El 17% de los tipos de cáncer que atacan a las mujeres en Bolivia corresponde a cáncer de mama. La proyección a 2030 del Ministerio de Salud es que crecerá hasta 46%. Una sobreviviente nos escribió una carta para reflexionar y dar esperanza

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7 de octubre de 2018, 11:11 AM
7 de octubre de 2018, 11:11 AM

Paola Heredia

TESTIMONIO

Hay cosas en la vida que uno prefiere olvidar, lo que te voy a contar es una de ellas. En 2008 dos años después de haber perdido a mi primer amor (mi padre-mi primer golpe) a causa de un agresivo cáncer de estómago (antecedente); haciendo un autoexamen en la ducha descubrí un pequeñísimo nódulo en mi seno izquierdo, el mismo que cambiaría para siempre mi concepción mental de la vida. A mis 28 años, soltera y sin hijos me diagnosticaron cáncer de mama en estadio inicial, fue mi segundo golpe, de esos que te dejan sin aire. Gracias a la detección temprana y al apoyo de mi familia logré vencer mi primera batalla sin siquiera imaginar que casi 8 años después tendría que volver a luchar contra un monstruo más grande y aparentemente invencible. Los años pasaron entre controles, fe, y la reconstrucción del seno mastectomizado que me devolvió el autoestima y una vida casi normal.

El trabajo y las metas profesionales fueron postergando mi deseo más profundo y anhelado: ser mamá. En 2015 quedé encinta, los cambios físicos de la ansiada maternidad fueron evidenciándose y al mismo ritmo que crecía el fruto de mi vientre un tumor maligno también lo hacía, esta vez en mi seno derecho. La frustración y el miedo se apoderaron de mí al descubrir que con 35 semanas de embarazo tenía cáncer otra vez. Sentí que el mundo se me venía encima, me hice mil preguntas, renegué, lloré, grité, quería saber por qué a mí y por qué otra vez. En situaciones como esta el tiempo vale oro y mi médico la tenía clara, debía operar nuevamente para extirpar el seno que con tanta ilusión creí que proporcionaría el alimento a mi hijo. No había nada que pensar pues era mi vida la que estaba en riesgo y fue así que solo tres días después de mi parto por cesárea fui intervenida nuevamente. Fueron meses de tratamiento, ya no solo me tocó vivir viendo la cicatriz que me recordaba que tenía que ser fuerte, sino que sufrí el dolor de ver caer mi cabello como se caen las hojas en oto- ño, confieso que me dolió más que perder el seno, quizá muy banal pero fue un sentimiento tan mío.

Dios nunca abandona, la esperanza no se debe acabar, en nuestras vidas siempre estaremos rodeados de personas maravillosas que nos ayudarán a salir de lo más profundo, un médico que te ayuda, una enfermera dispuesta a ser tu paño de lágrimas, una madre maravillosa, hermanos, familia y amigos... mi hijo que se ha convertido en la principal razón de mi vida y mi padre. Si estás leyendo esto recuerda que tomar en cuenta los antecedentes familiares, tu estilo de vida, la disciplina como paciente y la detección temprana, pueden salvarte. Doy testimonio de que le gané dos veces al cáncer y que ahora estoy sana gracias a que nunca me rendí, porque quiero vivir.

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