Estas herramientas, que prometen mejorar nuestra apariencia y brindarnos una imagen perfecta, generan debate en la sociedad y algunos expertos alertan sobre las consecuencias en la salud mental

8 de julio de 2023, 10:20 AM
8 de julio de 2023, 10:20 AM


El creciente uso de aplicaciones y redes sociales popularizan los filtros de belleza, generados por Inteligencia Artificial (IA) en nuestras fotografías y videos. Estas herramientas, que prometen mejorar nuestra apariencia y brindarnos una imagen perfecta, generan debate en la sociedad y algunos expertos alertan sobre las consecuencias en la salud mental.

Con un filtro, la piel se ve más lisa y sin imperfecciones, la nariz se afina, los ojos pueden cambiar de color, las pestañas extendidas y los labios y pómulos adquieren un mayor volumen. Es ahí donde el ‘yo real’ y el ‘yo digital’ llegan a marcar una diferencia, en ocasiones, excesiva.

Por ejemplo, meses atrás, un nuevo filtro de belleza en la famosa red social Tik Tok, Bold Glamour, se popularizó en millones de personas. A simple vista, se trata de un simple filtro de belleza, como el que tienen muchas apps; es capaz de eliminar arrugas e imperfecciones, aplicar maquillaje y modificar la forma de algunas partes del rostro, como la mandíbula o la nariz.

Sin embargo, en contraste con otros filtros, la imagen final resulta sumamente realista, al punto de sorprender a expertos en la creación de este tipo de aplicaciones. De hecho, más que simplemente aplicar un filtro, la app parece recrear un rostro completamente nuevo y superponerlo con precisión sobre el real.

Para Álvaro Gutiérrez, docente de la carrera de Psicología de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz, al interior de la mente de las personas que usan los filtros con recurrencia, existe una distorsión que, probablemente, en la mayoría de los casos, les hace percibir a su autoimagen como insuficiente. Esto se debe, principalmente, a la percepción propia y al sistema individual de creencias. A partir de esto, las personas desarrollan determinados comportamientos.

Por ejemplo, una persona tiene una creencia, una percepción propia muy negativa e insuficiente para los estándares culturales, sociales; entonces, recurre a utilizar filtros, inteligencia artificial, para mejorar fotos y reflejar una imagen idealizada.

Estas herramientas digitales pueden verse divertidas, mientras su uso se enmarca en un momento de distracción o entretenimiento, sin embargo, la aplicación excesiva puede provocar complejos, inseguridades y ser el inicio de algún trastorno.

La aceptación y autoestima

Los filtros de belleza pueden crear una percepción distorsionada y poco realista. Esto puede llevar a una comparación constante con imágenes idealizadas y una sensación de insatisfacción con la propia apariencia, lo que puede afectar negativamente a la autoestima.

También puede generar presión social y cultural para presentarse al público con esos filtros, que a su vez aumenta la ansiedad, estrés y la insatisfacción personal.

El uso frecuente de filtros puede generar emociones relacionadas con la disconformidad y preocupación por la apariencia física. Esto, además, puede desencadenar en trastornos de la alimentación, como la dismorfia corporal y la anorexia, así como problemas de autoestima y depresión.

Algunas personas pueden desarrollar una dependencia emocional y psicológica de los filtros de belleza, para sentirse aceptadas y valoradas. Lo que puede conducir a una adicción a la validación online y una disminución de la confianza y la autoaceptación.

“No hay una buena autorregulación de las emociones, porque usualmente me dejo llevar por lo que siento o por lo que me dicen los demás, eso me da rabia, entonces recurro a esto para verme mejor, para mostrar que, lo que me han dicho, no me lastima”, asegura Gutiérrez

El profesional recomienda asumir una imagen corporal positiva, promover la aceptación de la diversidad y educar sobre los efectos de los filtros de belleza en la salud mental. El apoyo terapéutico y la educación sobre habilidades para afrontar este tipo de estándares, marcados por la sociedad, también se consideran herramientas útiles para abordar los efectos negativos del uso excesivo.

“En todo aspecto, la terapia está recomendada. Cualquier comportamiento que, de alguna forma, salga de la normalidad y produzca daño o que está empezando a producir daño a nivel familiar, a nivel individual, a nivel social, ya requeriría terapia o incluso una valoración psiquiátrica, dependiendo de la gravedad del problema (…), la recomendación que generalmente doy es de acudir al psicólogo al menos una o dos veces al año, mejor si es una cada tres meses, para ver cómo estamos a nivel afectivo, emocional, cognitivo o conductual”, sostiene Gutiérrez.