamos.

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