En el Itenez, nuestro Bufeo tiene un refugio que aún lo aleja de los humanos

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16 de julio de 2017, 11:00 AM
16 de julio de 2017, 11:00 AM

En algún momento del periodo Plioceno, hace entre 5 y 2,5 millones de años, el movimiento de placas de la corteza terrestre provocó una ligera arruga en la región de la Amazonia que hoy comparten Bolivia y Brasil. Para entonces, varias especies de cetáceos marinos habían colonizado los afluentes de esa cuenca y se habían adaptado a la vida en agua dulce. Pero esa arruga en el terreno, que hoy tiene la forma de cientos de kilometros de cachuelas entre Guayaramerín (Bolivia) y Porto Velho (Brasil), dejó aisladas en ríos como el Itenez a poblaciones enteras de antiguos parientes del Inia boliviensis, la especie de bufeo que evolucionó en Bolivia hace menos de un millón de años. 

Factores así de azarosos permitieron que se originara el único mamífero boliviano exclusivamente acuático, pero actividades humanas aún no controlados, como la pesca y la deforestación, pueden echar por la borda ese lento trabajo de la naturaleza, pues esta especie se encuentra en la categoría de vulnerable. 
Es decir, tiene probabilidades de pasar a la lista de especies en peligro de extinción a no ser que se reviertan circunstancias que amenazan su hábitat, reproducción y supervivencia. 

Semanas atrás, un equipo de biólogos colombianos y bolivianos expertos en delfines de río, navegó por 300 km del curso del Itenez, en el extremo norte del departamento de Santa Cruz, entre el Parque Nacional Noel Kempff Mercado y la frontera con los estados brasileños de Mato Grosso y Rondonia. Fue la primera expedición dentro de un área nacional protegida para estimar las poblaciones de bufeo boliviano, ver su estado de conservación y verificar esas posibles amenazas.

La iniciativa fue impulsada por la Fundación Omacha y WWF, con el apoyo de Faunagua y el Parque Noel Kempff Mercado. El grupo, que avistó algo menos de 300 ejemplares de toda edad en decenas de bahías y recodos del río constató la estabilidad de las poblaciones de Inia boliviensis, pero también la vigencia de los factores que lo hacen vulnerable. 

De coloración variable entre el gris y el rosado, el bufeo boliviano no ha sido extensamente estudiado, aunque si es un animal familiar en los ríos del norte de Bolivia. Allí suele romper la superficie con su característica respiración, y solo quien está atento puede divisar su pico o su protuberancia frontal que le sirve para ecolocalizar peces y “ver” bajo el agua.

La presencia de bufeos en un río es un indicativo de que el ecosistema es saludable. El delfín es el equivalente acuático del jaguar en el sentido de que está en la cúspide de la pirámide alimenticia en los ríos. Si hay delfines, es porque hay suficientes peces para alimentarlos, y si hay peces, es por que la vegetación circundante provee de semillas y refugio en las orillas, como para albergarlos. La cadena tiene eslabones fuertes.  
La expedición constató que la deforestación para agricultura en la orilla brasileña del Iténez pone en riesgo el rol de la vegetación en la cadena. Del lado boliviano, al tratarse de un área protegida, la selva está inalterada, pero la vigilancia del Noel Kampff Mercado demanda recursos y capacitación de los guardaparques, que fue otro objetivo del viaje. 

Fotos Fernando Trujillo, Fernando Mosquera, Milton Viruez y Johnny Severich


“Lo que da estabilidad al bufeo es que el lado boliviano es un área protegida”, explicó Mariana Escobar, bióloga de Faunagua, que estuvo en la expedición y lleva 17 años estudiando al bufeo.

Escóbar explicó que normas tan sencillas como limitar la velocidad a la que circulan las lanchas en esa zona puede ayudar a proteger y alargar la vida de las poblaciones de delfines, y evitar que bajen un peldaño más hacia la extinción.