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Una nueva gesta libertaria

8 de agosto de 2020, 3:00 AM
8 de agosto de 2020, 3:00 AM

Han pasado 195 años desde que Bolivia fuera declarada república independiente. Los hermanos Katari, Julián y Gregoria Apaza, Bartolina Sisa, el Moto Méndez, los que contribuyeron a la resistencia, como Cumbay -líder chiriguano-, Bolívar y Sucre, fueron algunos de los protagonistas de este largo y complejo proceso de liberación. 

Hoy, a un lustro del bicentenario, con una aguda crisis sanitaria, un tenso clima político-social y la vigente amenaza a la democracia, considero importante pensar en una nueva gesta libertaria, protagonizada por la ciudadanía boliviana. 

Como menciona el texto de la Coordinadora de Historia (2015), tres de los principales detonadores de las rebeliones del siglo XVIII y consecuentemente del XIX, fueron el hastío colectivo con la “degeneración del comportamiento de las autoridades coloniales”; el creciente rechazo a los “abusos de los corregidores y los caciques”, así como a las “injusticias” que principalmente sufrían los más marginados.

Con las diferencias entre los respectivos contextos, y a pesar de los tantos intentos -algunos logrados- por una sociedad más justa y equitativa, esos tres elementos parecen repetirse en la Bolivia contemporánea. 

El primero se visibiliza desde la primera candidatura inconstitucional de Evo Morales, en 2014, y su intento desesperado por perpetuarse en el poder, que derivó en el contexto político actual. 

Un escenario que se agrava por la irresponsable candidatura de Jeanine Añez. Aquella que decía que su Presidencia en transición no pretendía devenir en una candidatura. Aquella que tenía la tarea de garantizar unas nuevas elecciones, complica la realización de las mismas al estar en la papeleta. 

El comportamiento de ambas autoridades contradice la confianza depositada por el pueblo boliviano, al tiempo que amenaza los intereses colectivos.
Pero no son sólo los líderes, sino sus emisarios y beneficiarios, como ocurría con corregidores y caciques, quienes también abusan de sus posiciones, en perjuicio del conjunto de los bolivianos. 

Por un lado, están aquellos sectores afines al Movimiento Al Socialismo, que esta semana han protagonizado bloqueos, quemas, hostigamiento a sus propios pares -como se denunció en El Alto-, y la consecuente agudización de la emergencia sanitaria. Lo hacen a nombre de quien los dejó abandonados, en noviembre pasado, y a falta de otro líder que sepa representarlos. 

Por otro, están los nuevos “caciques” -que poco tienen de originarios, pero les sobra destreza para hacer pactos, ya sea con azules o verdes-. Expanden sus tierras, sin considerar las agresiones irreparables al medio ambiente. Lo hacen mientras vulneran los derechos de los pueblos indígenas. Abusan de su poder económico y lo negocian para seguirlo ensanchando. 

Mientras tanto, como sucedía hace casi dos siglos, los marginados son quienes sufren las mayores injusticias. Padecen las perversas consecuencias de un sistema cada vez menos democrático e inclusivo. Un sistema que pretende sostener las diferencias, exacerbarlas y mantener caudillos, sin importar las implicancias para el colectivo boliviano. 

Por todo lo mencionado, es preciso fortalecer el poder local, el poder ciudadano, frente a un estado central cada vez más lejano. Promover desde las bases una nueva gesta libertaria, donde una ciudadanía articulada, activa y propositiva sea el agente fundamental del cambio.

Que el medio de esta nueva gesta sea la democracia en sus distintas descripciones constitucionales: directa, participativa, representativa y comunitaria.

Que el fin sea construir una sociedad más equitativa, inclusiva y articulada, donde los líderes políticos sean el reflejo de ese proyecto colectivo.

A las puertas del bicentenario, seamos nosotros, los ciudadanos bolivianos, nuestros propios libertarios.

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