Grecia se considera una ingeniera “de nacimiento”, es una master maker (persona que aprende a través de lo que hace, sobre todo en ámbitos que implican trabajo en equipo, diversión y tecnología) convencida en el poder de la colaboración en la creación de soluciones.

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6 de noviembre de 2024, 9:01 AM
6 de noviembre de 2024, 9:01 AM

A los 7 u 8 años, Grecia Bello tomó un destornillador sin permiso de su padre y realizó una travesura que cambiaría su vida para siempre.

“Mis papás me habían regalado una consola de videojuegos, bastante trucha, y me dio mucha curiosidad saber cómo funcionaba así que agarre el destornillador de mi papá y desarmé el aparato, no sabía lo que hacía, creo que rompí algunas piezas en el proceso, hasta que llegué a la placa madre, una pieza verde y llena de circuitos. Eso me causó una impresión enorme, porque me dije ‘no entiendo’ y ‘es muy difícil’, pero alimentó mi intriga porque me encanta lo que es difícil de aprender”, dice sonriente,  la joven ingeniera electrónica con un máster en robótica industrial.

Grecia se considera una ingeniera “de nacimiento”, es una master maker (persona que aprende a través de lo que hace, sobre todo en ámbitos que implican trabajo en equipo, diversión y tecnología) convencida en el poder de la colaboración en la creación de soluciones. Es coordinadora del Fab Lab Santa Cruz, un espacio donde la experimentación, las nuevas ideas y el espíritu creador son los puntos de partida para impulsar la primera experiencia pionera en el país sobre “fabricación digital”.

“Mi primer encuentro con la tecnología me mostró lo curiosa que puedo ser, desde ahí siempre tuve la necesidad de entender y aprender el porqué de las cosas, por qué las cámaras funcionan, la televisión, las computadoras y fue así como ingresé al mundo de la ingeniería, simplemente con un juguete”, relata.

Esta curiosidad la llevó a investigar y aprender cómo funcionan las cosas, pero también a crear soluciones a los problemas que veía.

Uno de esos problemas fue la situación de las comunidades guaraníes de Santa Cruz que se dedican a la artesanía textil, las cuales, a causa de los chaqueos y de la expansión de las ciudades, debían recorrer distancias cada vez más largas para obtener algodón, la materia prima de sus creaciones.

Pero Bello miró en el reciclaje una solución para la artesanía textil y con ella también resolver a la vez el problema de la proliferación de envases de plástico que contaminan nuestro hábitat.  

Así nació Arakuaa, una máquina que permite la conversión de botellas de plástico en fibras textiles para beneficiar a comunidades guaraníes que se dedican a la artesanía.

“Arakuaa es una máquina que convierte las botellas de plástico en fibras textiles, esas fibras son parecidas al algodón, eso quiere decir que tienen aplicaciones para hacer ropa, zapatos, bolsos, hasta para construcción. Estamos impulsando la revolución del reciclaje, lo que antes considerábamos basura que termina en los canales lo convertimos en algo útil (...)  por qué no convertir esas botellas en ropa, en arte, en artesanías, ayudando a las comunidades”, reflexiona.

Arakuaa, nacida como proyecto final individual de Bello para graduarse de Fabricademy en el Instituto de Arquitectura Avanzada de Cataluña (España), fue construida junto a un equipo de makers del Fab Lab Santa Cruz y presentada en el FAB24 Puebla, que se realizó en la Universidad Iberoamericana, el vigésimo encuentro mundial de la Fab Foundation, una red de 2.700 Fab Labs en más de 130 países en todo el mundo.

En este encuentro, Arakuaa fue reconocido como un proyecto con gran potencial, lo que Bello considera como un reconocimiento a su labor como maker.

Su historia  impacta, inspira y tiene el poder de transformar, razón principal para que la Universidad Franz Tamayo, Unifranz la invite a ser speaker del TEDx Unifranz 2024 que este 28 de noviembre, reunirá  a jóvenes líderes que compartirán las historias que valen la pena difundir. 


Nunca aceptó un “no” como respuesta

Grecia no acepta los “no” como respuesta y siempre busca una solución creativa a los problemas que encuentra.

“No creo que nada sea imposible, simplemente creo que algunas cosas toman más tiempo en ser resueltas y cuando estamos haciendo algún proyecto, en el Fab Lab o en la universidad, el proceso es lo que se disfruta. No tienes que amar solamente el resultado, sino que tienes que disfrutarlo y para mí el crear, es jugar”, explica.

Esa visión de vida, ese amor por el juego la lleva a investigar es un rasgo que siempre la ha definido y que la acompaña en cada creación.

“Es chistoso cuando se quema el componente o cuando no arranca, cuando le pones el dedo encima y no sabes porqué, pero la estática hace que la placa funcione. Ese es el proceso de sentir esa chispa dentro de uno, de decirte ‘Dios mío’ así se siente la ciencia y es divertida y eso es lo que siempre le digo a todo el mundo. Hoy día cumplo mi sueño de poder dedicarme a la ciencia y a investigar, pero para mí, todos los días estoy jugando, es como si estuviera en Disneylandia”, dice, riendo.

Con esa motivación y amor por lo que hace, apunta a contagiar su visión de vida a infectar el mundo con su creatividad y la de los makers que la siguen y con quienes comparte.

“Gracias a Arakuaa, decidí comenzar una comunidad open-source (de código abierto) que se llama Open Fiber, que permite la investigación y desarrollo de nuevas tecnologías que convierten las botellas plásticas en fibras. Ahora somos una comunidad de investigación internacional, actualmente ya hay varios makers de países como Francia, México y España que están interesados en crear sus propios Arakuaa en sus laboratorios y seguir generando más data y toda esta data se va acumulando en nuestra comunidad para aplicarla luego en colegios y comunidades, para seguir creando y testeando qué es lo que pasa con estas fibras”, concluye.