Los rollos de filamento giran lentamente, mientras que, en la cámara hermética, los inyectores van dando forma a una pieza de gran tamaño, plasmando en tres dimensiones las creaciones de Ruddel Callisaya

30 de julio de 2024, 9:00 AM
30 de julio de 2024, 9:00 AM

Los rollos de filamento giran lentamente, mientras que, en la cámara hermética, los inyectores van dando forma a una pieza de gran tamaño, plasmando en tres dimensiones las creaciones de Ruddel Callisaya.

“Hemos creado esta impresora 3D con el objetivo de satisfacer las demandas más ambiciosas de los productores bolivianos y la industria, llevando su imaginación a otro nivel”, explica el Master Maker del Fab Lab Santa Cruz de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.

Esta máquina, altamente especializada, fue construida desde cero por un equipo de makers, encabezado por Callisaya, utilizando tecnología de punta. Luego de un estudio técnico de tres meses, el prototipo fue puesto en funcionamiento, para ser afinado y mejorado tanto en los aspectos mecánicos como técnicos.

“El prototipo de impresora que hemos hecho en el Fab Lab, se desarrolló en el transcurso de tres meses a nivel mecánico y electrónico. Lo construimos bajo un estudio técnico y viendo qué era y no era viable. Hemos eliminado todo el margen de error posible y, en base a ésta, ya hemos hecho la versión final, con una capacidad más alta, mejores acabados y con una electrónica más avanzada, la cual nos permite trabajar una diversidad de materiales, desde los más básicos hasta los más complejos”, explica el joven creador, uno de los voluntarios maker con mayor experiencia que ayuda a guiar a otros voluntarios.

Callisaya explica que la impresora fue desarrollada para solucionar los problemas industriales relacionados con el prototipado de piezas, ya que permite trabajar materiales como ABS y fibra de carbono que son los materiales más utilizados en la industria; además, la versión final de la impresora cuenta con una cabina hermética que permite trabajar los materiales aislando los gases del exterior y evitando el choque térmico que puede afectar a los materiales más sensibles.

“Este equipo brinda soluciones en el día a día y responde a las necesidades de las industrias, desde aeronáutica, automovilística, salud, gastronomía, entre otras. Al momento de ser consciente de esto, nace la idea de desarrollar una impresora 3D industrial propia, suficiente para prototipar piezas que nos beneficien a todos los que trabajamos para superarnos cada vez más”, expresa con una sonrisa en el rostro.

La impresora permite imprimir en un área de 50x50x50 centímetros, lo que facilita la impresión de piezas de gran tamaño, hasta ½ metro cúbico, a diferencia de otras opciones comerciales, mediante las cuales se deben imprimir los componentes por separado y unirlos con pegamento.

“Alguna vez se han imaginado hacer impresiones en una sola pieza, con esta impresora esto es posible, ya que tenemos un área de trabajo de medio metro cúbico, que nos va a permitir trabajar en una sola pieza”, manifiesta.

Por otra parte, la máquina cuenta con un sofisticado software que hace posible su operación y monitorización remota, ya sea a través de una computadora o un celular, ya que está conectada al internet.

“Es una impresora que cuenta con un software de última generación que nos permite monitorear desde el ordenador y el celular ya que tiene una conexión a internet y trabajar y monitorear de manera remota nuestros proyectos”, agrega.

Callisaya comenta que, actualmente, su creación será utilizada para la creación de materiales didácticos educativos por parte de una editorial con presencia en más de 50 colegios a nivel nacional.

Sin embargo, indica que el potencial de la máquina es enorme, ya que podría ser utilizado en fábricas para el rápido desarrollo de piezas.

“Es una máquina altamente desarrollada con la capacidad de trabajar en materiales industriales, responder demandas industriales que nos van a permitir, más adelante, desarrollar proyectos más ambiciosos”.

Fab Lab Santa Cruz

La creación de la impresora 3D industrial, es uno de los múltiples proyectos que se materializaron en el Fab Lab Santa Cruz desde que abrió sus puertas hace un año, como un centro de investigación, producción digital y educación para brindar oportunidades de acceso a entornos, habilidades y herramientas tecnológicas, en un ecosistema digital donde se promueve el espíritu creador boliviano.

“El 16 de agosto cumpliremos 1 año, en estos ya casi 365 días hemos crecido de manera exponencial, llevando hasta las áreas más remotas de Santa Cruz el espíritu del Fab Lab, hemos estado hasta el Plan 3000 en colegios, visitando y fomentando la creatividad. El resultado ha sido que tenemos más de 65 voluntarios de 9 universidades diferentes y de 13 carreras trabajando con nosotros y hemos formado más de 300 personas en diferentes talleres”, explica Jorge Pazos, director del Fab Lab Santa Cruz.

Este laboratorio de fabricación digital tiene el propósito de promover la investigación, producción digital y educación para brindar oportunidades de acceso a entornos, habilidades y herramientas tecnológicas, en un ecosistema digital donde se promueve el espíritu creador boliviano.

Está conectado con la Red Global Latinoamericana de Fab Labs que le permite tener acceso a softwares y hardwares abiertos. Cuenta con varias impresoras 3D, cortadoras y fresadoras que sirven para cortar madera, acrílicos, realizar tallados o muebles. También tiene cortadoras láser que hacen acabados más finos y un laboratorio de realidad virtual y aumentada.

“Más allá de lo que pueda contener un Fab Lab, lo que lo hace especial son las personas que alberga. Sin comunidad, es solo un laboratorio frío y vacío”, expresa Grecia Bello, coordinadora del Fab Lab Santa Cruz.

Su implementación, en predios de Unifranz en la capital cruceña, fue posible gracias a la cooperación internacional y una importante inversión económica de esta Casa de Estudios Superiores. Es un espacio abierto para todo aquel que quiera hacer realidad una idea.

De acuerdo con la coordinadora, el gran valor de estos espacios es la creatividad y el trabajo en equipo, mismos que se ven potenciados por una comunidad mundial, que no solo brinda apoyo técnico, sino que también participa del proceso creativo, generando una especie de creación colectiva, mundial y abierta.

“Esto quiere decir que una idea que nace en Santa Cruz y empieza su desarrollo, puede ser luego retomada de manera más eficiente en París o en Singapur o, desde esos lugares, pueden generar diseños que aquí (en Santa Cruz) los podemos prototipar y mejorar de manera más económica, todo de manera abierta”, finaliza Bello.