21 de mayo de 2023, 4:00 AM
21 de mayo de 2023, 4:00 AM


Los primeros meses de la presente gestión han estado repletos de acontecimientos que generan presión sobre la estabilidad económica del país. La escasez de dólares, la caída del Banco Fassil, la fluctuación de precios en algunos productos de la canasta familiar, la disminución de las exportaciones y el aumento de las importaciones son algunos de los hechos que marcan la pauta de las medidas estructurales que se deben tomar para devolver la confianza tanto a nivel micro como macroeconómico. 

Por el lado microeconómico, el ciudadano de a pie ve con cierta aprensión que continúa la escasez de dólares, pese a la aprobación de la llamada ley del oro, y que los ahorristas en moneda extranjera del banco intervenido recuperarán sus depósitos, pero en moneda nacional. Es natural que les surja la duda sobre lo que deben hacer para preservar el valor adquisitivo de su dinero, en un contexto donde ya se percibe cierta irregularidad en los precios de productos básicos, como el pollo y los huevos. 

Mientras tanto, el Gobierno sigue confiando en que su Modelo Económico Social y Productivo seguirá siendo el motor del crecimiento económico y un agente importante en la estabilización de precios. Prueba de ello es que encara la construcción de más de un centenar de plantas industriales y anuncia que Emapa –su brazo productor–, garantizará la provisión de pollos, huevos y de insumos agropecuarios para contrarrestar toda presión inflacionaria en productos de consumo masivo. 

Diversos analistas hacen notar, sin embargo, que las medidas estructurales necesarias en la presente coyuntura pasan por ponerle límites a un modelo basado en el excesivo gasto público e incluir al sector privado y a los organismos de financiamiento como componentes vitales y primordiales de los procesos en curso.

La presente coyuntura implica sacrificios, pero hay muchas oportunidades de recortar el déficit fiscal sin tener que tomar medidas drásticas que afecten de manera significativa el bolsillo de la gente. El Estado no puede hacerlo solo, justamente porque aquello requiere de cuantiosos recursos que al final no mueven la aguja en la magnitud deseada. Más efectivo resulta dar un mayor protagonismo a los productores nacionales, que simplemente están esperando que se les preste atención a sus necesidades y que se les dé ciertas garantías para que alcancen su mayor potencial de producción. 

En lugar de actuar como gendarmes para frenar el agio y la especulación, los organismos gubernamentales deberían también buscar sinergias con los actores de la economía para ir al fondo de los problemas. En el caso de la oferta de pollos y huevos, por ejemplo, habría que determinar los efectos que han tenido en el sector avícola la gripe aviar, el costo de los insumos y la salida del negocio de muchos avicultores que no soportaron crisis pasadas. Más que resolver un problema de oferta, hay que pensar en crear los incentivos para multiplicar las exportaciones y volver a tener un saldo comercial positivo, con el consiguiente incremento en la oferta de dólares del sistema financiero. 

Las prioridades deben ser las de mejorar las condiciones para la inversión privada y fomentar las captaciones de moneda extranjera. Los expertos señalan que el ajuste de cinturones en el sector público debe correr a la par con una búsqueda de asistencia técnica y financiera para un programa de estabilización de la balanza de pagos, en el que juegan un rol importante los organismos multilaterales y de cooperación internacional. 

Ahora es el momento de encarar esas medidas estructurales que ayuden a esclarecer el panorama actual. Se lo debe hacer asumiendo los sacrificios necesarios e involucrando a todos los actores de la economía en la búsqueda del bien mayor, que es el resguardo de la economía popular.