Verónica Ágreda, rectora nacional de Unifranz, ve la educación como una oportunidad para “dotar a los profesionales de las competencias del futuro para que puedan acompañar esta transformación en las empresas, la industria, el entorno laboral y sus comunidades”

4 de diciembre de 2024, 15:00 PM
4 de diciembre de 2024, 15:00 PM

Más allá de la simple adquisición de conocimientos, la educación es el motor que impulsa la movilidad social y la clave para construir un futuro sostenible. Hablar de educación para el desarrollo implica reconocer su rol transversal en la creación de una sociedad más equitativa, justa y sostenible.

Para Verónica Ágreda, rectora nacional de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz, el desafío actual es convertir la educación en una herramienta para formar líderes capaces de enfrentar los retos del mañana. 

“Además de ser un motor de movilidad social, la educación transforma a las personas que van a cambiar el mundo. Tiene la capacidad de convertir a quienes se están formando en agentes de cambio, especialmente si nos enfocamos en la educación para el desarrollo sostenible”, puntualiza.

Esta transformación requiere formar personas con competencias digitales, conciencia social y capacidad de adaptación a un mercado laboral en constante evolución. En este contexto, la Educación para el Desarrollo Sostenible (EDS) no solo busca que los jóvenes adquieran conocimientos, sino que proporciona habilidades, valores y actitudes necesarias para vivir de manera respetuosa con el medio ambiente, la economía y la sociedad. Fomenta decisiones responsables e informadas que contribuyen a construir un futuro más justo y sostenible para todos.

“Estamos hablando de dotar a los profesionales de las competencias del futuro y de actualizar a aquellos que ya están en el mercado laboral, para que puedan acompañar esta transformación en las empresas, la industria, el entorno laboral y sus comunidades”, agrega Ágreda.

La Agenda 2030 de las Naciones Unidas, a través de sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), propone transformar la educación. Su meta es clara: cerrar brechas, crear empleos de calidad y garantizar que los jóvenes sean actores principales. 

“Por ese motivo, se busca dar voz a los jóvenes”, destaca Ágreda, subrayando la importancia de que los gobiernos implementen políticas públicas que promuevan “un mundo más equitativo, justo y sostenible de cara al futuro”.

Los jóvenes son el presente, y su talento los convierte en la esperanza del país y la región. Según Ágreda, “abrazan causas importantes y, más aún, ponen el dedo en la llaga ante decisiones mal tomadas o postergadas”.

La educación para el desarrollo sostenible, desde la mirada de la Unesco es la respuesta a los graves desafíos que enfrenta nuestro planeta. Las actividades humanas han alterado profundamente los ecosistemas, poniendo en riesgo nuestra supervivencia. Estos cambios son cada vez más irreversibles, lo que hace urgente actuar para evitar que el calentamiento global alcance niveles catastróficos.

Tecnología y competencias del futuro

Los jóvenes de hoy son nativos digitales, capaces de adaptarse rápidamente a nuevas tecnologías. Sin embargo, el verdadero desafío es utilizar esa habilidad con fines educativos y productivos. 

“¿Cómo utilizar estos dispositivos para trabajar, emprender o impulsar causas sociales?”, reflexiona Ágreda. La respuesta podría estar en la “Industria 5.0”, donde la colaboración entre humanos y máquinas redefine las reglas del juego y pone la tecnología al servicio de la humanidad.

En lugar de temer a la inteligencia artificial, debemos aprender a usarla para potenciar nuestras capacidades. La educación para el desarrollo debe preparar a las nuevas generaciones para un mundo donde la robótica, la biología sintética y la computación cuántica serán herramientas cotidianas. 

“En América Latina, con un significativo bono demográfico, es crucial diseñar políticas públicas que incluyan la voz de los jóvenes. Además, no podemos seguir desarrollando industrias, empresas y emprendimientos sin aprovechar su creatividad, ideas frescas y visión de futuro”, enfatiza Ágreda.

El talento juvenil no debe desperdiciarse. Esta generación tiene mayor acceso a la educación y está más preparada que nunca. Las empresas actuales exigen altos niveles de formación, ya que el mercado laboral es cada vez más competitivo. 

La educación rompe barreras

La virtualidad ha democratizado la educación, facilitando el acceso a quienes enfrentaban barreras como la imposibilidad de estudiar y trabajar simultáneamente o la falta de flexibilidad para dedicar tiempo a la familia.

Otro aspecto crucial es la perspectiva de género. Ágreda subraya que cuando se impacta positivamente a una mujer en el hogar, se “impacta a toda la familia, porque una mujer educada tendrá hijos educados; una mujer saludable tendrá hijos saludables; y una mujer consciente criará hijos conscientes”.

En el contexto de los rápidos cambios globales, un aspecto fundamental para avanzar es la inclusión generacional, centrada en la "formación a lo largo de la vida". Este enfoque abarca desde la educación básica hasta la capacitación profesional, conectando el bachillerato técnico, la universidad y el aprendizaje continuo. La educación permanente se convierte en un pilar esencial para enfrentar los retos del mundo actual y preparar a las personas para los desafíos del futuro.

Hoy, cinco generaciones conviven en el mercado laboral, desde los baby boomers hasta la generación Z. Este panorama inédito exige que todas las generaciones se adapten, integren sus conocimientos y colaboren en la construcción de un entorno productivo.

“El desafío es lograr que cada una de estas generaciones contribuyan a la productividad de las empresas, aportando lo que saben y adaptándose a nuevas competencias”, explica Ágreda.

Educación, sostenibilidad y responsabilidad social

Hablar de educación para el desarrollo no se limita a la conciencia ambiental; implica entender los tres pilares de la sostenibilidad: social, económico y medioambiental. La educación debe formar individuos responsables, capaces de promover un consumo consciente y liderar proyectos que mejoren la calidad de vida en sus comunidades.

En palabras de Ágreda, “no solo aprendemos para conseguir un trabajo. Aprendemos para cambiar el mundo”. Y en esa misión, la educación es la herramienta más poderosa que existe.