Vida saludable, descanso, ejercicios y actividades de ocio son las recomendaciones de una experta para evitar los cuadros de pánico

27 de junio de 2023, 7:30 AM
27 de junio de 2023, 7:30 AM

¿Alguna vez ha visto a alguien en un avión que tiene la sensación de no poder respirar, que se va a desmayar? Tiene sudoración, palpitaciones, náuseas y miedo a perder el control. Se trata de un caso de trastorno de pánico.

Este tipo de alteración se caracteriza por la presencia recurrente de ataques súbitos e imprevistos, puede ocurrir en cualquier momento y lugar, incluso durante el sueño.

Según Liudmila Loayza, directora de la carrera de psicología, de la Universidad Franz Tamayo (Unifraz), el trastorno de pánico es un síntoma generalizado. Se vincula con pacientes que pasan por una situación nueva en su vida, que implica un cambio en su cotidianidad y le genera estrés.

La otra forma de manifestación es la esporádica, como un trastorno en sí misma, cuando la persona atravesó mucho estrés y llega al límite. En este caso, el ataque de pánico puede ocurrir en cualquier momento, incluso cuando el afectado está en un estado de descanso.

Los síntomas incluyen sudoración, temblores, palpitaciones, sensación de ahogo o asfixia; náuseas, mareo y miedo a perder el control o volverse ‘loco’. En situaciones graves, el pánico paraliza a la persona. En términos apropiados se habla de incapacidad y afecta significativamente a la calidad de vida del paciente.

Las causas exactas del trastorno de pánico se desconocen, pero hay referencias investigativas que mencionan varios factores que aumentan el riesgo de padecerlo. 

Los factores genéticos y hereditarios se dan en personas con un familiar cercano, que hayan padecido un trastorno de ansiedad o depresión; también están los factores psicológicos y cognitivos en personas con un estilo de pensamiento negativo, baja autoestima, alta sensibilidad a la ansiedad y una tendencia a interpretar las sensaciones físicas como amenazantes.

Otro tipo de factores se vinculan con aspectos externos. Son, por ejemplo, factores ambientales y sociales cuando las situaciones de estrés son graves, los traumas, conflictos, las pérdidas o los cambios vitales pueden desencadenar o agravar este trastorno.

Finalmente, se identifican factores biológicos y fisiológicos relacionados con alteraciones en el sistema nervioso central, el endocrino o el sistema inmunológico. Todo este conjunto puede influir en la aparición o el mantenimiento del trastorno de pánico.

Un estudio realizado por Kessler en 2012 analizó los factores de riesgo para el desarrollo del trastorno de pánico. En una muestra representativa de la población estadounidense, reveló que los factores más importantes fueron el sexo femenino, el bajo nivel educativo, el estrés traumático, el consumo de tabaco y la presencia de otras alteraciones mentales.

Loayza refirió que para prevenir el trastorno de pánico es importante llevar una vida saludable, con una alimentación equilibrada, ejercicio físico, descanso adecuado y actividades de ocio. También recomienda buscar apoyo profesional si se presentan síntomas de ansiedad o depresión, y aprender técnicas de relajación y respiración para afrontar las situaciones estresantes.

Pero en casos graves, el tratamiento puede incluir la aplicación de medicamentos, como los antidepresivos.