7 de marzo de 2023, 4:00 AM
7 de marzo de 2023, 4:00 AM

El tiempo pasa y los ciclos se agotan. Lo peor es aferrarse a lo que fue sin aceptar que la realidad ahora es otra. Hace 11 años, en 2014, la economía boliviana estaba boyante, los ingresos de la exportación de gas llegaban sin parar y los voceros gubernamentales aseguraban que el modelo económico era un éxito y hasta postulaban a Luis Arce como Premio Nobel de Economía.

En 11 años pasan muchas cosas: la exportación de gas se desmoronó porque los campos ya no producen como antes y, sin exploración, los hidrocarburos ya no representan el sustento principal de la economía boliviana.

Desde inicios de la gestión de Evo Morales hasta el presente, el sector agropecuario no tuvo respaldo del Gobierno central; al contrario, le pusieron zancadillas a su desarrollo y, por tanto, a las exportaciones, mediante cupos de venta al extranjero, inseguridad jurídica de la tierra, negativa a implementar la biotecnología, entre otras trabas, con lo que se perdió la oportunidad de tener ahora una mejor fuente de ingresos.

Entretanto, lo que entraba a las arcas del Estado y que engrosaba las Reservas Internacionales Netas, se fue despilfarrando en creación de empresas deficitarias, endeudamiento público, construcción de obras populistas, pero inútiles; engrosamiento de la burocracia estatal, así como en los subsidios de carburantes y alimentos, como en los bonos asistencialistas.

Ahora se sabe que se utilizaron 5.000 millones de dólares de las Reservas Internacionales Netas para pagar deuda externa; que las empresas estatales tienen una millonaria deuda con el Banco Central de Bolivia que, si bien honran (según fuentes oficiales), no llegan a cubrir el hueco que dejaron.

La consecuencia es la falta de dólares en el mercado. Ahora se sabe que el sistema financiero pone límites a la entrega de divisas, que las remesas se cobran en bolivianos y que los importadores deben ponerse a la fila para acceder a la moneda extranjera.

Y como cuando se juntan todas las desgracias, se van destapando acuerdos dudosos en la importación de combustibles, cuyos montos presupuestados se vienen duplicando desde el año 2021. ¿De dónde salen los fondos? Se cree que de las Reservas Internacionales.

Entretanto, el país se sigue endeudando, aún sin saber si habrá 900 millones de dólares para honrar la cuota que toca en 2023. Los bonos soberanos cayeron a su valor más bajo de los últimos tiempos y eso hace que el acceder a fondos internacionales se haga cada vez más difícil para el país.

Son muchas las señales, pero a pesar de ellas, el Gobierno pretende que los bolivianos sigan creyendo que Bolivia es una burbuja donde todo está de maravillas; que el modelo económico social y productivo es un éxito y que lo copian en otras naciones. El relato no responde a la duda que tienen los jefes y jefas de hogar respecto a su economía. Tampoco esconde que la burocracia gasta mucho más de lo que tiene y que se mantiene el déficit fiscal de los últimos años.

El Gobierno central está en una negación de la realidad, pero a estas alturas ni siquiera el ministro o el presidente deben creer todo lo que dicen en sus discursos. Es urgente un sinceramiento de la economía, decirle al pueblo la verdad, aunque sea dolorosa. ¿Hasta dónde se puede estirar la soga sin medidas correctivas que no son populares? ¿O de dónde sacará el Gobierno el dinero que se precisa para reactivar la economía? Lo peor que pudiera ocurrir es que siga el endeudamiento con los fondos de las jubilaciones u otros recursos de los bolivianos.

Es mejor la honestidad con la población, porque solo así se podrá acompañar el proceso de corrección de la economía que no será agradable para nadie, aunque sí necesario si se quiere recuperar al país.

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