Roberto Valcárcel. el artista falleció el 25 de julio pero su obra no se olvida

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8 de agosto de 2021, 4:00 AM
8 de agosto de 2021, 4:00 AM

Por: Adhemar Manjón

A los12 años Roberto Valcárcel era un “chico enorme”, así lo recuerda Armando de Urioste, amigo desde esa infancia que los unió en la marginalidad, ya que con un grupo de compañeros eran víctimas de bullying en el colegio por diferentes razones. “Roberto era más alto que todos y también era gordito, una razón en ese entonces para ser atacado”, recuerda de Urioste. 

“Pero Roberto siempre fue un gigante con el corazón de un niño”, dice Urioste. La vena artística la llevaba desde esa edad, dibujaba y retrataba lo que podía, hacía caricaturas de sus compañeros y de sus profesores. Fue una amistad que se fue consolidando con el tiempo. 

En el último año del colegio instalaron su primer laboratorio fotográfico, entonces Valcárcel tenía una cámara alemana Voigtlander.

“Desde entonces hemos compartido la fotografía, al extremo que en los últimos seis meses habíamos estado trabajando con él para que me editara un libro de fotografía que estaba preparando. Me encantó saber que cuando Roberto vio mi trabajo le gustó”, indicó Urioste.

Valcárcel empezó a venir a Santa Cruz en 1984. Marcelo Araúz entonces dirigía la Casa de la Cultura y conocía la labor que él hacía en La Paz, sus talleres de creatividad eran una sensación y su figura de artista contemporáneo era reconocida en el país. En 1985 lo convencieron de que se quedara de manera permanente acá y una de las primeras ideas que tuvo fue la de crear la Escuela de Arte Pintovia. 

Con Pintovia Valcárcel quería becar a chicos con aptitudes artísticas que no tuvieran recursos económicos. Se buscó financiamiento de la empresa privada para que pagaran 1.000 dólares al año por cada becado. Pero nunca se logró este objetivo. Araúz recuerda cómo trajinaban de un lugar a otro buscando una casa en anticrético que le sirviera a Pintovia.

Araúz dice que esto no desanimó a Valcárcel, ya que siempre fue inquieto y siguió subsistiendo con los talleres que hacía. Pintovia nunca funcionó, pero aún así -menciona Araúz- hay algunos artistas u otras personas que dicen haber estado en ese frustrado instituto. 

Valcárcel era el artista favorito de Araúz. Sus paredes lucen algunos cuadros de diferentes etapas del artista nacido en La Paz, también algunas piezas más conceptuales, como una pequeña que une la svástica nazi con el símbolo de la paz. Araúz ahora piensa quién podrá tomar todas las clases que Valcárcel daba en la universidad y que les abrió la cabeza a tantos de sus alumnos.

Martha Boland empezó su amistad con Valcárcel en 1992. Ese año falleció su hijo Eduardo, y en la búsqueda de despejar un poco la mente de ese dolor se inscribió en un taller de Perspectiva que daba él. Desde entonces fueron íntimos amigos y Boland no dejó de asistir a todos los cursos que daba. Lo tuvo alguna vez de vecino por la calle Florida, donde lo vio crear sus ataúdes cromáticos. Ella para su cumpleaños le preparaba su torta alemana que Valcárcel (de ascendencia germana) disfrutaba bastante. 

Él le regaló algunos cuadros, se los dedicaba y Boland los tenía colgados en un rinconcito. Cuando Roberto enfermó de Covid-19 y se hicieron subastas para pagar los gastos médicos, Boland donó uno de esos cuadros a la galería Manzana 1, que fue el único de autoría de Valcárcel que se subastó. “Yo lo doné porque pensaba que Roberto saldría del hospital y me lo devolvería”, recuerda Boland.

El año pasado, en plena pandemia, Martha le pidió a su amigo que diseñara algún ‘cuadrito’ para guardar unas medallas que habían sido de su padre, el distinguido médico cruceño Percy Boland. Valcárcel aceptó la propuesta y la sorpresa de Martha cuando vio el producto final fue grande, la pieza era un cuadro enorme, pintado en dos tonos de naranja con un parte al medio donde estaban las 25 condecoraciones del doctor Boland.

“Si no es la última, es una de las últimas piezas de arte que creó Roberto”, dice Martha, quien menciona que falta poco para el cumpleaños 70 de Valcárcel, el 19 de agosto. “No le gustaba festejar ni hacer nada para esa fecha”, dice.

Una vida en el arte

Miguel López hace cinco años estaba desempleado y vio el anuncio de “se necesita asistente para taller artístico”. Fue a entrevistarse un viernes con un tipo alto y calvo, quien le preguntó si sabía quién era él. Miguel le dijo que no lo conocía. López recuerda que Valcárcel quedó un poco desconcertado con la respuesta. 

La siguiente pregunta fue si le gustaban los animales, porque a los otros postulantes su perro Negrito no les había caído muy bien. Miguel tenía varios canes en su casa así que no había problema. A los dos días le informaron que tenía el puesto, desde entonces fue su mano derecha. Rápidamente la relación de jefe-empleado se convirtió en una de amigos e incluso Valcárcel le dijo alguna vez que Miguel era una especie de hermano menor.

Miguel recuerda lo ordenado que era Valcárcel, le gustaba la puntualidad y dar clases. La primera vez que estuvo internado por el covid se le hizo tan difícil de sobrellevar que hasta le dio a conocer a Miguel un plan: “Cuando sea tarde en la noche, vos vení en un taxi, me decís ‘estoy afuera’ y yo bajo y nos vamos. Por la enfermedad no te preocupes, puedo hacer mi meditación y quedo tranquilo”.

López también habla del plan que tenía Valcárcel con el gestor cultural y amigo Ubaldo Nallar. En la pandemia habían coordinado fabricar unas camisetas que tuvieran las imágenes de los ‘gritones’ (retratos de Valcárcel). Estaban en ello cuando Valcárcel cayó enfermo, días después se contagió Nallar, quien fallecería luego. Valcárcel nunca supo lo que le sucedió a su amigo.

López recordaba lo mucho que Valcárcel estaba orgulloso de su ‘librero rojo’, un mueble de madera diseñado y construido por él.



Obra de diseño. Un cartel de Roberto Valcárcel para la exhibición Umberto Eco y el péndulo, en el Museo Nacional de Arte, en 2017.

Vida y legado

Susana Machicao es coordinadora general de la Bienal del Cartel de Bolivia (BiCeBé) y admiradora del trabajo de Valcárcel, con quien llegaron a trabajar en algunas ediciones de este evento. “Roberto siempre ha sido un disruptor del pensamiento creativo, un innovador del arte abriendo el camino para que los artistas y diseñadores puedan encontrar nuevas maneras de pensar y reinventarse en procesos que los obligue a ser inagotables, como de muchas maneras lo era él”, señala.

Para Machicao, Valcárcel como maestro en diseño formó varias generaciones de jóvenes, quienes luego de pasar por sus aulas simplemente lo idolatraban.

“Roberto era un inconformista, la educación algunas veces te lleva en la rutina a la repetición de un contenido sin analizarlo o discutirlo, porque viene del maestro; sin embargo Roberto lo discutía todo. El entendía que así no solo estaba formando, sino asegurando generaciones de jóvenes ansiosos de llegar un poco más allá de los demás en la comunicación, el diseño y el arte”, explica Machicao.

En la BiCeBé, Roberto participó como jurado en 2015, posteriormente como conferencista y tallerista en 2017. Machicao anunció que la BICeBé 2021 se realizará in memoriam al artista.



Enfermedad. Una de las últimas fotos tomadas al artista, cuando estaba internado en la Clínica Santa María con covid. El cuadro de atrás es obra del propio Valcárcel.

Homenaje con sus obras

El artista y curador Douglas Rada, director artístico de la galería Kiosko de Santa Cruz, tuvo la oportunidad de conocer la obra de Valcárcel,desde que era muy niño. 

Tiene la memoria muy clara de ver uno de sus famosos cuadros de ‘dinamiteros’ en su adolescencia. “Su trabajo era impactante, ya la morfología de la obra simplemente era una transgresión a todo lo que se producía en Bolivia en esa época”, dice Rada.

“Creo que, como decía Denisse Aguilar hace poco, Roberto Valcárcel marca un antes y un después en la historia del arte local, su trabajo es muy ajeno y diferente a toda la producción local anterior”, puntualiza Rada.

Valcárcel tuvo una exposición en 2014 donde exhibía zapatos y fotografía de zapatos. En homenaje a él, Kiosko lanzó una campaña para que cualquier persona envíe zapatos, que luego formarán parte de una gran exposición.

“Yo había hablado con Roberto muchas veces durante el encierro porque evidentemente me preocupaba su salud. En algún momento, hace como cuatro meses, le hablé y le comenté que me había quedado con las ganas de volver a presentar una obra que yo pensaba se había entendido mal, cuando se exhibió originalmente. 

La obra era un estante metálico que tenía a manera de exhibidor un montón de zapatos propios, el momento que yo vi la obra el año 2017, pensé que era una broma y me quedé pensando en ella durante años”, dice Rada.

El artista señala que el fallecimiento de Valcárcel ha generado en Bolivia una gran crisis emocional a distintos niveles en él escenario cultural y artístico boliviano. “Y por supuesto queremos hacer una muestra de homenaje, pero no queremos hacer algo aburrido y tampoco queremos hacer una retrospectiva, porque se han hecho muchas retrospectivas y ciertamente me parece que se tiene que hacer con mucho cuidado. Estamos pensando en trabajar con Valeria Paz para editar un buen libro, que construya la memoria clara sobre su trabajo artístico”.





Seguidora. Martha Boland posa al lado de la última pieza
artística que creó Valcárcel, un recuerdo para su padre Percy
Boland

Rada agrega que en Kiosko les pareció que “como no podemos exponer la obra de los zapatos, dado que no podemos tener una idea muy clara de cómo era la obra y tampoco podemos acceder a sus zapatos, que obviamente ya no son obras de arte, sino son solo zapatos, es que se nos ocurrió que como homenaje podíamos invitar a todos los amigos y artistas a mandarnos zapatos propios o ajenos, nuevos o usados, ideados, imaginados, o alguna de las infinitas posibilidades que proponía la obra original”.

La convocatoria ha tenido tanto éxito, según Rada, que en el momento que la lanzaron llegaron un montón de comentarios de amigos del escenario, algunos comentaron lo divertidas que esa idea.

“Por supuesto la muestra es una mutación de su obra en homenaje a él y que implica el reto de no caer en literalidades, ni obviedades, ni espacios comunes, algo que le hubiera molestado mucho”.

“Eso es una buena manera de hacer una muestra divertida, una en homenaje a él ciertamente, se tienen que hacer otras muestras más ordenadas con sus obras, pero me parece que esta no es un intento de revisar su trabajo artístico, si no de permitirnos ver el arte desde el humor y la reflexión, ambas características que lo identificaban”, concluye Rada.

Dicen que era un gigante con el corazón de un niño, un obsesivo con el orden y la puntualidad, un tipo al que no le gustaba celebrar ni siquiera su cumpleaños, aunque también era un amigo de cualquiera que se apegara a conversar con él, un erudito del arte, un arquitecto que amaba su librero rojo, alguien que quiso ser recordado solo como fotógrafo. Era Roberto Valcárcel.


Maestro. Valcárcel en la BiCeBé 2017, una fotografía por su amigo y compañero de colegio, Armando de Urioste

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