Opinión

Vender humo

16 de abril de 2021, 5:00 AM
16 de abril de 2021, 5:00 AM

Según la Real Academia de la Lengua, la locución “vender humo” significa: “Tratar de convencer con palabras o argumentos carentes de sentido”. Asimismo, como segunda acepción, establece: “Aparentar valimiento y privanza con un poderoso para sacar utilidad de los pretendientes”.

Según el lingüista español Sebastián de Covarrubias en su libro Emblemas Morales: Iconografía y doctrina de la Contrarreforma, el término “vender humo” fue adoptado en el Derecho Romano. Se definía como “Venditio fumi” a las promesas falsas que se realizaban para obtener un favor del funcionario público. Covarrubias apunta que este término (históricamente) se decía de aquellos que con artificios daban a entender ser privados de príncipes y señores, y vendían favores a los negociantes y pretendientes, siendo mentira y humo cuanto ofrecían. Para aquellos “vende-humo” el Emperador Alejandro Severo aplicó un castigo inclemente y ejemplar, mandó a ponerlos en un palo y echarle fuego de leños verdes, el cual generaba un humo que terminaba ahogando al castigado (antes que el fuego llegara a consumirlo), y por último a viva voz se anunciaba: “Fumo periit, qui fumos vendidit” (al humo perezca quien humo vende).

En la actualidad este término es común escucharlo y/o aplicarlo en diferentes ámbitos, los cuales van desde lo político, deportivo, institucional hasta lo empresarial. Personas, empresas o incluso instituciones (públicas y privadas) que buscan verse como salvadores o intermediarios de situaciones (problemáticas) y que lo único que hacen es ilusionar a sus seguidores con una posible solución, cuando al final simplemente venden humo.

En el ámbito profesional no es raro encontrarse con individuos que venden bien una imagen o un discurso, pero que finalmente el resultado no los acompaña, no cumplen lo prometido y terminan vendiendo humo. Por último, en el marco de lo institucional, muchas asociaciones, empresas y entidades anuncian y prometen diversidad de puntos como parte de su gestión, para que al final solo digan que lo intentaron o culpen a otra persona, cuando desde un inicio sabían que no conseguirían el resultado prometido.

En el ámbito político es común escuchar a candidatos prometer cambios y/o soluciones a los problemas de la sociedad, pero una vez están en el poder es (casi) una costumbre generalizada que se olviden de sus propias palabras, que tergiversen el sentido que tenían o por último, simplemente se hagan los desentendidos.
Solo queda ser precavidos y cautos con este tipo de personas. Evitarlos y no caer en sus falsas promesas dependerá de nosotros mismos. Hasta entonces: “Fumo periit, qui fumos vendidit” (al humo perezca quien humo vende).



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