Opinión

¿Somos conscientes de lo saludable que es nuestra alimentación?

7 de febrero de 2022, 4:00 AM
7 de febrero de 2022, 4:00 AM

El tópico “somos lo que comemos” trasciende lo metafórico llegando a ser una auténtica afirmación realista, pues todas las moléculas que integran nuestro cuerpo, desde nuestras células, hasta nuestros pelos, están hechas de los alimentos que ingerimos diariamente.

Los alimentos no son simplemente insumos que nuestro organismo necesita para mantener su maquinaria metabólica activa, sino que también se caracterizan por ser “moduladores epigenéticos”, esto significa que tienen la capacidad de activar o desactivar algunos genes para beneficio o perjuicio de la salud. Por ejemplo, si tuvimos algún abuelo con cáncer de colon, puede existir la probabilidad de que tengamos el mismo problema; sin embargo, si optamos por una alimentación más sana, basada en abundante fibra vegetal, verduras, frutas, con mesurable consumo de grasas saturadas (o carne) de origen animal, y con pocos carbohidratos refinados, reduciremos el riesgo de desarrollar dicho cáncer.

Con este paradigma podemos demostrar la importancia de tener una correcta educación nutricional, que nos permita no solo gozar de buena salud, sino también de prevenir enfermedades.

Revisando algunos datos, se observó que en Bolivia, en promedio, se consume per cápita 102 kg de papa, 43 kg de pan, 38 kg de azúcar y 50 litros de gaseosas cada año, según los registros del Ministerio de Desarrollo Rural y Tierras (2015), siendo los tres primeros productos, los más pretendidos. Esta información refleja palmariamente que en la dieta del boliviano promedio predominan los carbohidratos, los cuales, en cantidades excesivas predisponen a la diabetes con todas sus complicaciones. Esto es muy alarmante teniendo en cuenta que el 2018 en Bolivia existían 362.000 personas con esta enfermedad, representando una prevalencia del 6,6% de acuerdo con datos del Sistema Nacional de Información en Salud y Vigilancia Epidemiológica, cuya incidencia innegablemente fue aumentando hasta nuestros días.

Datos más actuales ponen el panorama más sombrío debido a que la extensión de enfermedades metabólico-nutricionales, como la obesidad empiezan a tener mayor incidencia en menores de edad, pues según el estudio realizado por la Unidad de Postgrado en Ciencias del Desarrollo (CIDES) de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), por el Ministerio de Salud, y UNICEF (2020), se evidenció que el 35,6% de los escolares de 5 a 18 años de Bolivia tienen sobrepeso y obesidad, es decir, 3 de cada 10 estudiantes tienen un serio problema metabólico que puede comprometer negativamente otros aspectos de su salud a largo plazo (en la adultez) si no se instauran terapias oportunas con cambios en sus hábitos higiénico-dietéticos.

La obesidad que padecen estos niños no puede ser definida simplemente como un exceso de peso con un abundante tejido adiposo subyacente, pues, también implica un trastorno hormonal en donde el control del hambre se ve afectado por la deficiencia de leptina y no por la “mala voluntad” o “adicción a la comida”, induciendo al obeso a comer en exceso y sin control, entrando en un círculo vicioso que se irá complicando inherentemente con la aparición de la resistencia a la insulina (pre-diabetes), hipertensión, inflamación y colesterol alto en sangre (aumentando el riesgo de sufrir infartos cardiacos o cerebrales).

También es menester mencionar que el estilo de vida occidental, gradualmente instaurado gracias a la globalización en nuestro país, hace que muchas personas se acostumbren a tener una ingesta más frecuente y abundante de comida chatarra y de azucares refinados, lo que implica implícitamente un consumo deficitario de fibra vegetal (cáscaras de frutas y verduras).

Sobre la fibra vegetal solo sabíamos que provoca estreñimiento si no se la consume óptimamente, pero lo que no se divulga comúnmente sobre ella es el potencial que tiene cuando es usada por la microbiota (bacterias intestinales benignas que nos ayudan con la digestión), pues las bacterias del intestino usan la fibra no solo para alimentarse, sino que también sintetizan en base a ellas ácidos grasos de cadena corta, como el ácido butírico, que tiene la capacidad de prevenir el cáncer de colon.

La alimentación al ser tan determinante para la evolución o prevención de patologías, precisa ser incorporada en la educación básica de los niños que están empezando a sufrir las consecuencias de estar inmersos en un medio cuyos hábitos alimenticios no son en su totalidad saludables. Se debe comenzar con modificar esa tendencia de ofrecer una pizza o un pollo frito como premio y las verduras o frutas como castigo. Posteriormente se debería insistir en crear un gusto por aquellos alimentos beneficiosos en los infantes cuyas preferencias aún siguen esbozándose, también sería idóneo impulsar una disciplina alimentaria que nos induzca a comer en horarios específicos, ya que el peristaltismo gastrointestinal y la secreción de jugos digestivos sincronizan y absorben nutrientes de manera más efectiva cuando tenemos una rutina. Sin embargo, cuando se come en distintos horarios, es más probable que la digestión sea deficiente.

La diabetes y la obesidad son el ejemplo de enfermedades que se pueden prevenir con una buena alimentación basada en vegetales, frutas, aceite vegetal moderado, cereales integrales y carne de aves o pescado, sin frituras o alimentos procesados. Ahí radica la necesidad de crear conciencia sobre lo que comemos, no solo para saber identificar los alimentos buenos y sus propiedades, sino también para prepararlos y servirlos en porciones o cantidades provechosas, todo para beneficio de nuestra salud.



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