De la desesperanza a la vida: el viaje de resiliencia de las personas con VIH
En la década de los 80, un diagnóstico del virus de inmunodeficiencia humana (VIH) era sinónimo de una sentencia de muerte
En la década de los 80, un diagnóstico del virus de inmunodeficiencia humana (VIH) era sinónimo de una sentencia de muerte. La falta de tratamientos efectivos y el desconocimiento generalizado sobre el virus condenaban a las personas a vivir con miedo, estigmatización y, en muchos casos, a enfrentar la muerte en aislamiento.
Hoy, gracias a los avances médicos y la concienciación global, vivir con VIH es un desafío lleno de obstáculos, pero también de oportunidades para una vida plena.
Cristofer, un joven que vive con VIH, recuerda cómo la noticia transformó su vida. "Recibir el diagnóstico fue un impacto profundo, una llamada de atención que me obligó a asumir la responsabilidad total sobre mi vida sexual. Mi conteo de linfocitos CD4 estaba en 140, un nivel peligrosamente bajo, y enfrentaba un alto riesgo de infecciones oportunistas que podrían ser letales".
Este relato refleja la dura realidad inicial que enfrentan muchas personas diagnosticadas. Según Carla Wendy Vásquez, médico especialista en salud familiar y docente de Medicina en la Universidad Franz Tamayo (Unifranz), el VIH ataca el sistema inmunológico, debilitando las defensas del cuerpo contra infecciones y enfermedades. Si no se trata, puede evolucionar a SIDA (Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida), la fase más avanzada de la infección.
"El virus destruye las células inmunitarias gradualmente, lo que deja a la persona en una situación de inmunodeficiencia y vulnerable a infecciones severas y ciertos tipos de cáncer", señala la especialista.
El Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH) es un virus que afecta al sistema inmunológico del organismo. Una vez debilitado por el VIH, el sistema de defensas permite la aparición de enfermedades. Esta etapa avanzada de la infección por VIH es la que se denomina Síndrome de Inmuno Deficiencia Adquirida (sida).
Cada 1 de diciembre, el mundo conmemora el Día Mundial del Sida y se une para apoyar a las personas que viven con el VIH y recordar a las que han fallecido por enfermedades relacionadas. También, es un llamado a proteger la salud a través de la protección de los derechos humanos.
Avances médicos: de la desesperanza a la esperanza
Desde la identificación del VIH en 1983, los avances médicos han cambiado radicalmente los pronósticos. Hoy, gracias a los antirretrovirales (ARV), las personas pueden controlar la infección, prevenir la progresión del SIDA y mantener una calidad de vida comparable a la de cualquier persona sin el virus.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de 39 millones de personas viven con VIH en el mundo, de las cuales 28 millones reciben tratamiento antirretroviral.
En Bolivia, más de 50.000 personas conviven con el virus. Aunque el acceso al tratamiento ha mejorado, persisten desafíos relacionados con la educación, la prevención y el acceso a servicios médicos, especialmente en áreas rurales.
Un cambio de rumbo obligado
El diagnóstico obliga a las personas a replantearse sus vidas. Cristofer tuvo que modificar su alimentación, iniciar tratamientos preventivos y ajustar su rutina diaria.
"Comencé a tomar cotrimoxazol como profilaxis y a complementar mi tratamiento con suplementos para fortalecer mi sistema inmunológico. Cada día era un recordatorio de lo frágil que es la vida", señala.
El impacto no fue solo físico. Profesionalmente, tuvo que renunciar a un puesto de alta responsabilidad para priorizar su salud porque entendió que su salud debía ser primero.
“Renuncié y busqué un trabajo menos demandante. Fue difícil, pero necesario para mi salud", reflexiona el joven activista de los derechos de las personas que viven con VIH.
El respaldo de la familia y amigos fue crucial en su proceso. Esta red de apoyo no solo lo ayudó a enfrentar el tratamiento, sino también a superar el estigma asociado al VIH. Cristofer destaca que, aunque la enfermedad sigue siendo un desafío, la solidaridad y la empatía marcan una diferencia significativa en la recuperación y en la calidad de vida.
El VIH sigue siendo una preocupación mundial. A pesar de los avances médicos, la discriminación y el estigma persisten. La educación y la sensibilización son claves para derribar estos prejuicios. Como señala Cristofer:
"Vivir con VIH es solo una condición más, pero no define quiénes somos. La sociedad debe aprender a respetar los derechos de todos, independientemente de su estado serológico", afirma.
Del diagnóstico al activismo
Antes de su diagnóstico, Cristofer vio el VIH como una realidad lejana. Ahora, ha convertido su experiencia en una plataforma de activismo:
"Lo veía como algo que le pasaba a otros. Hoy, lucho por el acceso a tratamientos y la defensa de nuestros derechos. Esto dejó de ser un tema de voluntariado y se convirtió en una cuestión de sobrevivencia", afirma.
Su historia es un testimonio de cómo un diagnóstico puede transformarse en una fuente de motivación, porque “cada mañana, cuando tomo mi medicación, recuerdo que el VIH puede ser una carga o una motivación. Yo elegí verlo como un impulso para ser mejor cada día".
La experiencia de vivir con VIH en la actualidad ya no es una condena, sino un desafío que, con el tratamiento adecuado y el apoyo necesario, puede ser superado. La historia de Cristofer es un recordatorio de que la resiliencia y la fuerza personal son fundamentales para enfrentar cualquier adversidad.
La lucha contra esta enfermedad no solo es médica, sino también social. Romper el estigma y fomentar la empatía es esencial para construir una sociedad más inclusiva y solidaria.