Así fue cómo un mal actor se convirtió en el que muchos consideran el mejor Batman. Disfrutó del papel hasta el final de sus días

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25 de junio de 2017, 4:00 AM
25 de junio de 2017, 4:00 AM

Escena caliente 1. Con el traje de Batman, Adam West resistió los requiebros de la hermosa Gatúbela, interpretada por Julie Newmar. “Puedo ser tu compañera de vida. Vos y yo contra el mundo”, le propone la sensual felina. 

“Si te beso, ¿vas a pensar que soy una mala chica?”, ronronea, mientras Batman/West estira el pico para besarla. 

Suena una sirena y el beso se frustra. 
Escena caliente 2. No son aún las ocho de la mañana y Adam West acaba de llegar a su camerino para interpretar a Batman. Lo espera una colega actriz. El sexo es desenfrenado y rápido, porque hay que filmar. 

Después de las primeras filmaciones del día, durante el descanso, West no tiene tiempo de quitarse el traje. Lo buscan en su camerino. Otra vez sexo exprés, con otra actriz. En el siguiente descanso, al final de la jornada y fuera de los estudios, ese mismo día, el actor tuvo sexo con ocho mujeres diferentes. “Eran los 60, con todo ese amor libre y esas mujeres que se nos lanzaban”, cuenta. Así pasó el tiempo libre de la soltería después de su segundo divorcio. Burt Ward, que interpretaba a Robin, también tuvo aventuras de este tipo.  

En estas dos escenas se resumen los valores contradictorios de los años 60, cuando la serie Batman empezó a transmitirse en televisión. Es la década de la Guerra Fría, la carrera espacial dominada por la Unión Soviética, el surgimiento del movimiento hippie y las muertes de Kennedy, Malcom X y el Che Guevara. 

Como dice el dibujante y docente Noel Castillo, en esa sociedad estadounidense ingenua, los líderes mostraban un rostro público distinto al de sus agendas secretas. Es la cara ambivalente de la Guerra Fría, en su momento de mayor intensidad. 

Orden y felicidad
Los cómics, como Batman, eran un reflejo de la sociedad de esa época, en la que el pueblo vivía en una burbuja de felicidad y de orden establecido, que se mantenía mediante la cultura popular. Batman es ingenuo, colorido y gracioso. 

El padre de Noel Castillo viajó justamente en esa época a Estados Unidos y contaba siempre que los estadounidenses eran como niños grandes: educados y respetuosos. “Hay un lugar donde colocan los periódicos y la gente dejaba su moneda y tomaba uno solo. Aquí, cualquiera sacaría varios ejemplares y los vendería”. Ese orden establecido se nota en las historietas. En Tarzán, que lucha contra los nazis; en Flash, Gordon, que enfrenta a Ming, un villano con reminiscencias orientales, en un guiño al ‘peligro amarillo’ de la China de Mao. 

Un color para cada cosa
En las revistas de Mickey Mouse de los años 60, cuando surge la segunda ola de feminismo, siempre había una mujer que horneaba tortas “y si salía de la casa era para ejercer como secretaria o arreglar oficinas”, dice Castillo. El docente también nota que los negros eran siempre dibujados con la boca grande y se les asignaba una personalidad jocosa, por lo que aparecían casi siempre haciendo chistes. Todo tenía su lugar en esas historias coloridas. 

El Batman de la serie era colorido y festivo. Todo brilla con colores básicos, como en el mundo ‘buenoide’ y suburbano de El joven manos de tijera. La estética y la ideología, como explica el coleccionista Pablo Cildoz, están influenciadas por el ‘flower power’ y la no violencia (los golpes en la serie aparecen atenuados y a la vez destacados en explosiones de ruido y color: ¡Pow!¡Ooof!). “Se filtra un poco de la onda sicodélica, con una estética colorida como en la película Barbarella, con Jane Fonda”, afirma Cildoz. 

Es una muestra de la estética camp, explica Cildoz. Esa estética usa el humorismo, como en el famoso gif que muestra a Batman corriendo de un lado para otro con una bomba, o la artificialidad, que no convence a nadie -pero a nadie le importa-, que se ve en la escena donde aparece con Robin trepando un edificio agarrando una soga. 

Hay en la serie hasta consejos para comportarse bien y cepillarse los dientes. Es una apelación directa a que los niños se comporten como caballeritos, afirma Castillo. “Batman tiene la particularidad de inspirarnos”, dice. Incluso después, en su época más oscura, sigue inspirando, porque se sobrepone a cosas terribles desde la muerte de sus padres. “Es duro y cruel, pero no mata. Es un caballero oscuro”. 

La suerte de un mal actor
Ese talante naif ha sido encarnado a la perfección por West, que si bien no era un gran actor, fue el mejor Batman (para muchos). La carrera de Adam West estaba algo estancada en 1965. Tenía 37 años cuando le llegó el papel. Su currículum no era envidiable, aunque había participado en series televisivas famosas como Perry Mason o Gunsmoke. Parecía que se iba a quedar como el eterno segundón de las historias, más aún cuando ya había dejado pasar la oportunidad de interpretar a James Bond, que le fue ofrecida por los productores. Rechazó el papel porque pensaba que debía ser interpretado por un actor inglés. 

Curiosamente no lo eligieron para encarnar al héroe por su trabajo previo en televisión, sino por un comercial para Quick, la bebida achocolatada de Nestlé. En el comercial interpretaba al Capitán Q, un personaje con ciertas reminiscencias de James Bond. Como los productores querían a alguien desconocido, sus 12 años de carrera intrascendente se convirtieron en una ventaja. Así empezó a interpretar los 120 episodios de las escasas tres temporadas que duró la serie. 

Aunque es común que los actores quieran desprenderse de algún papel que los marcó demasiado, West siempre estuvo encariñado con el murciélago. Cuando la fama que le dio la serie comenzó a apagarse, y ya casado por tercera vez, comenzó a buscar trabajo. Dos motivos le impidieron encontrar buenos papeles. Primero, los productores no querían apostar por alguien tan identificado con el eterno Batman y segundo, sabían que era un mal actor. 

West contra todos
Rápidamente West se dio cuenta de que no valía la pena luchar contra el personaje. Hizo con él un pacto de caballeros y volvió, de alguna manera, a ponerse la capa. Asistió a conferencias como el Comic-Con, se brindaba fácilmente a las entrevistas y sostenía largas conversaciones con los fanáticos, que prácticamente le besaban la mano y se tomaban fotos con él.  

Uno de esos fanáticos es el argentino Wálter Armada, que logró llevarlo a Buenos Aires un par de veces. En su página batmania.com.ar registró el momento en que, en 1999, West llegó a Buenos Aires: “Ese esperado 6 de noviembre, al llegar a Ezeiza, pudimos percibir cómo se agolpaba una considerable cantidad de gente; todos esperaban el vuelo Nº 901 procedente de Miami. Finalmente, alrededor de las 11, pudimos divisar una figura que le llevaba más de una cabeza al resto de los pasajeros que desembarcan en tierra argentina: aquel notable era sin dudas el legendario Adam West”. 
Cuenta el coleccionista y experto en la serie que la gente le gritaba “¡Bruno Díaz!”. 

Pasión argentina
Desde ese momento Wálter Armada comenzó a gestar el libro El encapotado y yo, en el que narra todos los encuentros que tuvo con West en Argentina y en Estados Unidos. 

En su libro cuenta también cómo conoció la Baticueva, en 1997: “A medida que nos íbamos acercando a Bronson Canyon tuve una sensación de ‘déja vú’. Como si una reminiscencia me envolviera y encontrara ese lugar muy familiar. Claro, no era para menos. A cada paso veía en mi mente escenas de películas y series de TV que sin duda habían sido filmadas en esas colinas”.  

Según contó al diario Clarín, Wálter se vio frente a un agujero en medio de una montaña. Lo reconoció rápidamente. Era la entrada a la Baticueva que había visto muchas veces en la serie. De ese agujero irrumpía el batimóvil, cuando el encapotado salía a luchar contra el crimen. 

Armada también se hizo amigo del agente de West, Fred Wostbrok. El año pasado, el argentino estuvo en la oficina del agente, conversando de los planes que había: una película animada, una gira de despedida. “Al poco tiempo, Fred murió y eso fue un golpe devastador para Adam”, contó. 

Los otros Batman 
Aunque no pudo cumplir con esas actividades finales, Adam West, fallecido el pasado 9 de junio, era, desde hace tiempo, la referencia distante y querida del murciélago. Eso pese a las reinterpretaciones que vinieron después en el cine. Sí, el Batman de Michael Keaton (1989) es gracioso y a la vez oscuro y misterioso. Tiene el sello de Tim Burton. 

El estilo calmado de Val Kilmer en Batman Forever (1995) va de la mano del director Schumacher, que, sin embargo, fracasó en su segunda película de la saga, en la que George Clooney interpretó al murciélago. Fue la película que menos recaudó de todas las de la serie. 
Quizá el mejor de todos fue el Batman que interpretó Christian Bale. El trabajo en la voz y en los subterfugios sicológicos del director, Christopher Nolan, además del carácter que le imprimió Bale, convirtieron a Batman Begins (2005) y las dos películas que llegaron después en las mejores de toda la saga.

Ben Affleck, según los críticos, tiene a su favor que recrea en sus peleas la estética del novelista gráfico Frank Miller, el de 300. Para quienes no lo sabían, Miller escribió una serie de cuatro historietas de Batman, que es considerada la más importante de los últimos años. Un murciélago cincuentón y ya retirado retorna para una última limpieza en Ciudad Gótica. Con esa historia, los superhéroes complejos pasaron a dominar la escena de los cómics. 

West, alcalde 
Mientras tanto, la vida de West se movía en los márgenes de la movida cinematográfica. Circuló el rumor de que se había molestado cuando le ofrecieron el papel a Keaton, pero no dejó de ser un recurso publicitario que el mismo West desmintió. Al fin y al cabo, ya tenía más de 60 años. 

Tiempo después comenzó a grabar su voz en videojuegos y en series de televisión. 
Una de esas series fue Padre de familia, en la que el actor prestaba su voz al ficticio y excéntrico alcalde Adam West. Hacia el final de su vida, su rutina consistía en meter por la mañana sus cañas de pescar al auto, grabar audios para los episodios (que le salían bien a la primera) y luego dedicar la tarde a pescar. 

Por la tarde se tomaba fotos que colocaba en su activa cuenta de Facebook. “¿Qué título debo ponerle a mi nuevo libro de cocina?”, posteaba y sus miles de seguidores sugerían ‘Baticomidas’ o ‘La cocina de Bruce Wayne”. El año pasado, el día de su cumpleaños, mostró los zapatos que le regaló su hija. “Prefiero las botas de tu traje”, comentó alguien. 

Se divertía tanto con el personaje que en la guía telefónica de Sun Valley, donde vivía, al buscar a Adam West, la referencia decía “Ver Bruce Wayne. Millonario”. Al buscar a Wayne, la guía pedía “Revise ‘Contra el crimen’ en las páginas amarillas”. En las amarillas se leía “Revise Batman en las páginas blancas”, y empezaba de nuevo el círculo. 

Luego llegó la leucemia y le dio el golpe definitivo el 9 de junio, a sus 88 años. 
Burt Ward, su compañero de serie, despidió con dolor a quien fuera su compañero en “los años más divertidos de su carrera”. Julie Newmar, Gatúbela, le dio un último piropo: “Era tan brillante y alguien muy divertido con quien trabajar. Voy a extrañarlo mucho. Era como el padre que todos queríamos”.

Sus seguidores piden una estatua en Walla Walla, el lugar donde nació, en 1928. Los Ángeles encendió la batiseñal como despedida. Esta vez, respondió al llamado de la eternidad.