Durante 39 años, fue el guardián de la Casa de la Cultura. Desde su puesto de trabajo se ganó el cariño y el respeto de colegas, artistas y visitantes

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24 de septiembre de 2020, 10:06 AM
24 de septiembre de 2020, 10:06 AM

Caminar frente a la acera oeste de la plaza 24 de Septiembre ya no es lo mismo desde el 27 de junio de este año, no porque la pandemia aún nos siga privando de la posibilidad de disfrutar de algún recital en vivo, sino porque en la puerta de la Casa de la Cultura ya no está él.

 En arte y mitología, un guardián es un personaje encargado de la eterna protección de una entidad valiosa. Eso fue don Seferino Álvarez Bejarano, más que un portero, un auténtico custodio de la actividad cultural durante 39 años en la principal institución del sector en Santa Cruz.

 ‘Don Sefito’ era una de las personas más queridas por sus colegas, artistas y todo aquel que ingresaba en las instalaciones del edificio municipal en busca de orientación sobre alguna función en la sala de teatro o cualquier actividad que se estuviera llevando a cabo en el recinto. A todos recibía con su reconocida amabilidad y su conocimiento de la agenda que se desarrollaba todo el año. 

Así se dio a conocer entre la gente ligada al ámbito artístico. Tenía una memoria impresionante para recordar a las personas que realizaron en algún momento actividades en la Casa Municipal de Cultura Raúl Otero Reiche, en las casi cuatro décadas que cumplió su labor con responsabilidad plena.

Muy apreciado

El virus mortal se lo llevó en una fría jornada. Tenía varios días sin ir al trabajo, porque obtuvo licencia por ser adulto mayor. Sin embargo, constantemente llamaba y preguntaba si era necesaria su presencia, según contó María Renée Canelas, directora municipal de Cultura y Turismo. 

“Fue un gran señor, lleno de bondad y respeto con todos los que tuvimos la alegría de trabajar a su lado. Lo echaremos de menos y siempre lo llevaremos dentro de nuestro corazón”, expresó el profesor de danza Óscar Uriarte. 

“La Casa de la Cultura no fue solo su lugar de trabajo, fue el sitio desde donde don Sefito cultivó amistades. Su calidez y buen trato daban siempre lugar a una amena charla. Sabía mucho de cultura, se conocía datos que pocos manejaban con tanta frescura en la memoria, era una delicia conversar con él”, mencionó la actriz Lorena Sugier. 

“No es muy común constatar tantas coincidencias de criterios sobre la personalidad de un servidor público, que, además, cumplía funciones en la base de la pirámide organizacional, donde su único poder era el de guardar en su bolsillo las llaves del candado de la puerta de ingreso de un centro cultural”, dijo, a su vez, el gestor cultural Alfonso Cortez.