La docente y filósofa Carol M. Gainsborg Rivas escribe este texto titulado Como escuchar unos labios cerrados, sobre el libro de cuentos Vendrá la muerte y tendrá tus ojos, de Magela Baudoin. Uno de los títulos disponibles en la FIL Santa Cruz 2022

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1 de junio de 2022, 17:24 PM
1 de junio de 2022, 17:24 PM

Como escuchar unos labios cerrados

Por: Carol M. Gainsborg Rivas

vendrá la muerte y tendrá tus ojos.

será como abandonar un vicio,

como contemplar en el espejo

el resurgir de un rostro muerto,

como escuchar unos labios cerrados.

mudos, descenderemos en el remolino. (pavese)

                                                           

Decía Jaime Sáenz que “la indulgencia y el perdón, lo mismo que la benevolencia y la caridad son virtudes que casi siempre y por paradoja van emparejadas con la hipocresía, la felonía con la simulación y con la cobardía” (Saenz, 2012).

Detrás de la pulcritud de un texto que transita un acucioso entramado, Magela Baudoin revela la posibilidad de reconciliarnos con el ridículo y la miseria de nuestra truculenta humanidad. Mostrando sin piedad que solo “aprendiendo a morir se aprende a vivir y nada menos”.

Una nouvelle y ocho cuentos peregrinan la retórica pregunta de “¿si es posible enderezar las curvaturas del destino? ¿la maldita predestinación de la tragedia?”. Para asfixiarnos suavemente, con una limpieza y cabalidad del lenguaje que no da tregua y que cuando nos tiene envueltos, corta con la tenacidad de un cirujano veterano blandiendo escalpelo, tan fino y pulcro que no se siente hasta que “el óxido, el olor y el sabor de la sangre” son fulminantes. Nos confronta con la inconmensurabilidad de lo patético, la condena a deambular desorientados el camino.

Existe un cuidado perverso con el lector, disciplinada pupila de la “pedagogía del valor”, Magela retira la costra, expone la herida y más allá del bien y del mal, nos muestra que la podredumbre es vida y que no podemos escapar a nuestro propio hedor. A la vez confiere el espejo que nos refleja “el resurgir de un rostro muerto” que nos recuerda que estamos vivos y que, aunque asfixie la vida, la conciencia y la reinvención en la memoria nos entregan la posibilidad de la metamorfosis eterna “como un zapato que aprieta y que la tenacidad ensancha lo necesario para seguir usándolo”.

Destaca la capacidad que tiene Magela de permitirnos comprender la complejidad de los personajes en cuentos tan breves. Reconocer un padre consumido por el miedo, que opta por expresar su amor y protección como una “mole mecánica cuya única voluntad era la de aplastar”, resultado de la represión de su propia fragilidad; “¿cuántas veces se puede morir en un día?” había preguntado Hamza, tras anotar con pulcra caligrafía cuanto cadáver enterró; pregunta retórica para una fotógrafa que había aprendido a surfear el estupor adecentando los cuerpos caídos por doquier, acribillados por la boca de Héctor o asfixiados por la censura estoica de “los esfuerzos del autocontrol”, o del “muñón de carne violenta y torpe” en la boca de María babas, que se libera en el silencio de las cuerdas cortadas del chelo, con el cuchillo del Tata. Aparecen dos personajes con el poder de recrearlo todo: una mujer fumando en la playa y la soledad de la vida despreciada en la vejez, olvidada por la propia memoria intentando prevalecer, reinventando recuerdos; y un Didi apasionado y rabioso encubierto en el observador que dibuja y transfigura. La descripción del dolor que implica quitarse el cuerpo para renacer, la necesidad agobiante de que se nombraran las cosas por su nombre intentando que estas “pudieran fecundar el silencio de la sanación” de quien habita la identidad equivocada o negada, tal cual dice el profe “ayoreo no es gente”. Encontramos una compasiva mirada de la venganza de Paris, cuya existencia cobra sentido únicamente en el sufrimiento de la madre, el constante reproche por haberlo parido, porque “cuando estás solo y lejos no puedes odiarte a ti mismo. Necesitas odiar a los otros para no matarte…”. Una María que ama como puede y conjura el trapo con el que lava las culpas y el cuerpo, porque “las lavazas sanan” y una Alicia que guarda la navaja afilada en el estuche y lo mete bajo la almohada. Personajes complejos que ni buenos ni malos, nos regalan subtextos terribles bellamente encubiertos.

No existe espacio para hipocresía o la simulación en este libro valiente de principio a fin. Escritura funámbula entre la humildad y la soberbia de como quien casi declara síndrome de impostor y enuncia “…Así que más allá de mostrarme, más allá de la cosa narcisista y cursi que me gusta tanto, yo quiero decir algo que no me pertenece (porque en esta vida nada es de nadie) y que todos aquí ya saben: la muerte nos acompaña a todos, de la mañana a la noche, insomne y sorda como un viejo remordimiento. La muerte es un vicio y vivir es como tratar de dejar ese vicio”.

Quizás se anima la autora a compartir lo que en el abismo de nuestros silencios guardamos en las noches de insomnio, luego de mirar a la muerte a los ojos. Textos honestos, escritos a muchas manos, cuentos corales desde los aportes literarios prestados y las muchas voces que hacen a cada relato.

Referencias

Baudoin, M. (2021). Vendrá la muerte y tendrá tus ojos. La Paz: Plural.

Pavese, C. (2015). Poesías completas. Edición de Ítalo Calvino. Buenos Aires: Colección Visor de Poesía.

Saenz, J. (2012). Vidas y Muertes. La Paz: Plural.