Antes de la conferencia que dará hoy en el IX Encuentro de Escritores Iberoamericanos, el autor argentino habló con EL DEBER sobre diversos tópicos relacionados con la labor del escritor, particularmente la suya

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25 de agosto de 2016, 23:15 PM
25 de agosto de 2016, 23:15 PM

El IX Encuentro de Escritores Iberoamericanos continuó anoche en el salón Portales de Cochabamba con las conferencias de Claudia Piñeiro (Argentina) y Maximiliano Barrientos (Bolivia). El evento literario, que finaliza mañana, tendrá esta noche la última jornada de conferencias en la sede del Centro Patiño, con la presencia de la boliviana Magela Baudoin y el argentino César Aira. EL DEBER conversó con Aira, considerado uno de los escritores más importantes de las letras en español de las últimas décadas.

Fogwill dijo una vez en una entrevista que incluso las entrevistas que un escritor da forman parte de su obra, que un escritor es también lo que crea como su imagen pública ¿Usted está de acuerdo con eso? Esto teniendo en cuenta de que muchos dicen que usted se ha formado un personaje…


Lo que pasa es que todo tiene su justa medida, en el caso de Fogwill, el exageraba un poco. Teníamos un amigo en común que decía que Fogwill era un dispositivo histriónico. Hay gente a la que se le da mejor la entrevista, la improvisación, la respuesta epigramática. El caso de Borges es célebre por sus respuestas perfectas e ingeniosas. Otros tenemos que balbucear algo. Pero nunca me he preocupado por eso de la imagen y en general de todo lo que sea la política literaria. Me mantengo bastante aislado y tuve la suerte de tener, en mi juventud, a mis 20 años, mucha vida social con escritores de cierta importancia, y eso me bastó; después, cuando ya mi obra, mi trabajo, se hizo más constante, más regular, me aislé un poco. Hoy sigo teniendo poco contacto, sobre todo con jóvenes, me gusta mucho el intercambio y a veces debe parecerse un poco como el vampirismo, a buscar sangre joven para renovarse.

- Un poco con esa pregunta, usted hace unos años, en una conferencia sobre Pessoa, dijo que un escritor no vale tanto por la obra sino por el mito ¿Cree en el mito Aira?
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No, para eso hay que esperar a morirse, a que las cosas decanten y no creo que sea mi caso. Pero sí, creo que es parte de lo que apreciamos en Kafka o en cualquier gran escritor, el conjunto de su vida, su obra, su mito, su leyenda. Eso en el caso de los escritores que aportan algo nuevo, que le dan un nuevo giro a la literatura y en ellos se centra esa tensión de los lectores, que va un poco más allá del texto escrito.

- Igual esto de lo de mito iba con algunas cosas que usted siempre menciona y que ya muchos conocen: lo de que escribe una página diario y la de que no lee escritores contemporáneos

Las dos tienen una dosis de verdad y otra de inexactitud, porque no es que yo me ponga a escribir una página diaria, escribo una cantidad que más o menos llena una página o dos, o media página, según como esté. Quiero decir que nunca escribo mucho. Y que no leo a mis contemporáneos, eso sí es bastante cierto, no los leo con entusiasmo, no los voy a buscar. Hay mucha gente, jóvenes sobre todo, que me mandan libros, los miro un poco, nunca los termino, o casi nunca, y hay dos o tres escritores a los que sí sigo, amigos o gente de la que me he hecho amiga por admiración.

- En su libro Sobre el arte contemporáneo, dedica una parte a las personas que denigran a este concepto. ¿Qué opinión le merecen las declaraciones de la crítica colombiana Avelina Lésper, que constantemente lo ataca, o lo que dijo hace un par de meses Mario Vargas Llosa, cuando vio una muestra en el Tate de Londres y dijo que el arte contemporáneo es una conspiración de la que nadie habla?
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Me parecen que están muy errados, porque toda la argumentación de esta gente enemiga del arte contemporáneo, se basa en ejemplos de malos artistas. Esta mujer colombiana, sus argumentos son que algún artista se hizo pis en los pantalones y dijo que eso era una obra de arte, bueno, sí, ahí tiene razón, eso es una tontería, una estupidez. Pero se cuida muy bien de Gerhard Richter o de Neo Rauch, o de cualquier buen artista, porque ahí sí que tendría que emplear otros argumentos, no esos tan simples de decir "estornudó y dijo que eso era una obra de arte". Y lo de Vargas Llosa es lamentable que diga una cosa así, además, evidentemente no sabía quién era ese artista (N.d.R. el artista es André Cadere y la obra Round bar of wood), no es un simple palo de escoba pintado de colores, como el dijo, lo que declaró tiene bastante mala fe y oscurantismo.

- A 30 años de la muerte de Borges, más allá del legado que dejó, usted cree que hay algún daño, si se puede decir así, que también su obra haya dejado, lo pregunto porque muchos ven a Borges incluso donde su influencia no ha llegado.
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Yo no creo que haya hecho ningún daño, por un lado hay que notar el grado extraordinariamente vivo en que está Borges, ahora, para nosotros. Entre mis amigos y yo, mucha gente, prácticamente no pasa un día sin que nosotros mencionemos a Borges, por una cita, o uno de sus chistes, o una de sus definiciones. Sigue estando muy vivo e incluso sigue vivo en la publicación de obras. Acaba de publicarse una serie de conferencias inéditas sobre el tango, hace unos meses se publicó otra serie de clases, que estaban inéditas, que había dado en los Estados Unidos, pero el gran legado de Borges, a mi juicio, es el de haber establecido, para los escritores argentinos y latinoamericanos, un nivel de excelencia universal, ningún escritor de ninguna parte del mundo puede mirarlo desde arriba a Borges. Y es muy bueno tener ese nivel de excelencia; no es decir, "nosotros no podemos, somos latinoamericanos o pueblos jóvenes sin ninguna tradición literaria, porque, bueno, él ya es toda una tradición literaria. Yo siempre lo he sentido como un estímulo, no como un padre castrador; además, la obra de él, en su entorno, esa ironía, esa amabilidad, esa claridad de la inteligencia, ahí hay algo que nos conviene mucho a los escritores al reflejarnos en él.

- Hablamos de Pessoa antes, usted dentro de toda su obra, ¿nunca pensó en crearse un heterónimo?
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No. Yo traducía -que así me gané la vida, hasta que me retiré de la profesión- best sellers, novelas norteamericanas de entretenimiento, y una vez se me ocurrió, qué mala idea, escribir yo un best seller, porque traducía tanto, cinco o seis libros por año, que ya sabía cómo era la receta, entonces decidí probar, tantos experimentos que hace uno, porqué no hacer algo que pueda dar plata, así que escribí un best seller o lo que yo creía que era un best seller, y pensé en firmarla con un nombre femenino, de una señora norteamericana imaginaria, pero los editores me convencieron de que la firmara con mi propio nombre, y ahí se terminó mi carrera de señora californiana escribiendo best sellers.

- ¿Y qué piensa del tema de ser escritor y ser un fracasado, que es algo que muchos otros autores recalcan cuando hablan de esta carrera?
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Bueno, eso ya está creo que en la biblia, son muchos los llamados y pocos los elegidos. También Marx decía que tiene que haber cantidad para que se transmute en calidad, es decir, si hay miles escritores escribiendo, necesariamente uno va a tener que ser bueno. No sé, yo no le recomiendo a nadie que se lance a la literatura con muchas esperanzas, si quiere probar que pruebe, pero también no es cuestión de probar, hay una vocación que viene de muy lejos en la vida.

- ¿Cuándo se dio cuenta que quería ser escritor?

Muy joven, muy adolescente, a los 14 o 15 años, tuve mucha suerte, vivía en un pueblo con muy poca vida cultural, no había libros en mi casa. Pero bueno, leía, leía libros que sacaba de la biblioteca de la escuela, había una buena biblioteca pública y me entusiasmé con los libros. Y teniendo 14 o 15 años, yo creo que en el momento, o a los 18, en el momento de elegir una carrera, de elegir un trabajo, habría vacilado si no fuera porque en el pueblo había un chico de mi edad que tenía los mismos intereses que yo, eso fue una suerte casi como sacarse la lotería, nos estimulamos uno al otro en eso, nos reafirmamos en eso, y seguimos siendo amigos. Él es el poeta más importante de la Argentina hoy, es Arturo Carrera. Eso fue una cosa bastante milagrosa. También la época ayudó, es que también tengo una imaginación de época, un poco anticuada, necesito ver modelos que tengan algo de romanticismo, de un dramatismo que tenían los escritores de aquel entonces, para los años 60. Todavía existían los poetas malditos, los alcohólicos, suicidas, eso me sirvió de modelo, pero yo a eso no llegué ni cerca, porque soy lo más pequeño burgués del mundo. Pero cuando veo ahora a los escritores que se han aburguesado tanto, que van a la televisión a hablar de política, y que son seres tan anodinos, creo que no se habría despertado mi vocación.

- ¿Qué es lo mejor que le ha dado la literatura?
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No diré que soy uno de los elegidos, pero tuve la satisfacción de que pude realizar eso que quería de adolescente. Pude escribir libros, los libros se publicaron, se leyeron, puedo decir que soy un escritor. Eso ya es mucho. Además me ha dado la felicidad de escribir, el placer de escribir, el placer de vivir entre libros. Mi vocación, más que escritor es la de vivir entre los libros.