Alcohol y grasas, los principales factores que desencadenan el hígado graso
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el hígado graso afecta a más de un tercio de los adultos y al 10% de los niños en todo el mundo. La mayoría de los casos son asintomáticos en sus primeras etapas, lo que dificulta su detección temprana.
El graso, o esteatosis hepática, es una enfermedad silenciosa pero peligrosa que afecta a un número creciente de personas a nivel mundial.
Se caracteriza por la acumulación excesiva de grasa en las células hepáticas, principalmente debido a malos hábitos alimenticios y al consumo excesivo de alcohol. Sin un tratamiento adecuado, esta condición puede derivar en complicaciones graves como cirrosis o cáncer de hígado.
Afortunadamente, con cambios en el estilo de vida y un diagnóstico oportuno, es posible revertir la enfermedad.
Magaly Bishop, nutricionista y docente de la carrera de Medicina de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz, advierte que “en las primeras etapas, el hígado graso suele ser asintomático. Sin embargo, a medida que la enfermedad progresa, pueden aparecer síntomas como fatiga, pérdida de peso, dolor abdominal, náuseas, vómito e ictericia”.
¿Qué es el hígado graso y por qué es preocupante?
El hígado es uno de los órganos más importantes del cuerpo, responsable de filtrar toxinas, producir bilis y almacenar energía. Cuando el hígado acumula grasa en exceso, su funcionamiento se ve comprometido.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el hígado graso afecta a más de un tercio de los adultos y al 10% de los niños en todo el mundo. La mayoría de los casos son asintomáticos en sus primeras etapas, lo que dificulta su detección temprana.
Principales causas del hígado graso
1. Consumo excesivo de alcohol
El alcohol es una de las principales causas del hígado graso. Su consumo excesivo daña las células hepáticas, provoca inflamación y debilita las defensas del cuerpo, facilitando la acumulación de grasa en el hígado.
2. Dieta alta en grasas saturadas
Los alimentos ultraprocesados, ricos en grasas trans, azúcar y sodio, son enemigos del hígado. Estos productos no solo favorecen el aumento de peso, sino que también sobrecargan el hígado, dificultando la metabolización de las grasas.
3. Obesidad y sobrepeso
El exceso de grasa corporal es un factor determinante en la aparición de esta enfermedad. La obesidad no solo provoca acumulación de grasa en el hígado, sino que también puede desencadenar resistencia a la insulina, agravando la condición hepática.
4. Resistencia a la insulina y diabetes tipo 2
La resistencia a la insulina está estrechamente relacionada con la acumulación de grasa en el hígado. Esta condición metabólica dificulta la conversión de glucosa en energía, favoreciendo la acumulación de lípidos en el tejido hepático.
5. Dislipidemia
El desequilibrio en los niveles de colesterol y triglicéridos también contribuye al desarrollo del hígado graso. Un perfil lipídico alterado indica que el cuerpo está acumulando grasas de manera inadecuada.
Síntomas del hígado graso
Una de las mayores complicaciones de esta enfermedad es que puede pasar desapercibida durante años. Los síntomas suelen aparecer cuando el daño hepático es significativo. Entre los signos más comunes se encuentran:
• Fatiga crónica
• Dolor o molestia en la parte superior derecha del abdomen.
• Pérdida de peso inexplicable
• Náuseas o vómitos
• Ictericia (coloración amarilla en la piel y ojos)
Bishop subraya la importancia de acudir a un médico ante cualquier sospecha. “Muchos síntomas del hígado graso pueden confundirse con otras enfermedades, tanto leves como graves. Un diagnóstico preciso es fundamental para evitar complicaciones mayores”.
Tratamientos y prevención
El tratamiento del hígado graso se basa principalmente en cambios en el estilo de vida. Adoptar una dieta equilibrada, reducir el consumo de alcohol y mantener un peso saludable son las estrategias más efectivas.
La nutricionista menciona cuatro consejos para evitar llegar al hígado graso:
1. Dieta saludable: priorizar frutas, verduras, granos integrales y proteínas magras. Evitar alimentos ultraprocesados y ricos en grasas saturadas.
2. Ejercicio regular: realizar actividades como caminar, correr o practicar deportes ayudan a reducir la grasa hepática y mejorar la sensibilidad a la insulina.
3. Control del consumo de alcohol: limitar o eliminar el consumo de bebidas alcohólicas es crucial para prevenir el daño hepático.
4. Asesoría médica: consulte a un nutricionista o especialista para diseñar un plan de alimentación personalizado y monitorear la evolución de la enfermedad.
El hígado graso es una enfermedad prevenible y reversible si se detecta a tiempo. La clave está en adoptar hábitos saludables y realizar controles médicos periódicos.