El martes se cumplieron 15 años de aquella noche, en la que el cuerpo sin vida de Pappo quedaba tendido en el asfalto, apagando toda una historia del rock en español, mixturado por el mejor blues que detonó por esta parte del continente

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29 de febrero de 2020, 3:00 AM
29 de febrero de 2020, 3:00 AM

Hay hordas de chicos malos con sus camperas de cuero, decía Pappo en Pantalla del mundo nuevo, en la época en la que comandó Riff, una de las bandas referentes de la movida pesada argentina a principio de los años 80. 

A pesar de que Norberto Aníbal Napolitano conservó siempre la esencia del hombre de blues, esa imagen de metalero (cueros, cadenas y la Harley Davison) acompañó durante largo tiempo a uno de los mejores guitarristas del rock en español. Como parte de ese perfil ‘fierrero’, el músico se aventuró en una incontable cantidad de ocasiones por las rutas argentinas, montado en su potente máquina.

Pero en una de esas carreteras (la N.º 5, a la altura de Luján, en el oeste bonaerense) encontró la muerte. Fue hace 15 años. Pappo, su hijo Luciano y su nuera viajaban en dos motos cuando, al llegar al paraje Estancia La Blanqueada, los dos vehículos rozaron y, a consecuencia de ello, la moto del músico, tras perder el equilibrio, cayó al pavimento. Fue atropellado por un automóvil Renault Clío, que venía en la otra mano. Murió instantáneamente.

Algunos dijeron que murió en su ley. Litto Nebbia, figura fundacional del rock argentino, al que acompañó en el último disco de Los Gatos (Rock de la mujer perdida) dijo: “Que ley, ni que ley. Se murió, pobres de nosotros”.

Desde aquél fatídico viernes 25 de febrero de 2005, el mundo ya no fue el mismo para aquellos que amaron el poder de su guitarra incendiaria en cada uno de los proyectos musicales en los que participó. Porque mucho antes de que aparecieran los cueros y las cadenas, Napolitano, también conocido como El Carpo, formó parte de esa primera generación de músicos argentinos que impulsó el movimiento del rock en español en los años 60.

Pappo tenía una ventaja frente a sus colegas. Mientras la mayoría escuchaba a los Beatles, él tenía discos de bluseros perdidos, como Bo Diddley, Albert King, Buddy Guy y Taj Mahal. Así logró una marca en su manera de tocar la guitarra, inspirado por los más grandes exponentes de la música negra estadounidense.

Como parte de una cuestión física y espiritual, Pappo sobresalió desde un principio por la fuerza y destreza al ejecutar el instrumento. 

Ya sea con el blues más simple de tres acordes, El Carpo dejó su sello inconfundible en temas como Tren de las 16, Fiesta cervezalEl viejo, Solitario Juan, Sándwiches de miga Siempre es lo mismo nena. Una marca propia, tanto en su forma de tocar como en la de cantar con ese vozarrón característico, que con el paso del tiempo fue en aumento, como si acariciara lo áspero.

Cuando Pappo todavía era un adolescente, el destino lo colocó frente al cantante Miguel Abuelo y al poeta Pipo Lernoud, que buscaban músicos para que sean parte de Los Abuelos de la Nada. Pappo integró la banda durante un corto tiempo, antes de desembarcar en Los Gatos en 1969, cuando el grupo ya se había consagrado con temas como La balsa y Viento dile a la lluvia. Su participación quedó registrada en los dos últimos álbumes del conjunto liderado por Litto Nebbia: Beat N.º 1 y Rock de la mujer perdida.

Luego se sumó a otros grupos de la movida, como Carlos Bisso y su Conexión N.º 5, Billy Bond y La pesada del rock and roll y un breve paso por Manal, de su gran amigo Javier Martínez.

Posteriormente, vino Pappo’s Blues, el grupo en el que junto a David Lebón, Black Amaya y otros maestros iba a encontrar su sonido, el de la mixtura entre el hard rock y el blues. Ahí encendió el motor, dispuesto a arriesgar la piel en epopeyas de rock callejero, sucio y desprolijo.

Al final de ese viaje y mientras participaba de otros proyectos, como Aeroblus (junto a Rolando Castello y Alejandro Medina), se preparaba para dar un gran salto.

A principios de 1980, luego de vivir en Inglaterra, regresó a Argentina para fundar Riff, documentando así un recambio generacional con una música fuerte y abrasiva; un concepto sonoro que lo definiría como el primer guitarrista argentino en incursionar en el heavy metal. En la banda lo acompañó Vitico, Boff Serafine, Michel Peyronel y, posteriormente, Juan Antonio Ferreira (JAF) y Oscar Moro.

La trayectoria artística de Pappo alcanzó un nuevo esplendor en los años 90, cuando reflotó Pappo’s blues y conquistó un público integrado por chicos que ni siquiera habían nacido cuando el músico, vecino del barrio porteño de La Paternal, había iniciado su extensa travesía por el rock y el blues. Aquellos fueron los años del reconocimiento internacional. 

El mismísimo B.B. King lo invitó a tocar con él en el Madison Square Garden de Nueva York. Luego vivió otro gran momento durante la presentación de los Rolling Stones en Buenos Aires, en febrero de 1995. En esa ocasión estuvo como telonero de los británicos, que, en medio de su show, lo mandaron llamar para felicitarlo por la magnífica actuación que había brindado esa noche.

Aunque su música no fue muy difundida en Bolivia, un aventajado grupo de fanáticos pudo disfrutar de su presencia en Santa Cruz de la Sierra en diciembre de 2002. 

En ese entonces, el Carpo retribuyó la hospitalidad local con una actuación muy comentada por sus seguidores en Palladium y, al día siguiente, en la vieja tapera de Clapton. Un momento especial se vivió cuando Glen Vargas, (luciendo un raro peinado corto), tocó con el argentino.

La fatalidad jugó en contra de todos los que creían que habría Pappo para largo rato. Hoy, 15 años después, permanece vivo el recuerdo de uno de los mejores músicos del rock y el blues en nuestro idioma.

Vitico, Pappo, Héctor ‘Boff’ Serafine y Michel Peyronel. Riff, la legendaria banda que marcó el nacimiento del heavy metal en Argentina


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