Opinión

Soy tu dueño y por eso te puedo matar

12 de abril de 2021, 5:00 AM
12 de abril de 2021, 5:00 AM

Estamos estremecidos con relatos e imágenes sobre un feminicidio ocurrido en Santa Cruz la mañana del domingo 4 de abril. Casi todas las referencias que aparecen en las redes sobre el crimen anticipan una causal única: haber provocado celos a la pareja o ex pareja y, por tanto, conducen a pensar que la culpable es la victimada. Así se señala como causa válida y se normaliza por repetición.

De acuerdo a especialistas en violencia de género, más allá de los celos o la influencia del alcohol, lo que existe en muchos casos –otra vez, no en todos- es la convicción de que se tiene por derecho el control y la posesión de otro humano, en este caso la mujer que es pareja o lo fue, cuya vida “pertenece” al violento.

Detrás de ese sentimiento, está la certeza de que la vida de la mujer vale menos y que debe ser una vida sometida por el simple hecho de ser mujer. Por lo tanto, ella no es libre de terminar una relación, de trabajar en lo que sus posibilidades permitan, de exigir pensiones familiares, entre muchas otras razones que subyacen a la violencia. La antropóloga argentina Rita Segato explica muy bien el concepto de “dueñidad” sobre la pareja.

La reciente víctima había avisado que el feminicida, recién puesto en libertad por un fiscal luego de ocho horas de arresto, la venía siguiendo. Se comprueba que no existe protección real y efectiva, aunque haya denuncias reiteradas. La justicia tampoco funciona, dado que un ínfimo número de los casos denunciados reciben sanción. Así, las estadísticas internacionales nos muestran vergonzosas cifras; Bolivia es el país con mayor número de feminicidios por cada 100 mil habitantes en Sudamérica, según mediciones de organismos nacionales e internacionales. Siete de cada diez mujeres en Bolivia han sufrido algún tipo de violencia.

Las imágenes, noticias y comentarios muestran que nos falta mucho camino por recorrer para evitar los estereotipos y la violencia simbólica. La cobertura de ciertos medios de comunicación carece de sensibilidad y respeto por el ser humano.

Hay cursos de capacitación permanentes y manuales gratuitos en línea para cubrir feminicidios sin vulnerar derechos. También existen leyes, pero no mejora la forma en la que se abordan estos temas en gran parte de los medios de comunicación que contribuyen directamente a ‘espectacularizar’ los hechos y reproducen la ruta de la violencia aportando insumos para el show y ocultando la problemática de fondo.

En una revisión rápida –y no completa- de titulares sobre violencia contra las mujeres, no existe otro causal que origine muerte, salvo los celos o en algunos casos el alcohol. ¿Cuál es la fuente de la afirmación de que la causa fueron celos? Generalmente el propio feminicida. La difunta no puede levantarse para contar su versión. El feminicida merece todo el crédito y la cobertura sensacionalista. También suele ser una deducción policial inmediata, o quizá los feminicidas ya saben que eso es lo que hay que declarar.

Los feminicidios podrían disminuir si la sociedad entera se mira al espejo y asumiera que está enferma de violencia machista, y se preocupara por desmontar los relatos falsos o incompletos que se cuenta ella misma para justificar las cifras rojas que genera. Y para ello, sin ninguna duda, se requiere el compromiso destacado de todos los que trabajan en medios de comunicación y de los líderes de opinión.

Todos construimos día a día la sociedad que tenemos. La contundencia de las estadísticas debería convocarnos a mirarnos realmente como somos, para avanzar. Si la respuesta es una campaña lanzada desde el Viceministerio de Igualdad Ciudadana con el mensaje “si te muestras todita, peligras solita” y se sigue responsabilizando a la mujer víctima de violencia, queda claro que como Estado y como sociedad estamos retrocediendo y cada vez más lejos de encontrar la ruta crítica efectiva que nos conduzca a una vida con derechos plenos para mujeres y hombres.

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