Opinión

Un manual de historia de Bolivia desde la llanura

2 de octubre de 2020, 5:00 AM
2 de octubre de 2020, 5:00 AM

El autor de este manual es Ruber Carvalho Urey, un hombre de la llanura, hombre de la pampa infinita cuyo límite es el cielo y, por eso mismo, es un hombre universal.

Estudió Derecho en Sucre donde, gracias a su cercanía al Archivo Nacional de Bolivia y a Gunnar Mendoza, se enamoró de la historia; deambuló por la Europa de los años 60; vivió el exilio en Caracas hasta que definitivamente regresó y se afincó en Santa Cruz de la Sierra, la ciudad que lo enamoró.

Ruber Carvalho Urey es un hombre de la llanura y eso trasciende en su pintura, en sus poemas, en sus novelas (ha escrito tal vez la mejor novela contemporánea del hombre de la llanura, La mitad de la sangre (de queridas, velorios y carnavales), publicada el año 2000), en sus artículos de prensa, en su vida cotidiana, en su forma de encarar la vida. Es por eso que en el año 2005 se decidió dar a luz un proyecto que tenía entre manos hacía mucho tiempo, Manual de historia de Bolivia. Una visión desde la llanura, de la que se han hecho tres ediciones.

Ruber parte del principio de que Bolivia fue un error, pero un error inevitable. Por otra parte, afirma que “la historia oficial que se enseña en las escuelas de Bolivia es como los rostros de los presidentes; solemne, apergaminada, adusta, fría, opaca, patética, gris, pero sobre todo falsa”. Esto fue lo que le llevó a publicar este manual, con “una visión desde la llanura”, en el que se relata la historia en forma sencilla y directa, “tal como me hubiera gustado estudiarla cuando sufrí en las aulas escolares la falta de un conocimiento mejor de un país tan diverso y totalmente desarticulado”.

Ruber Carvalho Urey, con su visión desde la llanura, se propone romper algunos mitos que se han tejido y que se siguen tejiendo en torno a nuestra historia. Veamos rápidamente algunos. Arremete contra los napoleones mestizos, especialmente contra Andrés Santa Cruz, de quien dice que “persiguió la Presidencia de Bolivia solo como estrategia para llegar a Lima”, que “antes de aceptar la Presidencia de Bolivia, pidió permiso al Congreso peruano como parte de sus planes anexionistas, para con ello proclamar su identidad peruana”, y cuenta que un biógrafo de Manuela Sáenz en su destierro en Paita criaba perros “que solía ponerle por nombre aquellos generales del libertador que lo habían traicionado en algún momento de su vida. A uno de esos perros lo llamaba Santa Cruz”. 

Se queja de que en los textos escolares la guerra del Acre apenas ocupa “unas pocas líneas sobre anécdotas intrascendentes”; “lo que hoy quedó del Acre boliviano lleva injustamente el apellido del presidente Pando, que estuvo en la zona de explorador, primero, y sin combatir después”; y que “la guerra del Acre es la crónica de la abulia del estado andino, minero y feudal, que nunca sopesó ni se interesó por las regiones que heredó gratuitamente”. Que el Tratado de Petrópolis por el que Bolivia perdió de un plumazo 190.000 kilómetros cuadrados fue “gracias a la acción traidora, una vez más, de los gobernantes de turno”. 

Que calificar de socialistas a los gobiernos de Toro, Busch o el de Villarroel, “no es más que una exageración semántica”.

Además de arremeter contra tantos mitos, da su opinión de frente y sin tapujos sobre algunos personajes. Así, por ejemplo, dice que “la Presidencia de Carlos Mesa podría ser considerada como la síntesis del olañetismo altoperuano, repleta de laberintos y maniobras políticas personalistas en grado sumo”.

Y, finalmente, algo que no es poca cosa y que nos convirtió en un narco-Estado, “que la coca sí es cocaína y que cuando llega a la condición de convertirse en estupefaciente prohibido alcanza la categoría de ‘sagrada’ por los narcotraficantes”.

En una de sus más bellas y poéticas composiciones Kipling, aludiendo al olvido y al falseamiento del legado histórico, escribió como epitafio a los héroes: “Estamos muertos porque nuestros padres nos mintieron”. Pareciera que Ruber Carvalho Urey, el hombre de la llanura, que tengo el orgullo de decir que es mi amigo, tuvo muy en cuenta esta frase a la hora de escribir este manual, que es un libro indispensable para comprender Bolivia.

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