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27 de abril de 2022, 4:00 AM
27 de abril de 2022, 4:00 AM

Desde hace unos años, son cada vez más frecuentes las intervenciones de líderes políticos y expresidentes de diversos países, que junto con los grupos  procannábicos abogan por la generalización de un debate a favor de la “legalización de las drogas”. La última Cumbre de las Américas ha establecido así mismo, la idoneidad de abrir un debate sobre la situación de la lucha contra el narcotráfico y la búsqueda de alternativas a la política actual de control de la oferta y de la demanda de dichas sustancias. Lógicamente los medios de comunicación se han hecho eco de esta iniciativa que será dirigida por la Comisión Interamericana Contra el Abuso de Drogas (CICAD) una de las divisiones de la Organización de Estados Americanos (OEA).  

La prohibición mediante listas cerradas de la producción, recolección y distribución de determinadas plantas como origen de diversas drogas, es una iniciativa respaldada por la mayoría de los gobiernos que han suscrito las tres convenciones internacionales existentes sobre la materia; la del opio en 1912 y las dos más modernas impulsadas por la Organización de las Naciones Unidas (ONU). En un debate como el que se pretende, la información a la ciudadanía llegará, como siempre, a través de los medios de comunicación, siendo esencial, para que dicha información sea fidedigna, que se estructure sobre un lenguaje preciso, exento de generalizaciones que más bien desinforman. Así por ejemplo, no es lo mismo legalizar que despenalizar, no es lo mismo despenalizar el consumo que el tráfico y tampoco es lo mismo despenalizar el consumo privado que el público. (Léase lo propuesto por Zaffaroni).

La solución al debate se encuentra con más credibilidad, en la lucha contra la pobreza que lleva a poblaciones indígenas a cultivar estas plantas como modo de subsistencia. En la cooperación internacional, no sólo para el desarrollo, sino también en la lucha contra el narcotráfico con intercambios de información entre países más precoces y efectivos, incluyendo el movimiento de sustancias químicas utilizadas en la elaboración de las drogas para su venta. En la consideración del adicto como paciente antes que como delincuente.

En un mundo como el que nos ha tocado vivir, es imposible que podamos sustraernos a un debate como el que acontece alrededor de las drogas y su control. Participemos por tanto en él, teniendo claros los objetivos y sabiendo que este debate no debe estar imbuido de cuestiones ideológicas, de “falsas premisas” y de “grandes soluciones”. Estas grandes soluciones directamente no existen. Quizás la hoja de ruta a tener en cuenta es la seguida con el tabaco. A partir del conocimiento de los problemas ligados a su consumo, la sociedad ha tomado conciencia de lo que ocurría. A partir de aquí se han ido tomando decisiones cada vez más restrictivas, contando además con el beneplácito y la aceptación de la sociedad e incluso de los propios fumadores. Es decir, cada vez se ponen más cortapisas al fumador y esto está funcionando. ¿Por qué iba a ser distinto el procedimiento a seguir con otras drogas? El único enfoque posible, desde una perspectiva responsable, debe ser el de la salud comunitaria y en el caso de nuestro país, la premisa debería ser la de promover una conciencia social sobre la importancia del problema de la droga, basada en la evidencia disponible y alejada de otros intereses.

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