Las emociones son fundamentales para el aprendizaje efectivo. Por un lado, las positivas como la alegría, la sorpresa y la curiosidad aumentan la atención y el enfoque en la tarea, facilitando la comprensión y retención de la información

5 de diciembre de 2024, 9:06 AM
5 de diciembre de 2024, 9:06 AM

Las emociones son fundamentales para el aprendizaje efectivo. Por un lado, las positivas como la alegría, la sorpresa y la curiosidad aumentan la atención y el enfoque en la tarea, facilitando la comprensión y retención de la información. Por otro lado, las negativas, como el miedo, la ansiedad y el estrés, pueden distraer y dificultar el aprendizaje.

“Cuando algo nos alegra, nos emociona o nos interesa, el cerebro libera sustancias químicas como la dopamina, la hormona de la felicidad, que nos ayudan a prestar atención y retener mejor la información. Así, las emociones hacen que el aprendizaje sea más efectivo, porque el cerebro lo percibe como algo significativo”, señala Cristofer Ortiz, experto en neurodesarrollo y docente de la carrera de Psicología de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.

De acuerdo con el experto, las emociones hacen que la información sea relevante para el cerebro, generando una conexión más profunda con lo que estamos aprendiendo. Este proceso permite que lo aprendido no se quede en una simple memorización, sino que se integre profundamente con nuestros conocimientos previos, generando una conexión significativa.

“Las emociones, sobre todo las positivas, no solo influyen en el aprendizaje, también son una parte fundamental de nuestra vida diaria, con un impacto considerable en nuestra salud mental, física y social”, puntualiza el profesional. 

Emociones negativas vs. emociones positivas

David Bueno, experto en neurociencia, biólogo y genetista de la Universitat de Barcelona, explica que es posible aprender a través del miedo, pero que este aprendizaje será superficial y, sobre todo, tendrá resultados negativos a largo plazo.

“¿Se puede aprender a través del miedo? La respuesta es sí, siempre y cuando no sea un miedo excesivo que paraliza. Un miedo sutil, miedo a suspender, miedo al castigo. Pero, pasa que, a medio y largo término el resultado es nefasto. Es nefasto porque el cerebro asocia con mucha facilidad aprender al miedo”, puntualiza.

El experto español agrega que una persona que aprende a través del miedo, asocia este con el aprender, generando un rechazo a la obtención de conocimientos.

“Cuando esa persona a la que le enseñaron a través del temor, ya nadie le obliga a aprender nada, culmina sus estudios, se convierte en una persona que no va a querer aprender cosas nuevas en su vida porque, automáticamente, inconscientemente, asocian aprender al miedo”, expresa.

Por otra parte, si se asocia la alegría y la sorpresa al proceso de aprendizaje, se crean vínculos positivos entre el acto de aprender y la felicidad, generando confianza en los estudiantes y una curiosidad sin límites que alimenta el aprendizaje.

“Aprender a través de la alegría significa aprender con confianza, Esta emoción crea un entorno donde las personas se sienten seguras, dispuestas a explorar y a colaborar, facilitando un aprendizaje colectivo y transformador”.

En el caso de la sorpresa, Bueno indica que es otra emoción clave. “La sorpresa incrementa la atención”.

“Al activar el tálamo, una región cerebral fundamental para enfocar la atención. Esta emoción surge ante lo inesperado y despierta la curiosidad, impulsando al cerebro a descubrir y procesar nueva información. Sin atención, el aprendizaje se vuelve superficial y menos efectivo”, agrega.

Promover la alegría y la sorpresa en los entornos educativos no solo mejora la calidad del aprendizaje, sino que fomenta un deseo genuino de explorar y crecer. Herramientas como la gamificación, según el experto español Javier Espinosa, ayudan a integrar estas emociones en la enseñanza, desarrollando habilidades útiles y motivando a los estudiantes.

El aprendizaje efectivo no se trata de acumular datos, sino de conectar con ellos emocionalmente. Como concluye Ortiz, el cerebro necesita emocionarse para aprender, porque solo cuando algo se percibe como significativo, se activa de manera óptima para un aprendizaje profundo y transformador.

“Memorizar es solo una parte del aprendizaje, porque para, realmente, aprender necesitamos usar y conectar el conocimiento”, concluye.