16 de mayo de 2023, 4:00 AM
16 de mayo de 2023, 4:00 AM

En Bolivia, la palabra desdolarización tiene ahora tres acepciones: la primera recuerda la desesperada medida del Gobierno de la UDP, entre 1982 y 1985, que determinó la conversión de los contratos en dólares a pesos bolivianos, con lo que se desató la peor hiperinflación de la historia económica de Bolivia.

Cuando Víctor Paz Estenssoro puso en marcha las reformas económicas del DS 21060, revirtió la desdolarización y creó el bolsín del Banco Central de Bolivia, mecanismo mediante el cual se reguló la compra y venta de dólares en el mercado boliviano, el precio del dólar subía o bajaba en función de la demanda del mercado y los indicadores económicos de Bolivia se pusieron en orden.

La segunda acepción está más relacionada con un eufemismo: bolivianización. Responde a la medida dispuesta por el Gobierno de Evo Morales en 2011, cuando profundizó la brecha entre el precio de venta y de compra de la divisa e impuso el ITF, entre otras medidas. Con esas acciones se desincentivó el hábito de los bolivianos de comprar dólares cada vez que podían porque se entendía que era la única forma segura de ahorrar.

Los efectos de la bolivianización son de amplio análisis, han sido positivos para un sector de la economía, pero los expertos afirman que también derivó en una sobrevaluación del Boliviano y que por ello hubo un impacto en la balanza de pagos y otros indicadores macroeconómicos.

Además, la bolivianización calzaba muy bien en la década dorada de las materias primas cuya explotación llenó las arcas de las Reservas Internacionales y se lograron interesantes metas de crecimiento económico.

Pero esa luna de miel llegó a su fin en 2023, cuando las reservas disminuyeron dramáticamente, la gente buscó dólares desesperadamente y no los encontró y, peor aún, a los ciudadanos que tenían cuentas en dólares en el banco Fassil, se les anuncia una devolución en bolivianos.

La tercera acepción tiene que ver con las últimas declaraciones del presidente Luis Arce, que ha expresado su interés de seguir el ejemplo de Brasil y Argentina de comprar y pagar con yuanes las importaciones provenientes desde China porque, además, en criterio del mandatario, el dólar está perdiendo terreno ante la moneda china.

Dada la actual coyuntura política, con gobiernos de izquierda que mandan en la región, es casi inevitable que se enciendan los discursos contra la moneda norteamericana como si ésa fuera la causa de los padecimientos económicos que se viven en Argentina, por ejemplo. De hecho, en 2010, cuando Hugo Chávez estaba vivo, hubo un fallido y demagógico intento de utilización del Sucre como moneda común para los países del ALBA. ¿Alguien recuerda ese peregrino episodio?

La economía mundial se regula por el valor del dólar y del oro porque a lo largo de la historia se han convertido en patrones de confianza que se han construido después de dos guerras y complejos procesos económicos. Es posible que en algún momento se produzca un cambio de otro orden, pero no hoy.

Suena poco atinado que en la actual coyuntura el primer mandatario insista con la hipotética “yuanización” de la economía cuando los problemas bolivianos son concretos y las soluciones podrían y deberían ser prontas. Por ejemplo, el sector productivo agropecuario necesita diésel para cosechar y sembrar los alimentos que se consumen en Bolivia; urge un debate serio y sincero sobre la subvención a los carburantes, los exportadores piden que eliminen los cupos de exportación para que lleguen más divisas al país.

Que no se equivoque el Gobierno con el falso debate sobre dólares o yuanes, los especialistas le piden al Gobierno un shock de confianza para reencaminar la economía y esa medida no será fruto de un debate chino ilusorio y estéril.

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