31 de enero de 2022, 4:00 AM
31 de enero de 2022, 4:00 AM

Septiembre de 1986. Santa Cruz quedó consternada ante la infausta noticia de la muerte de Noel Kempff Mercado –amante de la naturaleza y científico de alto linaje, junto a sus acompañantes Franklin Parada, cobardemente asesinados por la metralla de narcotraficantes. Dicho funesto suceso consternó a la sociedad cruceña. La “marcha del silencio”, que reunió a millares de cruceños, convocada casi inmediatamente después de este genocidio, fue el “estate quieto” a una permisividad vergonzosa de algunos dirigentes empresariales, deportivos, sociales, etc. y poderes gubernamentales, que en vez de censurar públicamente o castigar a los integrantes de esta “nueva clase”, más bien eran galanteados. Era triste reconocer que este flagelo había corroído los estamentos estatales y la moral de algunas instituciones cruceñas, bajo el manto del silencio cómplice. ¿Qué se hizo en aquel momento?

En agosto de aquel mismo año, el Comité congregó en un seminario (Narcotráfico y Drogadicción: Sociedad y Destino) a todas las organizaciones públicas y privadas de Santa Cruz. El diagnóstico de situación mostraba un clima de absoluta descomposición donde las denuncias se diluían en medio de la indiferencia de autoridades y la gente. Las noticias causaban revuelo, levantaban polvareda, pero luego se acallaban. La tarea a desarrollar era clara, porque si bien perdimos muchas guerras, porque esta era contra nosotros mismos, no podíamos sucumbir ante ella.

Las recomendaciones de este seminario, entre otras, tenían que ver con el retiro excedentario de los cultivos de coca; desarrollar una política sustitutiva de desarrollo agroindustrial en sus áreas de producción; exigir a los órganos del Estado a cumplir la ley, además del establecimiento de mecanismos de control ciudadano para fiscalizar a los servidores públicos y generar una conciencia crítica en la comunidad, promoviendo una actitud de condena al tráfico de estupefacientes; que los vecinos organizados en sus barrios no solo denuncien y combatan la venta de droga al raleo, sino que también trabajen en la prevención de la drogadicción, sobre todo en adolescentes, una población de alto riesgo a la farmacodependencia.

Sobre los medios de comunicación masiva, se planteó promover la difusión de valores positivos hacia una educación integral adecuada sobre el peligro del narcotráfico. Recomendar a los grupos sociales organizados expulsar a personas relacionadas a este negocio ilícito o a sus “palos blancos” que hacen negocios con estos delincuentes. Ello hizo que varios de ellos tuvieran que salir de dichas instituciones.

Para rematar el compromiso de una conciencia colectiva contra el narcotráfico y todo tipo de corrupción, el juramento del 26 de febrero de 1987, reafirmó esta convicción, cuando a los pies del Cristo Redentor, el pueblo cruceño juró luchar “por conservar nuestros valores morales, contra la delincuencia y el narcotráfico, buscando por todos los medios, la justicia, la libertad y la consolidación de nuestra identidad regional”.

No cabe duda que otros factores como la pobreza y el analfabetismo funcional, además de gentes permisivas, frívolas, impacientes por enriquecerse a como dé lugar y en el menor tiempo posible, contribuyen al incremento del narcotráfico. Sin embargo, la actual realidad ¿no podría ser la oportunidad para evocar lo sucedido hace 36 años y repetir algunas de aquellas acciones, recurriendo para ello a las más elevadas reservas morales de todo Santa Cruz?

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