Relaciones que no siempre terminan en el altar. Es también un hecho que la edad de los bolivianos que se casan aumentó desde el 2000. ¿Qué sucede? 

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23 de julio de 2017, 3:00 AM
23 de julio de 2017, 3:00 AM

Fotos: Enjoytravelling / Weddingvows

Primero hay que ponerse de acuerdo sobre lo que significa noviazgo. Es -dice la sicóloga Liliana Zabala- el fin de una relación inmadura y  el paso del juego a lo formal. Sí, hay parejas que “denominan noviazgo a una relación de mucho años que no llega al matrimonio, aunque convivan en el mismo techo”, aclara, pero esa relación se acerca ya al concubinato, que la ley considera matrimonio de hecho.  

Entonces no se habla aquí de cortejitos, sino de una relación que mira hacia una probable consolidación ante el altar o con los derechos y deberes de ley. 
La sicóloga Carla Ariscaín considera ventajoso tener tiempo suficiente para conocerse un poco más. ¿Cuánto tiempo? Más de dos años ya puede considerarse un noviazgo que pinta para largo. Quizá se interponen situaciones como el final de una carrera o el ahorro para la casa. Van trazándose metas y hasta pueden cumplirlas con éxito. “He podido percibir que van alargando la relación, o aparece una nueva meta que es interesante para alguno de los miembros de esa pareja”, cuenta. Se podría pensar que en el fondo no se ha asumido la decisión de concretar un proyecto de matrimonio. 

...Más fuerte que el amor
“Las relaciones con más de dos años permiten conocer aspectos negativos y positivos de la pareja o incluso saber a cabalidad si no está en otra relación a escondidas”, comenta Zabala. Sea buena o mala, toda relación deja una enseñanza, “más aún cuando ambos deciden tomar caminos diferentes”. 
El peligro de los noviazgos a largo plazo es la costumbre. “Somos animales de costumbres y entramos en un ritmo de vida en el que los hábitos quedan enraizados. Se establece un estilo de manejo del tiempo personal y hay cierto miedo de perderlo, según la sicóloga. “Culturalmente, para el hombre y la mujer, está el mito de que el matrimonio te quita tu vida y ciertas libertades. Entonces, cuando uno se acostumbra a una pareja de muchos años, es difícil imaginarse compartiendo tiempo y espacio y renunciar a los privilegios de no vivir juntos y a no estar en el esquema del matrimonio”

Todo es relativo
No existe una norma que se pueda aplicar y nadie puede predecir el éxito o el fracaso de un matrimonio, según la sicóloga Maricruz de Urioste, que ha visto cómo rompían noviazgos de cinco o siete años y cómo uno del os dos se casa luego muy pronto. “Nada asegura que el noviazgo largo sea exitoso”, dice. 
De hecho, insiste en que parte del entusiasmo y la novedad del compromiso va diluyéndose en una rutina que desgasta la relación, que entra en esas condiciones a la vida de pareja. 

“Las tendencias muestran que los noviazgos largos no necesariamente implican relaciones sólidas o la conformación de una pareja”, comenta. 
Se puede rastrear esa tendencia en Bolivia a principios de los 90. La Dirección de Planeamiento del Servicio Nacional de Registro Civil informó en 2011 que antes de 1990, una mujer tenía un promedio de 24 años para casarse y ahora decide su matrimonio a los 27 años, y los varones subieron de 27 a 29 años. 
Varios factores intervienen en el aumento de los años de noviazgo. Maricruz de Urioste señala que hay una generación joven en la que no solamente las relaciones cambiaron, sino que hay mayor conciencia de género en las mujeres. 

“Este es un importante elemento nuevo. En los 80 pocas mujeres entraban a la universidad. Hoy ninguna se cuestiona el estudio a la par del hombre. La mujer está interesada en el éxito personal y profesional. En generaciones anteriores no era la prioridad. Eso modifica muchas cosas, y una primordialísima en Bolivia y el mundo, es la postergación del matrimonio”, afirma. 

Palabra de millennial
De Urioste señala también que en los 80 las mujeres salían del colegio y se casaban o en el mejor de los casos estudiaban y luego se casaban. Eso ha cambiado. La etapa de consumar el matrimonio después del bachillerato, a los 18 o 19 años, se ha desplazado hasta los 30 o más: “A la edad en que esta generación se plantea el matrimonio, sus padres ya tenían tres hijos. Es un cambio. Se dan un periodo más largo para conocer, tener nuevas experiencias. Parece que no hay relaciones estables porque están en una etapa no solamente de pareja, sino crecimiento personal como proyecto de vida”. 

Esta es la voz de Álvaro, uno de ellos, millennial de unos 31 años, con tres años y medio de noviazgo. Vive en casa de sus padres. Tiene un trabajo estable que no lo satisface, aunque recientemente le aumentaron el sueldo. ¿Matrimonio? “Positiiivo. Pero todavía no”. ¿Hijos?. “Ooobvio. Hay planes. Un poquingo más adelante, sí. Primero una maestría para que mejore un poco el sueldito. O tal vez me cambie de trabajo. Ella también quiere hacer una especialidad”. 

Si bien postergan la etapa de los hijos, de Urioste explica que estos jóvenes priorizan un proyecto de crecimiento personal y éxito profesional. “Piensan: ‘Estamos libres y sin hijos. Se puede viajar, invertir en muchas cosas’. Eso conlleva a la postergación de la vida familiar”, comenta. 

Así lo dice Carla Ariscaín: “Las generaciones actuales tienen otra visión de su tiempo personal, de estar en el mundo, de la forma de relacionarse. Los millennials ven el compromiso de una manera distinta”. 

Como dicen las investigaciones, prefieren salir con alguien en lugar de comprometerse, alquilan en lugar de comprar y prefieren vivir juntos a casarse. Según la escritora April Masini, los jóvenes actuales tienen relaciones significativas y no solo quieren más libertad para dormir hasta tarde. Simplemente no quieren casarse. 

Esta opción no es extraña incluso para los mayores que ya han tenido hijos y que decidieron tener una relación de noviazgo por más de diez años, comenta Ariscaín. “Están cómodos con eso. Convivían el fin de semana en alguna de las casas. Lo manejaban bien. Era una pareja de más de 45 años con un arreglo perfecto, con hijos. Es extraño por la generación a la que pertenecen”, narra. 

También hay que considerar las parejas que mantuvieron una relación por internet, incluso en diferentes países. Ariscaín conoce el caso de una pareja que se relacionó así durante seis años hasta que lograron concretar el matrimonio, pero tuvieron dificultades para vivir juntos. Uno de ellos tuvo que dejar su país, así que siempre tuvo la sensación “de haber dejado algo, como ‘mi gente, mi pueblo, mi país’. Tengo mi estilo de vida y cuando concreto un matrimonio, temo perder ese espacio al que estoy acostumbrado”. 

Un rasgo descuidado
Patricia López menciona un aspecto que se suele pasar por alto en los noviazgos. Se puede tomar incluso como un parámetro para ‘predecir’ lo que puede pasar. “La antesala de una relación saludable es la amistad. Ella nos permite interactuar y compartir  con la otra persona y nos permite darnos cuenta si en verdad estamos enamorados o simplemente es un gusto”. 

Te apoyo, me apoyás la conciencia de género cambió el compromiso 
 Los millennials, que hoy tienen alrededor de 30 años, están comprometido con ellos mismos y con su impacto en el mundo, dice Carla Ariscaín.  Esa especie de idealismo especial los hace descubrir que no están dispuestos a renunciar a su realización para casarse. “El esquema machista antiguo donde la mujer tenía que casarse y renunciar a todo y el hombre quedaba con una libertad relativa, está cambiando. 

La visión de las campañas  contra la violencia machista o de género tiene influencia”. La sicóloga ve ahora con más frecuencia chicas con ideas de vida distintas que son apoyadas por su pareja. “Despertaron a otra forma de ver las relaciones y experimentan que cada uno tiene su tiempo. ‘Tu tiempo, mi tiempo, respeto lo tuyo’. Eso influye en la concreción del matrimonio”, comenta. 

Otros factores que influyen en la aparición de noviazgos prolongados es el costo de la educación, que hace sentir a los millennials financieramente inseguros, incluso más que la generación que viene después de ellos, la generación Z.