Patricia Portocarrero la dicharachera María Elena nunca renunció a sus sueños

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28 de abril de 2019, 4:00 AM
28 de abril de 2019, 4:00 AM

Desde pequeña soñaba con ser actriz. En todas las obras de teatro de su colegio estaba Patricia Portocarrero (46), la protagonista de la serie peruana Los Vílchez, que acaba de concluir su primer temporada por Unitel. Ella quería actuar, pero no le interesaban mucho los papeles secundarios, siempre pensaba en robarse el show y lo consiguió.

“A mis 15 años pasé algo gracioso. No me eligieron para el papel principal, se lo dieron a la chica linda del salón. Mi personaje era de una mujer serranita del Perú. En la obra solo tenía que entrar decir cuatro cosas y salir de escena, pero entré hice mi parte y la gente estalló en risas. Me gustó tanto que me dije: de acá no me salgo. Mis compañeros me hacían señas para que saliera, pero comencé a improvisar y me quedé toda la función. Nadie me sacó. Mi primer encuentro fue con la risa y pensé: esto es lo mío”, rememora.

Terminó la secundaria a los 16 años y quiso estudiar actuación. Su padre, Olger Portocarrero, truncó su sueño de niña. Le prohibió y le dijo que jamás lo permitiría y sobre su cadáver sería actriz. Para él ese mundo era de alcohol, drogas y perdición y ahí su niña no iba a estar.

Como era una hija obediente, y amaba mucho a su progenitor, cumplió su voluntad. Pero en un ataque de rebeldía se fue a Canadá donde vivían sus dos hermanos mayores, Ernesto y Julio. Se quedó casi un año y retornó porque su papá ya había tenido problemas de salud y no se lo iba a perdonar si es que le llegaba a pasar algo y ella no estaba cerca de él.

“No me fui para hacerlo reaccionar, porque sabía que no iba a cambiar de parecer. Estaba molesta y quise alejarme un tiempo. Eso me sirvió para ver otro mundo y conocer una sociedad ordenada y segura”, cuenta.

Su salto a la fama

Al volver su hermana, Cecilia, le dijo que había una vacancia para recepcionista en una gran empresa. Llegó a ser secretaria de presidencia de la cementera más grande de Perú. Ganaba superbien, pero no era feliz. Y así pasó 10 años de su vida.

No renunció a sus sueños, solo los postergó unos años. Al poco tiempo de fallecido su padre se matriculó en una escuela de danza y teatro y comenzó a actuar en sus ratos libres. A sus 28 años ingresó a Patacláun e hizo el programa Patacomix. Renunció a su trabajo y se dedicó a la actuación. Dos meses después cerraron el programa. Se quedó sin ‘chamba’, pero no se angustió. Sabía que vendrían tiempos mejores.

“Dediqué 10 años de mi vida a contestar teléfonos y a ver la agenda de mi jefe. Fui ascendiendo, pero no era feliz. Cuando comencé con la actuación, me sentí realizada. Ahora voy a trabajar con pasión. Comencé mi carrera un poco tarde, pero hasta ahora logré todo lo que me propuse en la vida. Si no lo hubiese hecho, hoy sería una infeliz fracasada. A los 30 años ya estaba en la televisión. De ahí nadie me paró. Trabajo desde mis 17 años sin descanso y ahora más que nunca porque debo sacar adelante a mi hijo”, expresa.

Varias temporadas fue Sor Rita en la serie El santo convento. Dejó los hábitos de ese personaje para ponerse en la piel de María Elena, una viuda y madre de dos hijos en Ven Baila Quinceañera. La magia de Sor Rita era que tenía una nariz de payaso y cambiaba su voz. Sentía que estaba cubierta y nadie la reconocía, pero con María Elena todo cambió. Ese fue su salto a la fama y Los Vílchez la consolidó.

“Es la familia de una de las quinceañeras. Yo le decía al director que ese clan daba para más y los convencí. Tomamos la decisión porque yo creía en este proyecto. No nos equivocamos. Hace un mes ya comenzamos a grabar la segunda temporada y les puedo asegurar que tenemos Vílchez para rato, si Dios quiere y el público nos apoya”, remarca.

Construir a María Elena ha sido todo un reto. Considera que su experiencia como madre soltera la ayudó mucho. La describe como una mujer a la que la vida la golpeó duro, pero salió adelante a pesar de todo. Es un poco chueca y sin muchos valores, algo que no comparte con ella, pero destaca que es luchadora. Para su personaje lo gris no existe, le pone humor a todo y como la pasó muy mal, no quiere esa vida para sus hijos; esto último es algo que también es parte de la personalidad de Patricia.

En los casi 20 años que lleva de carrera hizo teatro con mucho humor, porque es lo que más le apasiona, cine y televisión. También canta varias canciones en Ven, baila quinceañera y Los Vílchez. Esa faceta la heredó de sus papás, quienes tenían una hermosa voz y en las reuniones familiares cantaban, nunca de forma profesional.

Ni sus padres y tampoco sus hermanos tienen algo que ver con el mundo de la actuación. “Yo soy la única oveja negra de mi familia”, señala, soltando una carcajada.

Al filo de la menopausia...

Así como Milan nació casi al filo de la menopausia y cuando ya casi no tenía esperanzas, Paty, como la llaman todos de cariño, llegó de la misma forma, aunque no fue tan esperada como lo fue su hijo. Es la última hija de don Olger Portocarrero y María Eugenia Talavera, que llegó al hogar después de 10 años. Fue muy adulada por su papá, pero cree que por eso era también muy estricto con ella.

Era un padre amoroso, pero un poco ausente a raíz del trabajo, dado que como era una familia numerosa, con cinco hijos: Ernesto, Julio, Cecilia, Olger y Patricia, debía rajarse el lomo para que a ellos no les falte nada.

“Crecí en una familia muy unida, pero dispersa ya que mis hermanos se fueron a vivir a Canadá y a Estados Unidos. A pesar de la distancia, siempre estamos pendientes y nos tenemos mucho amor. Tuve una infancia muy feliz. Era la mimada hasta de mis hermanos, pero como era la chiquitita, no tenía ni voz ni voto y era la última rueda del coche. Soy humorista por sobrevivencia, porque si bien me cuidaban, mis hermanos eran unos fregados conmigo”, recuerda.

Cecilia es 12 años mayor que Paty. Viven juntas para ayudarse a cuidar de su madre que desde hace varios años sufre de Alzheimer, y hace cinco que ya no reconoce a nadie.

“Fue muy doloroso ver cómo se fue apagando y nos fue olvidando, poco a poco. Cuando todavía su cabecita funcionaba bien, mi mami nos hizo prometer que nunca la íbamos a dejar en una casa de acogida o en un hospital. Por eso con Ceci decidimos vivir juntas y contratar a una enfermera para que se ocupe de su salud. Ella no se acordará de las cosas, pero nosotros sí y se quedará en mi casa hasta que Dios le permita tener vida, resalta.

Una orgullosa mamá soltera

Cuando actúa, afirma, puede equivocarse en alguna puesta en escena, pero con su hijo no tiene margen a error. Es madre por elección y por vocación.Quiso ser mamá desde muy jovencita y no podía. Incluso se sometió a tratamientos de fertilización que no dieron resultado, hasta que llegó Milan (6) y se convirtió el más grande regalo que Dios le ha dado. Su hijo es su mayor realización y quien le pone alegría y da felicidad a su vida. Por eso, todo lo que hace es por su pequeño.

No suele exponer a Milan, porque la actriz es ella. Su hijo no tiene nada que ver con la actuación, al menos por ahora. No sabe si quizá más adelante él quiera dedicarse a lo mismo. Si fuera así lo apoyará totalmente.

Como madre soltera, le ha tocado sacar adelante a Milan sola, razón por la que trabaja duro para que su pequeño se sienta orgulloso de ella. Y parece que Milan tiene un gran futuro en ese mundo. Cuando apenas tenía tres años en un programa televisivo le dedicó unas tiernas palabras a su madre frente a las cámaras: “Mamita, quiero decirte que te amo, te quiero mamita, tú eres muy linda, buena, divertida, un poco loca y así te quiero, no te cambiaría por nada en el mundo”. Ese tierno mensaje emocionó hasta las lágrimas a Patricia.

“Milan es mi sueño, es mi todo”, respondió la actriz que fue madre a los 40 años, cuando prácticamente ya había tirado la toalla y pensaba que su anhelo de convertirse en mamá no se iba a cumplir. Meses antes había sufrido una pérdida y con ella se habían esfumado sus esperanzas de ser madre. “La muerte de mi papá y de mi bebé, fueron golpes muy duros. Me dejaron devastada”, rememora.

Es una mamá muy presente. Sacrifica sus horas de descanso para compartir y estar en todas con su hijo. Se levanta a las 6:00 para alistar a Milan, llevarlo al colegio. Luego se va a grabar o a ensayar. Al mediodía lo recoge para almorzar, hace las tareas con él y vuelve a salir a grabar, si toca, o a su tienda en Gamarra, ya que tiene Bablou Bebé, una línea de ropa para niños de 0 a 2 años. Vuelve para cenar juntos, lo baña, lo echa a dormir y a veces debe salir si tiene función y retorna a las 12 a ver correos y planificar su día. Solo duerme cuatro horas.

Con Mariano, el padre de su hijo, se llevan muy bien, tienen una relación muy cordial. Todo en beneficio de Milan. Siempre le dice que pase lo que pase y haga lo que él haga, le estará eternamente agradecida porque le dio lo más grandioso que tiene en su vida.

Los sospechosos Mata. Actúa junto a Saskia Bernaola, Leandro Mikati, Katia Palma y Armando Machuca, en una comedia que reflexiona sobre la violencia y la corrupción.

 

El amor está en el aire...

Es una mujer de carácter fuerte y apasionada. Su primera relación duró como siete años. Se postergó a sí misma, cedió tanto como pareja que se olvidó de ser ella. Al final se terminó. Le costó recomenzar su vida. Tuvo otras relaciones, pero siempre sintió que no la llenaban y que le faltaba algo.

Con el padre de su hijo son amigos y cuando Patricia necesita ayuda con su hijo por las múltiples ocupaciones que tiene, recurre a él. Desde hace cinco meses está con pareja. No quiere dar el nombre, porque prefiere mantener su vida privada lejos de los medios. Solo dice, entre risas, que está en plena efervescencia del amor y que, gracias a Dios, su pareja no es del medio artístico.

Los cinco hermanos. Paty, como la llaman de cariño, dice que son muy unidos con Ernesto, Julio, Cecilia y Olger.