Cada edad tiene una forma efectiva para disciplinar. entre los recursos están el juego y los tiempos fuera 

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18 de julio de 2017, 18:13 PM
18 de julio de 2017, 18:13 PM

Antes de disciplinar hay que reflexionar. Los padres tienen que entender qué relación tienen con el hecho de ser autoridad y qué tan bien se sienten poniendo límites, dice la sicóloga Susanne Hansen. 

Según la sicóloga, hasta los tres años, el niño está dentro del campo energético de la madre. A partir de los tres, comienza a adquirir importancia el padre. “Si la madre se siente ambivalente en cuanto a los límites que debe establecer, el hijo recibe esa ambivalencia, y el niño va a testear hasta dónde puede llegar”, afirma Hansen. 

Otra pauta consiste en aceptar las pataletas o berrinches como parte del proceso de crecimiento. Cuando hay una pataleta los padres no deben asustarse o pretender que no las tenga. Cómo manejarlas desde la autoridad positiva y ejerciendo el poder sano desde el reconocimiento y la firmeza es lo que deben desarrollar los padres.
  
Primeros pasos
Hasta los dos años al menos, es mejor dejar fuera del alcance de la curiosidad del pequeño todo lo que pueda lastimarlo. Basta con decirle ‘no’ suavemente y retirarlo del lugar donde está la amenaza. Si tira comida, muerde o golpea, se le debe explicar por qué está mal; es posible, recomiendan los expertos del hospital para niños Alfred I. du Pont, aislar brevemente al niño. Muy brevemente, uno o máximo dos minutos, para que se calme. Es lo que se llama ‘tiempo fuera’.  

Por supuesto, en ningún caso es conveniente palmear ni golpear, porque el niño solo siente el dolor y no establece una conexión entre su mal comportamiento y el golpe. 

Entre los tres y los cinco años ya comienzan a hacer conexiones entre sus acciones y las consecuencias. Es un buen momento para dejar claras las reglas de la casa. La sugerencia del sicólogo Betman Hollweg es usar técnicas que emplean recursos lúdicos. “Se emplea en los niños como una forma de aprendizaje para mejorar su sistema cognitivo, porque es el modo en que el niño ve el mundo”. 

Hansen plantea que los padres reconozcan el pedido o el deseo del niño como algo válido; pero también deben explicar que, por el momento, no se puede acceder a ese pedido. “Los padres dicen ‘no’ y se saltan el paso inicial de reconocer el deseo. Se le puede decir “Sí, sé que te gustaría tener ese juguete. Es lindo” pero por ahora nos e puede. 

El niño -explica- no tiene que comprender por qué se le dice que no, porque no cuenta con los recursos. Es mejor presentarle otra opción para jugar. “Si sigue llorando, se lo contiene y acompaña, pero no se cede”. 

Hollweg pone un ejemplo sencillo de la técnica de juego. Cuando se están tendiendo las camas, se puede jugar a ver quién tiende mejor las sábanas. O quizá los papás pueden enseñarle cómo lavar un plato o la forma de ordenar los calcetines.

El arma clave en todo proceso de disciplina, insiste el sicólogo, es la paciencia. Es clave también recompensar las buenas acciones. “Hasta a los adultos nos gusta cuando alguien reconoce nuestro trabajo y nos felicitan. Eso nos anima a mejorar”. En lugar de decir siempre ‘no’ (“No saltés sobre el sofá”) se puede pedir “sentate en el mueble y poné tus pies en el suelo”. 

Si el mal comportamiento continúa, un recurso práctico consiste en elaborar un gráfico para cada día de la semana. Ahí se detalla cuánto tiempo debe durar el buen comportamiento antes de ser recompensado y cuántas veces puede ocurrir el mal comportamiento (andar descalzo, por ejemplo)  antes de que se inicie un castigo. ¿Qué castigo? A esta edad aún sirven los aislamientos o tiempos fuera, según algunos expertos.  

De inmediato 

La sicóloga Patricia López insiste en que disciplinar significa enseñar. Prefiere usar este término en lugar de castigar o sancionar. Tres características debe tener la disciplina: inmediata, significativa, y de duración de tiempo breve. Estar distanciado o no hablarle es dañino, porque se deja de actuar sobre la conducta y se ataca a la persona. 

Además, las medidas disciplinarias exageradas pueden socavar la autoridad de los padres. Si ha advertido con dar la vuelta y no ir al parque porque en el asiento trasero el caos no se calma pese a las advertencias, hágalo. Los niños deben saber que cumplirá con lo que promete. 

Entre los nueve y los doce años los ‘tiempos fuera’ ya no tienen sentido. A esta edad, explica Patricia López, el niño posee mayor comprensión, manejo de su entorno, vínculos sociales y puede cumplir normas y leyes.
“Con ellos se puede entablar conversaciones, juegos, colaboración en tareas del hogar, etc. Aún sigue siendo importante lo que perciben de su medio.  Por eso la necesidad de mantener el  ejemplo y los buenos hábitos”.

Es momento de volver a explicar a los hijos claramente la conducta que se espera, escuchar lo que piensa o siente al respecto, dice. “Muchas  veces  es suficiente con eso y ya no es necesario hacer uso de condicionamientos, amenazas o sanciones. Esto permite una relación saludable”.
Ah, las tareas. Si a esta edad -9 a 12- no las hace, lo mejor quizá sea dejar que experimenten las consecuencias de no haber cumplido. No es conveniente empezar a ‘ayudarlo’ a terminar sus deberes a última hora. 

A partir de los 13 años se supone que ya el terreno está abonado. Sin embargo, no hay que descuidarse. Las salidas a cumpleaños o al cine deben estar reguladas y suele bastar que se quite algunos privilegios para reconducirlos. 

Positivo siempre
El reforzador positivo sirve para promover alguna conducta que se desee fomentar o mantener. “Qué bien que ya no estás descalzo” o “Me parece genial que hubieras terminado tu tarea temprano”, por ejemplo. 

Pedir la guía de un sicólogo profesional es útil. Patricia López insiste en que todo reforzador positivo debe estar acompañado de afecto, atención, caricia, tiempo grato compartido y no de manera fría y directa. Dice: “Hay que evitar que estos reforzadores se queden en el área material objetiva y distante de los afectos. El amor, el apoyo, la paciencia, la fe y la escucha activa son los mejores motivadores para fortalecer la responsabilidad”.